Han pasado 25 años desde el punto más alto de la "Leomanía". Fue ese período embriagador en el que los seguidores de Leonardo DiCaprio lo acosaron con un fervor que avergonzaría hasta al fanático más acérrimo de The Beatles. Por menos, con los Fab Four la histeria se repartía entre los cuatro integrantes de la banda. Con DiCaprio, todo se centraba en él. Aún se pueden ver las escenas en YouTube: multitudes de adolescentes gritando sin descanso "Leo, Leo, Leo" en el Odeon de Londres, en Leicester Square, antes de la premiere de Titanic, el exitoso film estrenado por James Cameron y que se reestrenará el 10 de febrero. Consiguió el personaje a los 20 años de edad. Pero con su indiscutible buena apariencia, parecía aún más joven. En la alfombra roja se lo vio tímido, saludando con cortesía a quienes lo rodeaban, aparentemente sin darse cuenta que estaba siendo lanzado a un estrellato de alcance mundial.
Los reportes de noticias informaron que chicas adolescentes "cargadas de hormonas" habían acampado durante doce horas o más solo para poder echarle un vistazo al actor. Si DiCaprio causó semejante alboroto en la premiere londinense de Titanic, causó francamente estragos cuando la película llegó a Tokio. "Las calles se veían como si hubiera pasado Godzilla devastándolo todo", reportó un canal de noticias estadounidense al retratar las estampidas.
¿Qué vendría después? ¿El éxito terminaría destruyendo a DiCaprio? ¿Cómo podría evolucionar su carrera cuando su cara ya estaba estampada en las paredes de calles de todo el mundo? Esas eran las preguntas que preocupaban aún a sus admiradores.
La devoción de sus fans más jóvenes no pareció perturbar al mismo actor, al menos al comienzo. "Es divertido... una cosa linda, refrescante", comentó DiCaprio al comienzo de su carrera. Era una declaración bastante inocente. Ese nivel de atención pronto se volvió insoportable. DiCaprio era un hombre marcado. Ha hablado de su alarma al despertarse en el cuarto de invitados de su madre, la casa donde aún vivía en Los Angeles, y descubrir varias camionetas estacionadas afuera, llenas de paparazzi determinados a conseguir una fotografía suya. "Continuaron siguiéndome sin descanso... cada día de mi vida", dijo con una asombrada indignación.
Los asistentes al cine siguieron desmayándose por él. Muchos vieron Titanic múltiples veces, quizás esperando que si la veían una cantidad suficiente terminaría sobreviviendo al naufragio de la nave. En una de las escenas más famosas de la película, el personaje de Di Caprio, Jack, apoya su brazo en una puerta que flota en el helado océano Atlántico mientras su amada Rose, interpretada por Kate Winslet, descansa sobre ella esperando ser rescatada. Su muerte por hipotermia sirvió para agregar espesor a su mística romántica. Su carrera apenas acababa de comenzar y ya era sin dudas la mayor celebridad del mundo.
DiCaprio ni siquiera era un actor entrenado. Había empezado su carrera en la pantalla grande con un papel en la comedia de terror Critters 3 (1991), en la que compartía pantalla con unos peludos alienígenas amantes de la carne humana. Había hecho mucha televisión. Se considera su primer papel hecho y derecho en las películas como un confianzudo jovencito en el thriller erótico La venenosa (1992), protagonizado por Drew Barrymore y Sara Gilbert. La película, sobre una amistad adolescente que se agriaba, incluía en el menú lesbianismo, incesto y suicidio, y fue criticada en su exhibición en Sundance por ser políticamente incorrecta. Tristemente, para entonces DiCaprio había terminado en el suelo de la sala de edición.
La directora de La venenosa, Katt Shea, insiste conque no fue su decisión editar las escenas de DiCaprio: ella lo adoró. "El rol de Guy era para alguien que pudiera acosar al personaje interpretado por Sara Gilbert. No podía decidirme en un actor para que lo interpretara. Era una parte muy pequeña, con solo unas líneas de diálogo. Leonardo vino y las leyó y no lo hizo bien, pero todo lo que supe en el momento es que quería a ese tipo en mi película", recuerda. "Era increíblemente magnético." DiCaprio también tenía una naturaleza muy dulce como para interpretar a un acosador. "Leonardo no tiene un solo hueso de tipo duro en su cuerpo", dice Shea. Tenía un largo monólogo en el que insultaba al personaje de Gilbert, pero fue eliminado en la edición.
