La insumisa Cristina Peri Rossi era feminista, sin saberlo, cuando de niña preguntaba, asombrada, por qué no había directoras de orquesta, jugadoras de fútbol, ginecólogas, presidentas de gobierno. O cuando preguntaba por qué las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio y los hombres no. La escritora uruguaya, Premio Cervantes 2021, cuenta desde Barcelona, adonde se exilió en los años 70, que fue “un incordio” para su familia. “La frase que más recuerdo de mi infancia es: ‘dejá de hacer preguntas’. El patriarcado era incuestionable”, dice la autora de La nave de los locos, reeditada por Menoscuarto Ediciones, una pequeña editorial de España. Publicada originalmente en 1984, está considerada por la crítica como una obra trascendental en la trayectoria de Peri Rossi y la novela más importante del post-boom latinoamericano. Esta narración puede ser leída como una novela de viaje, una bitácora de los desplazamientos territoriales de los personajes, la gran huida de Equis, el viajero infatigable condenado a la errancia.
A los 81 años, la insumisión de Peri Rossi (Montevideo, 1941) se materializa en el plano material. Lo ha manifestado varias veces: detesta a los grandes grupos, editoriales o de lo que sea. Para ella los pequeños editores independientes “aman la literatura y se comprometen a publicar buenos libros que van a vender poco, con los que no se van a hacer ricos”. “Los grandes grupos solo van a ganar dinero. Los que todavía amamos la literatura más que el dinero cometemos un acto de rebeldía publicando con estos sellos”, subraya la autora de La insumisa, novela autobiográfica en la que recorre sus años de infancia y juventud con perplejidad y extrañeza ante un mundo que no comprende, publicada también por Menoscuarto Ediciones en 2019. Meses antes de que ganara el Premio Cervantes en 2021, la pequeña editorial cordobesa Caballo Negro editó la poesía reunida de la uruguaya: Detente, instante, eres tan bello, título tomado de una cita del Fausto, de Goethe. “Sarcástica, impiadosa, descarnada, trató a la poesía como la hembra de otra hembra y escribió con desparpajo el desgarro del exilio y el deseo lésbico. Lo suyo no es la ternura ni el lamento, lo suyo es el aullido”, precisó la escritora cordobesa María Teresa Andruetto en la contratapa del libro.
Atrevida y francotiradora
Hija de una familia de inmigrantes italianos, publicó su primer libro, los cuentos de Viviendo, en 1963. Después llegarían las novelas Los museos abandonados (1968), donde explora los principales conflictos políticos de la guerrilla, con la que obtuvo el Premio de los Jóvenes de Arca; y El libro de mis primos (1969). En 1972 tuvo que escapar de la dictadura militar de Uruguay porque sus libros estaban prohibidos, no podía ejercer el periodismo y la destituyeron de la cátedra de Literatura en la que había ejercido durante once años. Los militares golpistas no solo prohibieron la mención del nombre de la escritora sino que le retiraron la nacionalidad uruguaya. Aunque se exilió primero en Barcelona, como España todavía vivía bajo los últimos estertores de la dictadura franquista, con la ayuda de Julio Cortázar se escapó a París, para regresar definitivamente a Barcelona, la ciudad donde vive, en 1975. “Tuve una relación intensa, íntima, inolvidable e irrepetible con Cortázar, reconoció la escritora uruguaya a la que el autor de Rayuela le dedicó “Cinco poemas para Cris”.
Tenía que ser atrevida, francotiradora y desobediente para animarse a escribir en Evohé (1971), título que hace referencia al grito ceremonial y litúrgico que pronunciaban las mujeres que participaban en las festividades en honor al dios Baco, el poema “Oración”: Silencio. / Cuando ella abre sus piernas/ que todo el mundo se calle./ Que nadie murmure/ ni me venga/ con cuentos ni poesías/ ni historias de catástrofes/ ni cataclismos/ que no hay enjambre mejor/ que sus cabellos/ ni abertura mayor que la de sus piernas/ ni bóveda que yo avizore con más respeto/ ni selva tan fragante como su pubis/ ni torres ni catedrales más seguras./ Silencio./ Orad: ella ha abierto sus piernas./ Todo el mundo arrodillado”.
