Lo nuevo se empieza a parecer mucho a lo viejo. La irrupción de las plataformas on line revolucionaron el entretenimiento hogareño, bajo una premisa soñada: ver contenido de los más variados países, en el momento que se quiera y donde se desee. El sueño de convertirse en programador propio de lo que se quería ver, además, contaba con un bonus track: las series y películas del mundo se podían disfrutar sin toparse con ningún molesto aviso publicitario. Ese inédito paradigma audiovisual, sin embargo, parece haber sido apenas la ilusión inicial para atraer al homo viddens a la nueva era, en un mercado que ante la desaforada competitividad y los primeros indicios de estancamiento de nuevos suscriptores da señales de resguardarse en servicios y lógicas propias de la TV tradicional lineal.
Los servicios de streaming marcaron un antes y un después en la vida audiovisual. La posibilidad de acceder -al alcance de la mano- a un frondoso catálogo de series, películas, dibujos animados y documentales de todos los géneros y orígenes fue un sueño hecho realidad. Como nunca antes en la historia de la humanidad, los seres humanos tienen a un click de distancia producciones de los más recónditos lugares. El impacto cultural que produjeron y siguen produciendo las plataformas es inobjetable, aunque se encontrarán mayores certezas sobre sus bondades (e inconvenientes) en un futuro no muy lejano. Claro que, aún, se trata de un mercado cada vez más masivo, pero aún en pleno desarrollo. Nadie sabe a ciencia cierta en qué derivará la competitiva guerra de las plataformas, en la que todos pugnan por captar la atención de los usuarios entre tanta oferta de contenido.
En ese contexto, el universo del streaming está dando algunas señales que parecieran conjugar más el pasado que el futuro prometido. Superada la etapa inicial, lo nuevo parece estar recogiendo usos y costumbres de lo viejo. Así como en los noventa la TV paga nació bajo el concepto de TV sin publicidad y con el paso de los años naturalizó las tandas comerciales tanto o más que la TV abierta, las plataformas empiezan a tomar un camino similar. Ante la reducción en el crecimiento de nuevos suscriptores, la mayoría de los servicios de streaming empezaron a ofrecer abonos low cost, con los que buscan mantener a usuarios que quieran tener varios servicios a la vez pero la billetera se les hace cada vez más flaca, y sumar a otros que aún no pagan por ninguno.
La primera plataforma en dar el salto a esta nueva etapa fue HBO Max, que en junio pasado lanzó en Estados Unidos un plan con avisos que cuesta 5 dólares menos que el común. La misma estrategia la llevó adelante Netflix, que en España, EEUU y otros diez países puso en marcha un servicio low cost (a 5,49 euros por mes) que contempla un catálogo más reducido, la imposibilidad de descargar contenido y… publicidad, en anuncios de 20 segundos que pueden llegar a completar hasta 4 minutos por hora de visionado. No fueron los únicos. Disney+ también incorporó la publicidad a su plan básico: desde diciembre, si se quiere seguir pagando los 7,99 dólares mensuales, los usuarios deben soportar los anuncios. En cambio, si desean mantener el servicio sin publicidad deben suscribirse al abono Disney+ Premium y abonar unos dólares más a lo que venían pagando (10,99 por mes).
El revival de prácticas de la vieja televisión por los protagonistas de la nueva TV no se reduce a la publicidad. En el contenido también se ven antiguas prácticas. Una de las más recientes tiene que ver con la incorporación de programas en vivo. Si hasta hace unos años el universo streaming se refugiaba en la posibilidad de ver series o películas para reproducir en cualquier momento, en las últimas temporadas el contenido en vivo se fue incorporando a la oferta. La transmisión del deporte llegó para quedarse a plataformas como Star+, con eventos que no solo se emiten en duplex con canales de la TV tradicional sino que cada vez son más los que exclusivamente se pueden ver por la plataforma. En el servicio de streaming de Disney se puede ver en vivo y en directo programas de ESPN y partidos de fútbol y tenis de los grandes torneos. Un nuevo servicio que amenaza el reinado de la TV paga. Hace unas semanas, incluso, la ceremonia de entrega de los Critics' Choice Awards también se pudo seguir en directo por la plataforma de HBO Max.
