En el mundo de los títeres la llegada de las vacaciones de invierno indica una cosa: que empieza el Festival Internacional de Títeres al Sur. Organizado por el Grupo de Teatro Catalinas Sur, esta edición será especial porque se enmarca en la celebración de los 20 años de la llegada de la compañía al emblemático galpón de La Boca. Por eso, si bien como en todas las ediciones se ofrecerán espectáculos de varios países, para la apertura se hará una gran kermesse de la que participarán los casi 500 vecinos que integran algún elenco de esta experiencia emblema de teatro comunitario, una de las más importantes a nivel nacional. Será hoy a partir de las 11 en la Plaza Malvinas (Caboto y Arzobispo Espinoza) y habrá talleres, música, juegos y títeres para toda la familia.
“Arrancamos con una fiesta y plantemos también de ese modo al festival porque creemos en eso como forma de vida y de seguridad. Nos han convencido de que lo más seguro es encerrarnos en nuestras casas porque el otro es peligroso, pero nosotros pensamos que la mejor forma de que las calles sean seguras es con los vecinos habitándolas”, dice a PáginaI12 Ximena Bianchi, parte de la coordinación artística y ejecutiva del festival y directora de la compañía de títeres que juega de local. “El nuestro es un teatro de vecinos ganado para el barrio. Hacemos teatro pensando en que para tener un mundo mejor hay que primero poder imaginarlo, así que eso proponemos en cada edición. Que no nos roben la alegría”, sentencia.
Esa última frase podría pasar inadvertida, si no fuera por el contexto: este año, por primera vez desde el nacimiento del festival, la ayuda estatal no fue suficiente para mantener la estructura de otros años. De las históricas ocho sedes se pasó a cuatro, de cien funciones a cincuenta, y de veinticinco elencos a dieciséis. Además, de la gratuidad de las funciones hubo que pasar a la modalidad “a la gorra”, para poder solventar los gastos de las compañías. “Nos achicamos pero no así nuestra energía, que más bien se duplicó”, cuenta la directora, preocupada por la falta de apoyo público en todas las áreas, en la que se ve fuertemente golpeada la cultural.
De todos modos, y producto de la siempre destacable labor de los artistas del Galpón, hasta el 30 de julio se presentará una nutrida programación con elencos locales pero también de Indonesia, Noruega, Uruguay, Grecia, Suiza, España, México, Perú y Ecuador. Las funciones se verán en distintos teatros de la zona sur de la Ciudad: además del Galpón de Catalinas, oficiarán de sedes el Circuito Cultural Barracas, el teatro Los Pompapetriyasos, en Parque Patricios, y el Teatro La Máscara, en San Telmo. En esta última sede se cobrará entrada, porque allí se podrán reservar localidades con anticipación (en el resto, para adquirir los tickets, habrá que estar dos horas antes de cada función). También habrá que abonar -aunque a un precio muy popular, de 120 pesos- las funciones nocturnas, en las que los mismos titiriteros que a la tarde actúan para niños presentarán espectáculos para adultos y de varieté, en una sección que es también ya un clásico del festival.
Dentro de la programación de este año habrá dos perlitas: por un lado se verá Los cacaprichos del rey, el último espectáculo del grupo de titiriteros de la compañía que juega de local. Dirigida por Bianchi y el titiritero Manuel Mansilla, y de una profunda y actual crítica social, la obra hará su primera función esta tarde, a las 16.30, al final de la kermesse, y luego repetirá el sábado 22 y los domingos 23 y 30 de este mes. Por otro, durante las varietés nocturnas, distintos artistas realizarán un homenaje al recientemente fallecido poeta y dramaturgo Roberto Espina, quien además fuera titiritero, actor, mimo y un gran divulgador de la tradición oral y popular.
“Tenemos muchas ganas de esta edición, la séptima, porque justo se cumplen 20 años de celebración. El grupo nació en la Plaza Malvinas, donde ahora vamos a hacer la inauguración, así que eso tiene también una significación”, cuenta Gonzalo Guevara, también miembro de la organización y titiritero del grupo, que recuerda que “el barrio sufrió una modificación”, en parte por la llegada de otros espacios culturales pero de carácter estatal, como la Usina del Arte, bastión macrista por excelencia. “Pensamos que está muy bueno que haya más cultura, pero a veces se olvidan de que no trajeron la cultura, de que nosotros ya estábamos acá. Cuando hay algún evento cortan las calles y a nuestro teatro no se puede llegar, o ponen un escenario en la puerta y los vecinos no pueden entrar”, narra el teatrista, que ve en el festival una oportunidad para pedir que no les “copen la parada”.
* Toda la información del festival se puede consultar en festivalalsur.com.ar