Los diez principales sectores industriales y de servicios acumulan un saldo negativo en la cuenta de dólares de 18.843 millones, que sumando otras actividades se eleva a 24.516 millones en el período de enero a junio de este año. El déficit cambiario se está incrementando en forma veloz poniendo bajo tensión las cuentas del sector externo, talón de Aquiles de la economía argentina y disparador de crisis traumáticas. Los dólares que ingresan para compensar esa sangría provienen del sector primario exportador (soja y cereales, alimentos, minería y agricultura y ganadería). Pero esas divisas no son suficientes y el desequilibrio de esa cuenta se está agrandando considerablemente. En el primer semestre de este año fue de 6123 millones de dólares, cuando en el mismo lapso de 2016 había sido de 1744 millones. El déficit cambiario ha aumentado 251 por ciento de un año a otro, porcentaje que desmiente la liviana sentencia de no preocuparse por el dólar del presidente Mauricio Macri.
El ajuste fiscal es reclamado por economistas macristas y funcionarios de la fragmentada área económica lo prometen con entusiasmo para después de las elecciones. La errática política monetaria del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, se ha convertido en la principal herramienta de la gestión económica. Las variables fiscales y monetarias concentran el debate entre economistas oficialistas, algunos dando letra al secretario de Hacienda con cargo de ministro, Nicolás Dujovne, y otros apoyando al Torquemada del Central que persigue al único director (Pedro Biscay) que lo cuestiona. Pero las cuentas del sector externo están adquiriendo cada vez mayor preeminencia en el actual ciclo económico. Los desenlaces de las crisis en la economía argentina fueron provocados por la acumulación de tensiones en el sector externo, siendo los desequilibrios fiscales y monetarios consecuencias de esa situación.
El endeudamiento externo vertiginoso actúa de potente anestesia y de factor de distracción acerca de un cuadro externo inquietante, del mismo modo que lo fue el programa de privatizaciones y deuda durante la década del ‘90. El ingreso de esos dólares disimula la acumulación de desequilibrios en el sector externo y la intensidad de la fuga. La apertura, la liberalización cambiaria y financiera y la desarticulación de la administración del comercio exterior y de la cuenta de capital han arrojado a la economía argentina a las puertas de una crisis a una velocidad impensada hace un par de años.
Las cuentas cambiaria y externa registraba tensiones importantes que debía ser abordadas con una gestión económica coordinada e identificando los focos de riesgo. Nada de eso ha realizado el gobierno de la Segunda Alianza, que descansó en liberalizar y desregular el mercado cambiario como única estrategia para aflojar la restricción externa. No ha tenido éxito, como era previsible a partir de las enseñanzas que ofrecen experiencias similares desde la década del ‘70.
Datos
El déficit cambiario industrial, de servicios y del sector público aumentó 40 por ciento en dos años, en coincidencia con la política económica desplegada por el gobierno de Cambiemos (ver cuadro). Este resultado surge de los movimientos registrados en los anexos estadísticos del último informe “Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario” del Banco Central. Incluyen exportación e importación de bienes, saldo de servicios (fletes, seguros), ingresos y egresos de capital para inversiones productivas y financieras, giro de utilidades, fondos recibidos por préstamos, desembolsos para cancelar intereses y formación de activos externos.
Las actividades que están incrementando a paso acelerado el saldo negativo de su cuenta cambiaria son Bancos y Automotriz. El primero acumuló un saldo negativo de 7721 millones de dólares en el primer semestre de este año, más que duplicando el contabilizado en el mismo período de 2016 y poco más del 300 por ciento respecto al de 2015, cuando estaba vigent e un régimen de control de cambios. El sector automotor registró un desequilibrio cambiario de 4373 millones de dólares, 145 por ciento superior al de los primeros seis meses de 2015. El análisis detallado del balance cambiario ofrece la respuesta a ese salto tan fuerte: la estrategia de las terminales de abastecerse de unidades de importación. Ambos sectores concentran el 64 por ciento del déficit de las diez principales actividades y casi la mitad del total. Y se explica por la dolarización y fuga de capitales (bancos) y por la apertura importadora (autos).
Otros sectores que incrementaron el déficit de su cuenta cambiaria son Comercio y Maquinaria, variación que tiene su origen en el aumento de las importaciones. El ingreso del exterior productos de consumo final por parte de grandes cadenas de comercialización (hipermercados y grandes tiendas) se reflejó en el alza de 22 por ciento en el desequilibrio externo (de 1457 millones de dólares de enero a junio de 2015 a 1778 en el mismo lapso de este año).
