El filicidio riojano sucedió días antes del asesinato de Lucio Dupuy, sus semejanzas y la distancia entre los dos casos en los que madres asesinaron a quienes debían cuidar.
En los últimos días en las redes sociales explotaron los reclamos y acusaciones sobre una supuesta invisibilización del caso de Lucio Dupuy. Un caso de filicidio del que conocemos mucho más de lo que deberíamos. La cobertura repleta de morbo sobre las torturas y abusos que este niño padeció siguen lesionando los derechos de la víctima tras su asesinato.
Si hablamos de invisibilización, no existe un reclamo por la falta de cobertura mediática sobre los 29 niños y niñas asesinados en femicidios vinculados en 2022. Tampoco existe una demanda por conocer otros casos similares, como por ejemplo, el caso Zoe de La Rioja.
Zoe creció en Chilecito provincia de La Rioja y tenia 4 años cuando la asesinaron. Su cuerpo apareció calcinado al costado de una moto en una vivienda de la capital riojana el 14 de noviembre de 2021, unos días antes del asesinato de Lucio Dupuy. Los procesados por este crimen son su progenitora, Jimena Córdoba y el pastor evangelico Andres Bustamante.
A diferencia del caso Dupuy, la familia paterna de Zoe no firmó un acuerdo para que la niña volviese al cuidado de su madre. Zoe fue criada por sus abuelos paternos porque la progenitora la había abandonado a los 4 meses de nacida.
Cuando la niña tenía 2 años, Jimena Córdoba reclamó el cuidado parental. La familia paterna de Zoe presentó todo tipo de evidencias para advertir que la niña no debía quedar al cuidado de su madre, pero la Justicia no los oyó. A diferencia del caso Dupuy, en el caso Zoe si hubieron denuncias de maltrato infantil y advertencias sobre el riesgo al que se exponia a la niña a las que se hizo caso omiso. A los 3 años Zoe dejó de vivir con sus abuelos en Chilecito y se fue a vivir con su progenitora a la capital riojana hasta el desenlace fatal.
El caso de Zoe tuvo cierta repercusión mediática local, pero a pesar de que el abuelo, Oscar Rodriguez, habló con muchos medios nacionales, la trascendencia del caso no se asemeja al del niño asesinado en La Pampa. En La Rioja muchos se suman al reclamo de invisibilización de Lucio pero parecen olvidarse que el crimen de Zoe aún no ha sido juzgado.
Hace menos de 6 meses la Dra.Jesica Lorena Díaz Marano a cargo del Juzgado de Instrucción de Violencia de Género y Protección Integral de Menores N° 1 de la Primera Circunscripción Judicial, resolvió procesar a Julieta Jimena Córdoba y a Andrés R. Bustamante. como supuestos coautores materiales del delito de “Homicidio Agravado por el vínculo, Alevosía y Criminis Causa”, previsto en el artículo 80, inciso 1, 2 y 7 del Código Penal, de conformidad a lo dispuesto por los artículos 327, 328, 329 y 330 del Código Procesal Penal.
Luego de la investigación, el hecho quedó reconstruido de la siguiente manera: El sábado 13 de noviembre de 2021, en horarios de la tarde noche, Córdoba con su hija de 4 años de edad, regresaron de la casa de la hermana de la imputada, y en el horario aproximado entre las 22:30 y la madrugada del día domingo 14 de noviembre, la acusada habría golpeado a Zoe provocando en la zona del maxilar inferior derecho una fractura.
Ante dicho escenario, la progenitora habría decidido no llamar a emergencias médicas, sino solicitar ayuda a Bustamante quien habría ido al domicilio, y con quien habrían sacado al patio interno a la niña, donde la habrían golpeado en la cabeza y ya en un estado en el que le había sido imposible gritar para pedir ayuda, los coimputados la habrían prendido fuego bajo una motocicleta, simulando un escenario que, además de eliminar evidencia trataba de insinuar que la propia niña lo habría ocasionado. La niña tenía una fractura en el maxilar derecho inferior, fracturas en las costillas del lado izquierdo y un golpe en la cabeza, todas pre-mortem, la causa de muerte fue por asfixia.
Cuando se anunció el procesamiento de los presuntos coautores, la jueza hizo un particular análisis de la causa; dijo que “hay que hacer una revisión de muertes violentas de niñas, y hay que analizarlo desde las muertes en razón del género. Esto hace que seamos más conscientes de estos vínculos que suelen darse, de estos señores que cosifican a las mujeres que tienen hijitos, y estos quedan a merced de estos vínculos utilitarios”, en referencia a la relación de la madre con el pastor.
El caso de Zoe, que aún no tiene fecha de juicio, es un caso rodeado de muchas polémicas, por un lado se cuestiona la inacción estatal ante los reclamos, la responsabilidad del asesor de menores Juan Pueyrredón ante los planteos de la familia paterna, y el rol de Carolina Idoria y Nelly Sagua de la Secretaría de la Mujer de Chilecito, a quien acusan de intervenir a favor de que una mujer con consumos problematicos que ejercía la prostitución obtuviese la guarde de la niña.