Los tópicos que suelen aparecer como constantes en su obra son la rigidez del género binario, el cuestionamiento de la masculinidad como poder social, político y sexual. Poeta, narradora, ensayista, la casa de Peri Rossi es la escritura en un sentido amplio, sin la cárcel del género. Ha publicado los libros de cuentos El museo de los esfuerzos inútiles (1983), Cosmoagonías (1988), Desastres íntimos (1997), Por fin solos (2004) y Los amores equivocados (2015), entre otros; los ensayos Fantasías eróticas (1991), donde postula que los hombres usan el sexo como poder y humillación mientras que debajo de la mirada sexual de las mujeres late siempre la humanidad; y Julio Cortázar y Cris (2014); los poemas Evohé (1971), Descripción de un naufragio (1974), Europa después de la lluvia (1987), Otra vez Eros (1994), Estado de exilio (2003), Estrategias del deseo (2004) y Playstation (2009); y las novelas Solitario de amor (1988), La última noche de Dostoievski (1992), El amor es una droga dura (1999) y Todo lo que no te pude decir (2017).
Quijotesca
En el discurso de agradecimiento por el Premio Cervantes, que la actriz Cecilia Roth leyó ante los reyes de España, mencionó un personaje del Quijote de Miguel de Cervantes, Marcela, que es codiciada y asediada por los hombres por su belleza y por su riqueza. “En un sorprendente discurso rechaza a los hombres, al matrimonio y a las relaciones de poder entre los sexos: reclama su libertad y para eso se aísla de la sociedad y se refugia en el campo, como una pastora más”, escribió Peri Rossi. “Convertí la resistencia en literatura, como hicieron tantos exiliados españoles, y en lugar de renunciar a la sociedad, como Marcela, desde mis libros, desde mi vida he intentado como doña Quijota ‘desfazer’ entuertos y luchar por la libertad y la justicia, aunque no de manera panfletaria o realista, sino alegórica e imaginativa”. Sin embargo, la autora de La nave de los locos aclaró: “Yo no he sido cronista de la realidad, me he sentido muchas veces como Casandra, en la Eneida, vaticinando un futuro y unos peligros que pocos veían”.
La Quijota insumisa escribió en un poema: “Los antiguos faraones / ordenan a los escribas: / consignar el presente / vaticinar el futuro”. “Creo que ese sigue siendo el compromiso del escritor, sin ninguna solemnidad, y con sueldo escaso -planteó en el discurso-. Y con humor, como cuando escribí este breve poema: ‘Podría escribir los versos más tristes esta noche, / si los versos solucionaran la cosa’. El sentido del humor es el sexto sentido de la literatura”. Leyendo libros de Luis Cernuda y de César Vallejo, Peri Rossi confirmó lo que le decía su madre: “a medida que más sabemos menos sabemos, por eso la virtud cardinal es la humildad. Confirmé, también, que la literatura responde a la enseñanza evangélica: ‘Hablo en parábolas para que los que quieran entender entiendan’. Yo también escribo en parábolas”, admitió la primera mujer que ganó el premio Loewe de Poesía con su libro Playstation (2009) y el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2019, entre otros reconocimientos.
En La nave de los locos, Equis, el personaje con nombre de incógnita, recibe un mandato en sueños: “La ciudad a la que llegues, descríbela”; pero el viajero infatigable condenado a la errancia se enfrentará a la imposibilidad de conocer el “alma” de las ciudades por su condición de extranjero. En la novela se intercala la experiencia del viaje con una descripción fragmentaria de El tapiz de la creación de la catedral de Girona (Barcelona), tejido probablemente entre los siglos XI y XII, “cuyo sentido es la metáfora del universo”, se advierte en la narración. “Lo que amamos en toda estructura es una composición del mundo, un significado que ordene el caos devorador, una hipótesis comprensible y por ende reparadora. Repara nuestro sentimiento de la fuga y la dispersión, nuestra desolada experiencia del desorden”, se lee en las primeras páginas.