La categoría “Otros sectores” incluye a Electricidad (generación, transporte y distribución), Gas (extracción, transporte y distribución), Agua, Transporte, Comunicación, Construcción, Informática, Gastronomía, Entretenimiento, Seguros, Sector Público, Turismo y Hotelería y Otro sector privado no financiero. El dato de este grupo en el primer semestre de este año no acompaña la tendencia dominante en cada una de las principales actividades ni su evolución del 2015 al 2016. En la primera mitad de este año, el saldo de esa cuenta fue de 5673 millones de dólares, cuando en el mismo período de 2016 había sido de 8564 y en el anterior de 7572 millones. La moderación del déficit está relacionada con el endeudamiento externo público y privado.
El sector público tuvo un mejor resultado cambiario en el primer semestre acumulando 2947 millones de dólares, unos 1592 millones de dólares más respecto del mismo período de 2016. Esto significa que ingresaron más dólares de deuda que salidas por pagos (en los primeros meses del año pasado hubo un elevado desembolso para los fondos buitre). El sector electricidad también fue menos deficitario por la emisión de deuda privada. En el primer semestre acumuló un rojo de 390 millones dólares, unos 765 millones de dólares menos respecto del déficit del primer semestre de 2016.
Restricción externa
El reciente informe mensual del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz advierte que en la primera mitad del año las exportaciones agropecuarias fueron menores a lo esperado. De acuerdo al registro del Banco Central, incluyendo las ventas externas de alimentos y de minería, el saldo fue una caída del 6,2 por ciento respecto a igual período de 2016. Si los sectores más dinámicos para la generación de divisas exhiben un recorrido descendente, mientras que los más demandantes de dólares los incrementan sustancialmente, el resultado externo ingresa en un círculo de deterioro acelerado. El reporte bajo la dirección de Andrés Asiain señala que el comportamiento de esas cuentas en el segundo trimestre fue aún peor: el saldo comercial positivo de bienes fue el más bajo en 15 años.
Para los economistas del CESO, el perfil exportador de la economía argentina, muy concentrado en la producción de productos primarios y en especial soja y sus derivados, tiene una marcada estacionalidad a lo largo del año. Esto se debe que el mayor volumen de dólares ingresa en los meses de la cosecha gruesa, cuando los productores liquidan para atender gastos de financiamiento y recuperar su inversión. Al pasar el primer semestre del año, que es el mejor período de ventas externas de productos primarios y, por lo tanto, de liquidación de divisas, la segunda mitad se presenta con un balance comercial donde predominan los sectores de mayor demanda neta de divisas. “De modo que el saldo de mercancías podría tornarse negativo, sumando una fuente adicional de salida de dólares a las ya existentes como son la demanda de dólares para Formación de Activos Externos del sector privado no financiero, los viajes de turismo, el pago de vencimientos de deuda y la remisión de utilidades al exterior”.
Otro informe, en este caso de FIDE de Mercedes Marcó del Pont, describe que simultáneamente con la ampliación de las necesidades de dólares por parte de la economía, se produjo un cambio en la composición de la oferta de billetes verdes. Señala que 2017 es el primer año desde que hay datos (2003) en que la llegada de divisas por capital (deuda y especulación) superó a la de mercancías y servicios. Indica que “este proceso responde a una lógica con dos velocidades: mientras que la entrada de divisas en conceptos reales se mantuvo constante en la primera mitad del año, el ingreso de dólares financieros prácticamente se duplicó en ese mismo período”. Este cambio en las fuentes de divisas no es neutro, ya que implica que la economía es ahora mucho más dependiente de la volatilidad de los mercados financieros internacionales.
Otro aspecto que deja en evidencia la vulnerabilidad externa es el incremento del déficit cambiario de sectores industriales y de servicios en un período de recesión económica. En otros episodios de recesión, cuando la actividad descendía las importaciones también lo hacían. En este caso no hubo retroceso y, dada la estructura productiva de la economía argentina, una eventual recuperación aceleraría el ingreso de productos del exterior, agudizando el desequilibrio externo.
Mientras la obsesión conservadora se concentra en el gasto público y en el déficit fiscal, en tanto el fundamentalismo monetarista sigue concentrado en subir la tasa de interés tras el esquivo objetivo de bajar la inflación, las cuentas externas se están deteriorando a pasos acelerados. Esta historia tiene un final conocido.
Sangría verde