"Yo lo amé. Traté de mantenerlo en la película. Traté de conservar su diálogo, pero eventualmente los ejecutivos de New Line se impusieron y me forzaron a cortarlo. No estuve de acuerdo, al extremo de mantener su nombre en los créditos aun cuando su aparición había sido eliminada. Pensé que al menos debía mantener sus derechos residuales." En la fiesta de despedida de la filmación, Shea tuvo que decirle a Leo que no estaría en la película. "Fue algo que me rompió el corazón, de verdad. Yo creía que estaba fabuloso", dice la realizadora.
A pesar de este humillante revés, en los roles protagónicos que rápidamente fue consiguiendo en películas subsiguientes -lanzadas solo un año después- quedó bien claro que Shea tenía razón sobre el poder estelar de DiCaprio. En el drama biográfico de crecimiento Mi vida como hijo (Michael Caton-Jones, 1993), fue coprotagonista como el hijastro de Robert De Niro, el escritor Tobias Wolff, en cuyas memorias se basa la película. Gracias al drama romántico ¿A quién ama Gilbert Grape? (Lasse Hallström, 1993), Di Caprio, entonces con solo 19 años, recibió sus primeras nominaciones al Oscar y al Globo de Oro como "Mejor actor de reparto" como el hermano menor del personaje de Johnny Depp, Arnie, un jovencito con problemas mentales.
La cámara lo amó. No se trataba solo de su impactante buena apostura. A través de eso brillaba una cualidad ardiente y emocional. Tenía sólidas credenciales contraculturales. Su padre George DiCaprio era un distribuidor de comics underground y era uno de los mejores amigos de Robert Crumb, creador de Fritz el Gato. DiCaprio fue seleccionado como la estrella deportiva de escuela secundaria adicto a la heroína Jim Carroll en The Basketball Diaries (Scott Kalvert, 1995), y era adepto a interpretar rebeldes y desclasados. No sorprendió demasiado que inicialmente mostrara cierta resistencia a aparecer en algo tan mainstream y edulcorado como Titanic. En una entrevista reciente con la revista People, el director James Cameron señaló que DiCaprio pensaba que el proyecto era "aburrido" y que de todos modos no quería ser un protagonista masculino. Le tomó cierto tiempo convencerlo de meterse al proyecto.
En buena medida gracias a la presencia de DiCaprio, la película sobre el naufragio, a la cual el director había impulsado como "un Romeo y Julieta en el mar", llegó a cosechar 2 mil millones de dólares en la taquilla.
Generalmente, cuando los actores alcanzan ese nivel de popularidad, solo queda rodar cuesta abajo. Contra todo pronóstico, sin embargo, DiCaprio, ahora con 48 años, ha prosperado aún más. Desde el éxito de Titanic arrasó con múltiples nominaciones al Oscar. También se convirtió en un productor respetado a través de su compañía Appian Way, realizando una serie de documentales sobre el medio ambiente tan bien recibidos como Before the Flood (2016), sobre la amenaza del cambio climático, y Cowspiracy (2014), que explora el impacto de la agricultura aninal en el medio ambiente.
Los mismos encantos que distinguieron al actor al comienzo de su carrera siguen siendo evidentes. Es a la vez travieso y sano, un rebelde muy limpito, y uno que siempre parece tener una buena causa. Puede estar luchando contra un oso, como hizo de manera famosa en Revenant: El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015), que le hizo ganar un Oscar. O mostrándose con una torpeza catatónica tras un exceso de Quaaludes en El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013), pero aún así aferrándose a su dignidad. Como el millonario y misterioso Jay Gatsby en El gran Gatsby (Baz Luhrmann, 2013), tiene una calculadora cualidad desafectada, y a menudo parece distante de los eventos en los que está participando.
