Una reapertura esperada

Cuando La Puerto Rico cerró sus puertas en medio de la pandemia, a más de uno se le piantó el lagrimón. No era para menos: un bar notable nacido en 1887, que –con una mudanza en el medio– estaba por cumplir un siglo de vida sobre la calle Alsina. Por suerte, la historia da revanchas: con nuevos gerenciadores y misma familia propietaria, a fines de diciembre este café reabrió sus puertas.

En su arquitectura y estética, el local mantiene gran parte de su memoria: ahí está el cartel enorme en la puerta, están los pisos con dibujos tropicales, también las mesas de mármol y otras redondas de madera. El principal cambio fue quitar la barra de la izquierda, recuperar una barra más pequeña al fondo y sumar una nueva, con la panadería a la vista, a la derecha. También aclararon algunos tonos oscuros en paredes y boiserie que le dan al salón una sensación más amplia. Y sumaron un pequeño escenario para tango, jazz y otros ritmos que esperan inaugurar el 18 de febrero.

En la cocina sigue vigente la famosa panadería hecha en casa, con cremonas, medialunas de grasa y de manteca, con vigilantes, alfajores y criollitos, con repostería como la selva negra, la rogel o la pasta frola, entre otras. El café, emblema de La Puerto Rico, se compra en verde y se tuesta ahí mismo, cada día, en pleno salón. La carta de almuerzos se concentró en sabores argentinos, con charcutería y encurtidos caseros (muy rico el queso de cerdo con pistachos, $1200, también el matambre con rusa, $1900) y clásicos como el vitel toné con bife de chorizo ($1900), escabeche de pavo ($1700), principales como los ravioles de seso y espinacas ($2100) o la milanesa de bife angosto a caballo con dos huevos de campo y ajíes en vinagre ($2200). Hay también gestos contemporáneos (burrata, calamar al hierro) y se mantiene el clásico del almuerzo céntrico, el cuarto de pollo (es de campo) a la plancha, con puré y ensalada, por $2200.

Es una gran noticia que La Puerto Rico esté de nuevo abierta. Y más aún con esta propuesta de cocina porteña, tal como lo es el propio bar.

La Puerto Rico queda en Adolfo Alsina 416. Horario de atención: todos los días de 7 a 20 (domingos desde las 8). Instagram: @lapuertorico.cafe.

De guiños y modernidades

Se autodenomina “bodegón de platitos”, pero no es así: Mengano es, más bien, un restaurante moderno, con mucho guiño a la porteñidad pero en una versión que prioriza la mirada del cocinero Facundo Kelemen por sobre tradiciones e historia. Es un lugar nacido hace cuatro años, que hoy se ve consolidado y con luz propia en el barrio de Palermo.

El lugar es cálido, precioso: viejas fotos familiares en blanco y negro en ­las paredes, piso de parqué, cómodas sillas y mesas de calidad. Detrás de la barra se ve la cocina, con el equipo trabajando a conciencia.

Tras un paso por la abogacía, Federico dio un brusco cambió de timón a su vida: estudió cocina, viajó por el mundo, trabajó junto a Germán Martitegui, hasta que abrió Mengano. Su juego pasa por pensar platos locales para luego modificarlos hasta el punto en que ya poco tienen que ver con el original. No se trata de sutiles “vueltas de rosca”, sino de revoluciones. La carta es breve, con doce platitos y tres postres. Algunos ejemplos: el No tan revuelto gramajo ($2330) suma queso de cabra, cebollas caramelizadas, papas cortadas muy finas, ganando una textura cremosa. El carpaccio de carne madurada por 70 días ($3200) está cubierto por generoso tomate rallado y durazno, coqueteando con una ensalada. Hay trucha ahumada (cocción bien jugosa, a baja temperatura) con naranjas, hojas de alcaparra fritas y bottarga ($3930) y unos ricos ñoquis chipá soufflé, hechos con fécula de mandioca, que se sirven en un caldo de mortadela ($2970). De postre, un triple helado (frutilla, mandarina y sambayón) a $1190. Lo más tradicional, también con interpretación de la casa, son las mini empanadas de carne jugosas: hay que comerlas de un solo mordiscón para sobrevivir limpios a la experiencia.

El que vaya a Mengano buscando una experiencia de bodegón, se equivoca: allí se debe ir con la cabeza abierta y prejuicios de lado. Es un juego culinario, un lugar distinto con mucha firma propia.

Mengano queda en José A. Cabrera 5172. Horario de atención: martes a sábados de 20 al cierre. Reservas en Instagram: @mengano.ba.

Orgullo de barrio

Villa Santa Rita, dicen con orgullo. En ese pequeño y algo desconocido barrio, lindante con Villa del Parque y Floresta, está Argot Café, una de las bellas novedades que deja el 2022. Un barcito, café, restaurante diurno, con platitos, vermú y vinos ricos, todo ese combo bienvenido que hoy marca a buena parte de la escena gastronómica porteña. Ahí, en una esquina con una pequeña plaza delante -ideal para sentarse en las mesas al aire libre- Argot se muestra en todo su esplendor: el local viejo, el piso en damero, la barra de madera, los estantes tan vintage con sus copas a la vista. Hay libros puestos en un azar mentiroso, que muestran algunas de las ambiciones de la casa.

Detrás de Argot están Kenya y Alejo, pareja y socios en el proyecto. La carta escrita a mano cambia asiduamente, con una línea ideológica que une todo: una cocina 100% casera, donde panes, vinagres, pickles y pastelería se elaboran en la pequeña cocina que está a la vista.

Para almorzar, por ejemplo, un muy buen matambre arrollado con una ensalada rusa donde cada verdura está en su punto perfecto ($1500), también unos ricos buñuelos verdes con lactonesa y encurtido de limón marroquí por encima ($1300). El sándwich de milanesa es muy generoso, apto para compartir ($2200, puede ser de bife de chorizo o de zucchini en una versión vegetariana), y se suma algún que otro plato menos local, como las samosas especiadas de zapallo, zanahoria, y verdeo con relish de jalapeño a $620. Para beber, la carta de vinos va categorizada por intensidades con etiquetas modernitas (Ver Sacrum, Roca Madre, entre otras, desde $2600), vermú y las cervezas de Strange Brewing (desde $800).

Hay meriendas y desayunos, con buen café con leche ($460) para acompañar una tremenda tita casera ($490), un seductor fosforito de jamón y queso ($660), una palmerita a $370 o torta de almendras con arándanos frescos que es una delicia.

Una yapa: algunos jueves abren de noche, con menú especial y reserva.

La fórmula de Argot es simple: un lugar relajado donde todo lo que se hace, se hace con amor y calidad. ¿Qué más pedir?

Argot Café queda en Av. Álvarez Jonte 2744. Horario de atención: miércoles a domingos 10 a 19. Reservas en Instagram: @argotcafe