La TV en vivo no es el único aspecto de la oferta que hace recordar a la TV tradicional. El estreno semanal, con día y horario fijo y programado, de algunas plataformas de capítulos de sus series más importantes también es una estrategia del viejo ecosistema audiovisual que se aplica en las OTT. Las plataformas empiezan a ver cómo subir de una vez todos los capítulos de una temporada de una serie es un servicio único para ejercitar el maratoneo de los usuarios, pero también comienzan a ser conscientes que la dosificación semanal de capítulos no solo genera expectativa, sino que es necesario para fidelizar a los usuarios. Escapar al alta gratuita y efímera de los clientes que se aprovechan para empacharse de sus contenidos relevantes en los 7 días de suscripción gratuita que los servios permiten y luego darse de baja sin pagar un peso es un objetivo de esta estrategia. HBO Max es pionera en esta práctica, estrenando de a un episodio por semana (generalmente los domingos a las 22 o 23 horas de Argentina) de sus series principales, desde la reciente The last of us hasta La casa del dragón o Lakers: Tiempo de ganar.
En esa misma relación entre la TV tradicional y las plataformas se puede ubicar la función de Netflix “reproducción aleatoria”, un botón a través del cual la compañía activa una serie o película que -según los algoritmos- debería gustarle al perfil del usuario que no sabe qué ver. Con sus diferencias, no deja de ser una suerte de zapping a la vieja usanza, donde es la plataforma la que programa o impone el contenido y el usuario se entrega a lo que le ofrecen.
Otra de los cambios que se produjeron en el último tiempo tiene que ver con la oferta de contenidos de las plataformas. Aunque nacieron poniendo a disposición exclusivamente series y películas, lo cierto es que paulatinamente fueron ampliando su oferta hacia otro tipo de contenidos: dibujos animados, videojuegos, programas en vivo, ciclos de concursos o reality shows suman participación en los catálogos de las plataformas más generalistas, casi como sucede en las programaciones de los canales de TV abiertos.
En esa búsqueda por ampliar el público, las plataformas comenzaron también a sumar a sus contenidos a tradicionales figuras de la pantalla chica. No fue casualidad que Susana Giménez haya hecho una serie para Paramount +, a la vez que suma especiales cada tanto: hay una sinergia entre Telefe y la plataforma, que ahora pertenecen al mismo propietario. De cualquier forma, ese cruce de conductores entre un universo y otro por ahora se da solo para desarrollar ciclos en streaming del género reality show. Lo hizo Pampita Ardohain con su reality Siendo Pampita para Paramount +, que ya tuvo dos temporadas, o la serie Los Montaner. Y lo hará Marcelo Tinelli, que tras malas temporadas en la TV desembarcará este año en Prime Video con un reality show de 10 capítulos en el que mostrará su día a día junto a su extensa familia. Hay algo claro: de las figuras arraigadas del viejo paradigma audiovisual, a las plataformas por ahora solo les interesa su intimidad y popularidad, más que sus condiciones artísticas.
Un caso particular de este fenómeno es el de las telenovelas, al que los servicios de streaming echan cada vez más mano, desterrando la idea de que la cultura de la nueva era solo soportaba contenidos de pocos capítulos. Es un hecho: la telenovela no murió con la irrupción de las plataformas. Actualmente, la tercera temporada de la novela La reina del sur -que Telemundo estrenó en 2011- fue el contenido de habla no inglesa más visto en Netflix durante la última semana, lugar que en su momento ocuparon otras representantes del género como la adaptación de la telenovela colombiana Café con aroma de mujer o la original e inoxidable Betty, la fea. Los títulos del género de origen turco o las ficciones infanto-juveniles, tanto originales y emitidos en su momento en la pantalla chica como nuevas versiones, también suman lugar en los catálogos.
Si entre tanta oferta audiovisual, las plataformas y la TV tradicional pugnan por acaparar la atención de los usuarios, el futuro del ecosistema audiovisual pareciera volcarse cada vez más hacia un híbrido entre lo nuevo y lo viejo. Habrá que dejar -entonces- los pronósticos tremendistas de lado. Nada se pierde, todo se transforma en la era del streaming.