No mucho después de Titanic, DiCaprio protagonizó La Playa (Danny Boyle, 2000), tomando el rol de un mochilero originalmente fijado para Ewan McGregor. La película no fue recibida con mucha calidez. DiCaprio fue nominado a un premio Golden Raspberry (los anti-Oscar) a la peor performance del año. Irónicamente, el relativo fracaso de la película tuvo un efecto balsámico sobre su carrera, aquietando un poco la histeria que lo rodeaba.
Algunos de los personajes posteriores de DiCaprio fueron similares al de Jack en Titanic. En uno de sus mejores trabajos, como el intrépido joven maestro de la estafa Frank Abagnale en Atrápame si puedes (Steven Spielberg, 2002), utiliza otra vez su encanto marca registrada para cruzar fronteras sociales, pero esta vez está ocupado engañando a sus víctimas. Y a estas les cae tan bien que hasta llegan a disfrutar el ser estafadas por él.
Cuando interpretó a Amsterdam Vallon, el ladrón irlandés lanzado a vengar la muerte de su padre en Pandillas de New York (Martin Scorsese, 2002), ambientada en los embarrados andurriales de la Gran Manzana del siglo XIX, un crítico estadounidense se quejó de que DiCaprio era "demasiado lindo para ese barrio". Es una crítica habitual. Leonardo era tan joven y guapo que parecía incongruente que se lo eligiera para dramas más oscuros. Por más maquillaje o pelo facial que usara, por más angustia interior que proyectara, no podía simplemente convertirse en Marlon Brando o De Niro.
La colaboración entre DiCaprio y Scorsese puede haber comenzado como un matrimonio por conveniencia -para conseguir que financiaran sus películas, el director necesitaba a la joven estrella más rendidora posible-, pero ha provocado un trabajo memorable. Su sociedad se ha extendido por más de veinte años. Su sexta película juntos, Killers of the Flower Moon, se estrenará durante este año.
El lobo de Wall Street es el más inesperado de los proyectos desarrollados por el dúo. Al interpretar al deshonesto corredor de Bolsa Jordan Belfort, DiCaprio utiliza ese característico encanto para hacer querible a un personaje inescrupuloso y por lo menos objetable. Esa fue también la película en la que al fin se soltó. Sus anteriores colaboraciones con Scorsese fueron por un lado más formal. Ahora se metía pastillas, chocaba autos deportivos, tenía sexo motorizado por drogas, lanzaba enanos y mostraba un estilo hasta entonces inexplorado en el camino de la farsa de trazo grueso.
El chico dorado de fines de los años noventa ahora interpretaba villanos, algunos tan odiosos como el elegantemente malévolo aristócrata sureño de Django sin cadenas (Quentin Tarantino, 2012), o sórdidos decadentes como su estrella de westerns televisivos de Había una vez... en Hollywood, también de Tarantino, en 2019.
Desde Titanic, DiCaprio ha sido muy astuto en buscar siempre a los mejores directores: Spielberg, Scorsese, Tarantino, Christopher Nolan, González Iñárritu, entre otros. Tal como explicó en un episodio de 2020 del podcast WTF with Marc Maron, "uno en realidad invierte en el realizador." "Después de haber leído tantos grandes guiones que se convirtieron en mierda de perro en las manos equivocadas, te das cuenta que el director es el que eleva el material, que lo lleva a cosas que nunca podrías haber previsto. Vale la pena verlo a traves de sus ojos", señaló.
Un cuarto de siglo después de Titanic, la obsesión de los paparazzi por DiCaprio se ha evaporado. Ya no hay histeria masiva, ni cuando pone el pie en Tokio ni cuando va a una premiere en Leicester Square. En aquellos fines de los '90, muchos predecían que después de un éxito de semejante magnitud, su carrera decaería de manera inevitable, que se iría a pique como el buque que le dio resonancia. En lugar de eso, en todos estos años, la ex estrella juvenil se convirtió a sí mismo en un peso pesado de Hollywood, completamente formado y altamente versátil.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.