El libro de los placeres

(O livro dos prazeres)

Brasil/Argentina, 2021.

Dirección: Marcela Lordy.

Guion: Marcela Lordy, Josefina Trotta; basado en el libro de Clarice Lispector.

Fotografía: Mauro Pinheiro Jr.

Montaje: Rosario Suárez.

Intérpretes: Simone Spoladore, Javier Drolas, Felipe Rocha, Gabriel Stauffer, Martha Nowill, Theo Almeida.

Duración: 99 minutos.

Sala: El Cairo Cine Público.

Distribuidora: Cinetren.

7 (siete) puntos

Basada en el libro de Clarice Lispector –Aprendizaje o el libro de los placeres, publicado en 1969–, la película El libro de los placeres pone en escena el dilema íntimo de Lóri (Simone Spoladore), una mujer con algo más de treinta años, de vida solitaria, indecisión afectiva, discusiones familiares, y lo que es más importante: consciente de su soledad. Por allí se adentra el film de la brasileña Marcela Lordy (también guionista junto a Josefina Trotta), al ponerse en la piel de la angustia que corroe a su protagonista, una maestra de primaria de vida licenciosa por las noches.

Pero quien sobre todo asume este pleito sinuoso es la actriz, Simone Spoladore, quien no sólo pone el cuerpo y lo ofrenda a la pantalla: durante las escenas de sexo, en el maquillaje abundante, con el cambio de vestidos, a través del fastidio y las sonrisas fingidas; sino también a partir de una interiorización creíble, porque todo El libro de los placeres descansa en ella, y las imágenes a veces no bastan en su concatenación, sino que debe haber algo interno que las movilice. Es eso lo que la actriz logra: cuando por detrás del maquillaje asoma su mirada, en las contradicciones que su rostro sufre, en el cuerpo que obedece de manera incómoda. Su Lóri es la figura de alguien atrapada en sí misma, entre prejuicios y dolores, miedos y alguna certeza. En todo caso, y como se decía, es la consciencia de la soledad la que asoma sus fauces, y ella tendrá que enfrentarlas, inevitablemente.

Lóri vive en un departamento heredado, espacioso y todavía sin ordenar, o en otras palabras, sin apropiar. Es un poco la exteriorización suya. Las habitaciones están en penumbras y guardan consigo cajas sin desembalar. Allí descansa otra historia, la de la madre, escrita en cuadernos personales, a través de poemas y pensamientos deshilvanados, que descansan junto a pinturas adocenadas. En ese mundo ajeno y de otro tiempo, se abisma de a poco Lóri. Una especie de viaje adentro, y sobre ese misterio que es, ni más ni menos, la propia madre; siendo ella, además, alguien sola y sin afectos. Cuando éstos aparecen, lo hacen con problemas, como lo significa la visita del hermano, con sus recordatorios sobre la soltería de Lóri (mientras éste, casado y demás, tiene amante) o las novedades familiares en materia de herencia; motivo por el cual, también, no hay compromiso afectivo en Lóri que exceda lo sexual. En sus encuentros íntimos, ella suele terminar sola y acompañada de espejos, que replican las ausencias.

Hasta que aparece Ulises (Javier Drolas), un profesor argentino que sabe de filosofía, o se cree demasiado las palabras que recita. Aun cuando su comportamiento resulte altanero, a veces frívolo y con un saldo victorioso en las justas verbales, hay algo en lo que dice que a ella le resuena, molesta, atrae. El vínculo con él surge como uno más, así como los que él mismo parece también tiene. Sin embargo, cuando Ulises la busca de una manera distinta, Lóri se repliega. Mientras tanto, ella indaga en las frases de su madre, en el viaje interior de quien le dio la vida y con quien, parece, guarda afinidades insospechadas. Muchas de las cuales comparte, ¿insólitamente?, con sus propios alumnos, niños y niñas a quienes hace leer frases y pensamientos de tinte poético y cariz existencial.

En última instancia, parece postular la película de Marcela Lordy, lo que sobresale es la aceptación de la soledad que toda persona lleva consigo. De manera temprana –es una de las primeras secuencias del film–, Ulises señala al amor como la manera a través de la cual aceptar esta situación. Algo que Lóri finalmente sabrá entender y decir: porque lo traduce en palabras, lo comprende. Pero para llegar a esta situación, la película tendrá que transcurrir y sortear los momentos más hondos; luego, felizmente, permitirá a su protagonista encontrar un horizonte.