Graciela Lois lleva 46 años en el movimiento de derechos humanos. Se incorporó a esa militancia cuando desapareció su marido, Ricardo Lois, el 7 de noviembre de 1976. Los primeros pasos de la búsqueda los dio con María Victoria, su hijita de pocos meses, a cuestas. En democracia, junto con Laura Bonaparte lograron impedir que el gobierno de Carlos Menem demoliera la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) –gracias a la presentación de un amparo en la justicia–. A fin de año, Graciela sufrió un accidente mientras caminaba por el barrio de La Boca: tropezó con una tapa de boca de tormenta que estaba mal colocada, se cayó y, por el golpe, le estalló el globo ocular. Terminó 2022 con la noticia de que había perdido la visión del ojo derecho. Por lo que sucedió va a presentar una demanda contra el gobierno porteño.
Para evitar el calor que se anunciaba, el 30 de diciembre salió a las nueve de la mañana a hacer unas compras en la farmacia. Cuando volvía por avenida Almirante Brown a la altura de Villafañe, trastabilló sin entender bien qué pasaba. “Venía con las bolsas de la compra y no puse las manos. Iba por la senda peatonal. Después volví a ese lugar a ver por qué me había caído. En la senda peatonal hay una especie de tapa hundida. Se ve que ahí patiné, porque, además, tenés que ir esquivando el desorden impresionante que hay por las obras del Metrobus. Hay cosas desparramadas por todos lados. Lo único que sé es que terminé en el piso y me di la cara contra el pavimento”.
En la noche del 30 de diciembre la operaron y le informaron que ya no iba a recuperar la visión de ese ojo. A la semana, siguió otra intervención. “Ahora sigo así– dice Graciela–. El peligro que tenía este fin de semana es la pérdida del líquido que tiene el globo ocular, que es la que le da la forma. No voy a recuperar la vista, pero lo importante es no perder también el tamaño. Así será mi vida: mirar con un solo ojo”.
Graciela es referente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y hace 20 años trabaja en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, donde está a cargo de la coordinación operativa de Derechos Humanos. El 3 de enero, se presentó en la comisaría vecinal 4C para denunciar lo sucedido y le brindó información a la Policía de la Ciudad sobre dónde están las cámaras que acreditan lo que le sucedió.
–¿Piensa accionar contra el Gobierno de la Ciudad por lo que le pasó?
–Ya hice la denuncia obviamente. Cuatro o cinco horas después de mi caída, a raíz del desastre que tienen con las obras del Metrobus, se cayó una asistente social del Hospital Argerich y se lastimó la rodilla. Hay un descuido, una falta de atención. Hace un año y pico que está esa construcción de nueve cuadras. Un año y nosotros sufriendo las consecuencias. Es tierra arrasada.
–¿Cómo afecta en su vida personal y en su militancia lo que le pasó?
–Me cambió la vida. No puedo ir a reuniones aun, no estoy trabajando y tuve que suspender todas las actividades programadas. Sinceramente no sé cómo voy a hacer porque tenía varios proyectos de viaje por militancia y todos están supeditados a cómo va evolucionando mi ojo, a si voy a poder subirme a un avión. Evidentemente alteró la vida de toda la familia porque, como yo no puedo moverme sola, ahora tengo que depender de otros –con todo lo que eso significa–.