“Pasando de ciudad a ciudad, Equis ha adquirido objetos y ha perdido otros (...) puede decirse que el tránsito de los objetos, su fugacidad, es algo que acepta con naturalidad, inmerso en el fluir del tiempo como pez en la corriente”, explica el narrador la pérdida de domicilio fijo del personaje y el desapego que implica su errancia interminable. En una de las ciudades, Equis conocerá a Morris, una suerte de ermitaño con deseos de ser escritor, y a Vercingetórix, otro exiliado político.
- “Son tiempos difíciles y la extranjeridad es una condición sospechosa”, se dice al comienzo de “La nave de los locos”. A más de 38 años de publicada la novela, ¿qué es lo que genera sospecha de la extranjeridad?
-Según los filósofos pesimistas griegos, “lo mejor es no nacer, y en el caso de nacer lo mejor es no ser exiliado”. Muchos siglos después en las películas del oeste norteamericano, cuando un hombre a caballo llega a un pueblo donde no es conocido, se lo llama “forastero” es decir, fuera de la tierra. Basta con cruzar una alambrada en la frontera de muchos países para convertirse en un exiliado. El exilio es, desde tiempos inmemorables, un castigo. No tanto por echar afuera al caído en desgracia, sino por prohibirle volver. Pero no es lo mismo ser extranjero que exiliado. Un extranjero rico es bien recibido en todas partes, hable la lengua que hable, vista como vista, coma lo que coma: la fortuna no tiene patria, por tanto, no conoce el exilio. Los pobres del mundo son los exiliados, aunque no hayan salido nunca de su casa. Dante, Virgilio, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Antonio Machado fueron exiliados, para no hablar de los cientos de miles de exiliados provocados por las dictaduras del Cono Sur. La extranjeridad es sospechosa porque somos simios agresivos que cuidamos nuestro territorio y el otro es un enemigo a temer. El diferente es sospechoso.
-Un personaje dice “¡Qué duro es el exilio, amigo mío! ¡Cuánto se sufre!”. ¿En qué momento Cristina Peri Rossi dejó de sufrir el exilio? ¿O aún lo sufre?
-A los 30 años hice mi primer viaje que fue el del exilio. Desembarqué en Barcelona, no conocía a nadie, no sabía el nombre de las calles, ni siquiera mi profesión tenía réplica (profesora de Literatura Comparada). Pero lo peor es no poder volver, nacer huérfana y sin fecha de retorno. Solo sé que se vuelve en sueños, o lo que es peor, se vaga por lugares desconocidos sin conocer la lengua ni las costumbres. Aprendí que los regresados del exilio también sufren, aunque menos, porque no hay regreso posible: pasó el tiempo, y la vida es tiempo, no-lugar.
El crecimiento del feminismo
-Una constante en esta novela (y en su obra en general) es una fuerte interrogación en torno del deseo, aunque nunca explicita certezas o afirmaciones sobre cómo opera. ¿Qué le interesa del deseo como tema?
-El deseo es una pulsión de vida que recibe distintas investiduras a lo largo de una vida y de las vidas de todos. Cuando se encarna (en un hombre, en una mujer, en un pífano, en una botella de whisky o en un gol de Messi) puede tener una momentánea gratificación, pero no olvidemos que el deseo es siempre deseo insatisfecho, instantáneo, que se fuga y que queremos atrapar, por eso vivimos: por alcanzarlo o por alcanzarlos. Un libro mío es una cantidad de deseos que intenté atrapar escribiendo, que gocé y al publicar exhibí porque los deseos contaminan, se contagian, se reproducen, van y vienen.
-¿Cómo vive este presente del feminismo, un movimiento que se fue haciendo cada vez más masivo en los últimos años en muchas partes del mundo?
-Recuerdo que era feminista, sin saberlo, cuando de niña preguntaba, asombrada, por qué no había directoras de orquesta, jugadoras de fútbol, ginecólogas, presidentas de gobierno. O cuándo preguntaba por qué las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio y los hombres no. O sea, fui un incordio para mi familia. La frase que más recuerdo de mi infancia es: “dejá de hacer preguntas”. En efecto, el patriarcado era incuestionable. Después, en las primeras etapas del feminismo, asistí a debates que me parecían ridículos como si la militancia política debía excluir el feminismo. En estos años, por suerte, el feminismo no solo ha crecido, es más activo que nunca y tiene objetivos más concretos. Me alegro de haber vivido esta etapa.