Desde Dolores
Graciela Sosa terminaba de decir sus últimas palabras; Máximo Thomsen parecía haber llorado --se pasaba el dedo por debajo de los ojos-- cuando llegó el turno de Hugo Tomei para que planteara los alegatos de la defensa. “Todo dolor es inmenso y la pérdida de un hijo es una de las peores cosas que le pueden pasar a un ser humano. Tengo que hablar después de la señora y me siento en un plano de desigualdad”, expresó para después pedir la absolución de los ocho acusados, porque según él hay contradicciones técnicas en el proceso. Y al final esbozó otras posibilidades.
“No hay dolo. No se pudo probar el plan para matar. No hubo estado de indefensión bajo ningún concepto. Hubo una agresión de mis defendidos y creo que ese hecho debe ser encuadrado y calificado en el artículo 95 como homicidio, agresión en riña. En su defecto también planteo homicidio simple con dolo eventual y que se distribuyan las participaciones que el tribunal entienda. Y para concluir, el homicidio preterintencional”, dijo.
Condena social
En un discurso de breve extensión, habló de la condena social hacia sus defendidos, planteados como “monstruos” que ejecutaron una “cacería humana”.
Cuestionó el rol de los medios. La pantalla mostró un video de intervenciones mediáticas de Fernando Burlando, tildando a los acusados de “cagones”, “hijos de puta”, “asesinos”, “cobardes”.
“Este caso, no sé por qué, tuvo una impronta mediática inigualable. Se ha transformado en un paradigma de lo que no debe ocurrir. Horas y horas de reproducción de videos y audios, expuestos en las redes sociales, canales de televisión, programas destinados a condenar, tratar el tema con una condena”, sostuvo Tomei.
“Acá va otra desigualdad: represento a ocho condenados por el poder mediático, la sociedad, la opinión pública. Contra eso es muy difícil. También es una forma de traccionar el Poder Judicial. Ojalá esto pudiera ser una casa de justicia donde sólo discutimos derechos y tratamos de resolver de manera civilizada lo que es un homicidio.”
Pedido de absolución
El pedido de absolución lo justificó a partir de lo que definió como una “cuestión extremadamente técnica”.
“Se prueba lo que se imputa. Pero se imputó otra cosa distinta de lo que se alegó ayer (por el miércoles)”, argumentó. La imputación “habla de cinco sujetos” involucrados en la golpiza; en cambio los alegatos, de los ocho, ejemplificó.
Hizo que se parara Lucas Pertossi y preguntó “¿A quién le pegó?”. Después, Luciano: “Te acusaron de pegar a los amigos para hacer un cerco. Te imputaron lesiones de cinco chicos. ¿Querés elegir uno? Lo puedo elegir yo”. Ayrton Viollaz fue el tercero en pararse. Inicialmente, se planteó que era el arengador. Por eso Tomei lo eligió. “Lo estábamos defendiendo de otra cosa. No del grito de 'ahora'”, indicó. Es que en los alegatos del miércoles, quedó planteado que fue él quien gritó eso cuando la Policía despejó la zona.
Cuestionamientos a la autopsia
“Si hubiéramos tenido el golpe exacto que causó la muerte estaríamos hablando de un homicidio de alguien en particular que hizo tal gesto. Como no lo tenemos, teníamos a diez chicos revoltosos en Gesell en aquel momento y lo más fácil fue cerrar esta historia: los dejamos a todos detenidos, a ver si podemos obtener algún dato. Pero no sabemos quién fue ni lo vamos a saber nunca”, planteó, al cuestionar la autopsia. “Mientras escuchaba pensaba en la autopsia, se habla de la saña. ¿Dónde fue ese golpe? ¿Por qué no está? Lo que tiene son moretones y raspones. Y son seis. ¿Qué sucede con esa contraposición de datos?” De nuevo, mencionó un cuestionamiento al RCP.
La previa de los alegatos
La mañana del jueves mostró una imagen diferente al día anterior. En el vallado apareció una nueva bandera, grande: "Justicia por Fernando". Cuando llegaron los acusados, primero, y luego sus padres, un grupito muy reducido de vecinos con carteles gritó "asesinos, perpetua". En tercer lugar llegaron los fiscales Gustavo García y Juan Manuel D'Avila, quienes recibieron un aplauso. "Fernando somos todos", decía el pañuelo que sostenía una de las mujeres presentes.
Los imputados llegaron a las 11.11, en la camioneta del Servicio Penitenciario que los traslada habitualmente, junto a la que trae a sus custodios. Más tarde llegaron sus padres, en vehículos particulares a diferencia de la mañana anterior --habían llegado en una combi con vidrios polarizados--. Los acompañaron, nuevamente, las motos de la Bonaerense. Un uniformado les había dicho a los vecinos, de acuerdo a lo que ellos contaron que podían "gritar lo que quisieran, pero no agredir a los vehículos". Ya dentro de la sala, los padres de los acusados mostraban un semblante distinto al del día anterior --fueron once horas de alegatos de la querella y la Fiscalía, que pidieron la pena de perpetua para sus hijos--.
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