¿Y los padres dónde estaban?
Las lágrimas de las familias paternas de las víctimas de estos casos han sido el motor de la visibilización. En ambos casos la familia paterna cuido de las víctimas sustituyendo a los progenitores cuando los niños fueron abandonados a temprana edad, y en ambos casos pesa el dolor de que sus asesinas se los hayan llevado interrumpiendo ese cuidado. En ambos casos los padres justificaron públicamente porque no estaban allí, ya que en ninguno de estos casos hubo custodia compartida, y ambos plantean una obstrucción del vínculo sin denuncia legal por falta de régimen de comunicación.
En el caso Zoe, tres meses posteriores al asesinato, Kevin Rodriguez se hizo un analisis de ADN para darle su apellido a su hija. El hecho de que la niña haya sido anotada sin reconocer al padre, fue un factor determinante ante todos los reclamos que la familia paterna realizó ante el estado.
En el caso de Lucio, Magdalena Espósito en su declaración ante el juicio como coautora del asesinato de su hijo, hizo énfasis en sus reclamos hacia el padre por que cumpliera su rol ocupándose más. Si bien esta declaración es un acto más de crueldad de la abusadora, torturadora y asesina del pequeño Dupuy, no es un dato menor la forma en la que el rol parental suele ser delegado en general. Sin responsabilizar a los padres que duelan a sus hijos asesinados, podemos hacer foco en la necesidad social de entender la vulnerabilidad a la que se someten a las infancias cuando damos por sentado que alguien más las cuida, sobre todo si conocemos factores de riesgo de quienes los tienen a cargo. No nos sirve de nada juzgar como patentaron Cristian y Kevin mientras duelan, pero si necesitamos revisar los casos en los que podríamos prevenir los desenlaces fatales.
El chivo expiatorio de la perspectiva de género
El hecho de que se le otorgue a las madres la guarda sin evaluar si estas son aptas para el cuidado de un hijo que abandonaron, no tiene nada que ver con la perspectiva de género, de hecho asumir que por ser mujeres son idóneas para maternar no es más que un prejuicio sexista basado en estereotipos de género que evidentemente fueron decisiones determinantes en estos asesinatos.
Pero en ambos casos podemos observar la afirmación de la falacia de que la perspectiva de género tuvo algo que ver en sus muertes. El antifeminismo usufructa el caso Dupuy para instalar discursos de odio y falsas noticias valiéndose del hecho de que las asesinas son mujeres, lesbianas que dicen ser feministas. Y tal vez este sea el motivo por el que el caso Lucio tuvo mayor repercusión que el caso Zoe.
Se ha intentado instalar que el factor género fue determinante para el asesinato de Lucio, si bien esto no es algo que haya considerado la fiscalia, existen discursos en el debate público que confunden feminismo con misandria.
Pero si observamos con perspectiva de género ambos casos, no es un detalle menor que de ambos casos con similares características haya tenido mayor trascendencia el que le sirvió más al machismo para cuestionar la maternidad.
Entre las desigualdades socioestructurales que pusieron en riesgo a ambas víctimas el caso Zoe es el más vulnerable, no solo porque la víctima era una nena, sino porque vivía a merced de una madre que la tuvo a los 18 años, que padecía consumo problemático de estupefacientes y que ejercía la prostitución.
Perspectiva de infancia
Si el feminismo tiene alguna injerencia en estos casos es justamente la insistencia en su militancia de visibilizar las desigualdades socio estructurales que impuso el patriarcado. El maltrato infantil, el abuso sexual en la infancia, los filicidios y la violencia vicaria estan todos atravesados por el adultocentrismo que invisibiliza los derechos de las niñeces. Desconocemos en absoluto cuál fue la voluntad de Zoe o Lucio en el momento en el que se les impuso un cambio de centro de vida, pero sí sabemos que les costó la vida. Los niños, niñas y adolescentes viven a merced de sus cuidadores y la naturalización de la violencia. Aralma y Smartly -junto a numerosas organizaciones a nivel nacional nucleadas en la Red Federal para Infancias y Juventudes (REDFIJ)- trabajan hace años por estos derechos invisibilizados y presentaron el 27 de abril pasado en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación el proyecto de Ley para crear el Ministerio de la Infancia. Su función principal será la de atender de manera integral y federal a la población infantil y garantizar su desarrollo sostenido y saludable. De concretarse o aprobarse, la cartera nacional sería la tercera de su categoría a nivel mundial, después de Noruega y Paraguay. Pero la ley Lucio que tiene media sanción en el congreso y que fue incluida en el temario para las sesiones extraordinarias, apunta a ser lo que la Ley Micaela es para la perspectiva de género, esta vez centrada en la perspectiva de las infancias. Si bien este caso Lucio no es representativo de la mayoría de los casos de vulneración de derechos de las infancias en la que los agresores son varones, fue su visibilización la que permitió que este proyecto sea tratado antes que el del Ministerio de la Infancia. Por ende, a pesar de los cuestionamientos de la falta de efectividad de la Ley Micaela, la perspectiva de infancia quedó a merced de quienes también militan con mis hijos no te metás.