🌎 Desde Santa Teresita
Un suéter por si refresca, una foto de Dibu Martínez y de Leo Messi recién impresa para seguir con la manija mundialista, el sonido de las olas, la sal del mar y la banda sonora que, desde hace más de 20 años, se apoya en el "Daytonaaa" como el mejor llamador de ángeles posible. Qué linda es la Costa Atlántica en temporada: departamentos alquilados, amores fugaces, churros (de dulce de leche y de los otros), peatonal, boliche, panza, tanga, choclo, palmas y sánguche de milanesa.
Es verano del 2023 y los comerciantes de las primeras plazas costeras -San Clemente, Las Toninas, Santa Teresita, Mar del Tuyú y, seguro, alguna más- asumen a ésta como una de las mejores temporadas en años. Y en ese raid, el close-up se posa sobre la indestructible Santa Teresita, que maneja un número superlativo de casas de videojuegos. De hecho, muy posiblemente sea la ciudad con más arcades por persona del país. Y, por alguna razón, el dato no sorprende a casi nadie.
"Por eso voy siempre al mismo lugar/ A Santa Teresita voy/ Voy quiero ver el mar", cantaba la banda de culto Superhéroes en Santa Teresita, un hit improbable reconocido por millennials tempranos que solían veranear en Santa. "Hago puerta en los videojuegos/ Cuando hay bandera roja/ Nunca me meto en el mar", seguía la canción del disco Ubaldisney. Así las cosas, Santa Teresita se erige como un destino inherentemente popular y, por caso, los fichines siempre fueron una opción ociosa accesible, urgente y exprés.
► Santa, palanca con arena
"Hay muchos videojuegos en Santa Teresita… demasiados", dice Martín Troielli, responsable de la cuenta de Instagram Locales de Video Juegos, un fanático de la nostalgia que recupera imágenes y archivos de época. Durante los '90, su padre tuvo locales de fichines: “Nací entre máquinas recreativas, pooles y grúas de peluches", cuenta.
Quienes anduvieron por Santa Teresita en esa época saben que, por ahí, la cosa era full videojuegos: un ruido infernal de arcades apilados, el raid sinfín de fichas deglutidas y el olor, aquel olor, a cuerpo caliente, a piel afiebrada, a desinfectante para pisos. Ahora, allí, mucho más chill y ATP, sobreviven algunos juegos retro y otros nuevos mezclados con máquinas redemption y juegos de movimiento para los más chicos. "Los que tienen videojuegos son para los más grandes, como para complementar con algo", advierte el especialista. Las casas de fichines cambiaron pero, todavía, esa frescura y esa manija sigue viviendo.
"Hay fichines, hay costa", tuiteó Cristian Cardozo, intendente del Partido de la Costa Atlántica, celebrando un tuit sobre las casas de videojuegos de Santa. "Tengo local desde el año 2012 en Santa Teresita y, la verdad, no recuerdo una temporada con tanta gente", se ensancha Emiliano Monte, dueño de El Golpe, un local bestial sobre la Peatonal 2 (y 39). Ahí, varios grupos de pibes juegan al pool mientras, al costado, los tres tejos esperan ansiosos a sus próximos players.
Hay máquinas de peluches con "buena merca" (The Powerpuff Girls, Sonic, Hello Kitty; vamos a ser honestos, suelen ser malísimos y acá no es el caso), un arcade The Simpsons original -qué lindo, ¡por favor!-, unos Cruis’n World, un Marvel vs. Capcom, un Time Crisis II, un 1943, un Metal Slug, un Wonder Boy, entre otros. Claro que hay kiddies, Pac-Man, Jurassic Park, Rambo y Daytona USA. Se juega con tarjeta, se "pagan" tickets de recompensa y se vive todo con pasión.
"Después de dos temporadas malas, ésta es una muy buena", asegura Gustavo Monte, proveedor de máquinas de videojuegos para todos los locales de la Costa Atlántica y padre de Emiliano, dueño de El Golpe. "Es una temporada excelente en toda la Costa. Cariló, Valeria del Mar y Villa Gesell vienen un poco más flojas. Y la parte de Mar del Plata, Miramar, Santa Teresita y las zonas populares… explotan. Todos nos merecemos unas buenas vacaciones."
► Samba de enero
En la esquina de Peatonal 2 y 38, Crazy Park tiene una estampa bien infantil, con autos chocadores, carrusel, ¡siete tejos!, montaña rusa, algunos bowling y cine 6D (con agua, aire y movimiento). Hay mucho neón, no hay videojuegos y, al menos en espíritu, sobrevuela el recuerdo de la golden age ochentera: pibitos riendo, padres acompañando.
Entre los históricos de la Peatonal 2, en este caso y 37, está Criatura, que supo ser de los locales más pujantes de toda la zona. Tiene pocos fichines (el Time Crisis II, el Transformers: Human Alliance, el Daytona USA) y suma alternativas como el Pump it Up, el Feed Big Bertha, el Deal or No Deal y varios The Big One para levantar peluches (a $300 la oportunidad).
"¡Ahhh! ¡Uhhh! ¡Ehhh!", gritan los pibes subidos al samba de Family Park, uno de los locales más completos de la Peatonal 2 (y 36). En el medio del salón, la presencia del Bumblebee de Transformers, unos Candy Crane para levantar golosinas, autitos chocadores, toro mecánico, barco pirata, metegol, Hoop It Up World Tour (un hermosísimo redemption de básquet del año 1995) y luces de neón por todos los costados. ¿Fichines? Gemitas como Wave Runner, Super Bikes 2, Alpine Racer 2, House of Dead 2, Jurassic Park y The Walking Dead.
Pasan coches escuchando Oye mujer de Ke Personajes -uno de los temas del verano- y pasa, también, el trencito de la alegría con un Spider-Man tirando gestitos dignos de Julián Álvarez. Un artista dibuja en aerosol -¿querías retro? ¡tomá!- y, por ahí, Video Juegos Centro en Peatonal 2 (y 35), que curiosamente no está en Google Maps, maneja una estética retronostálgica más que interesante. Unas parejitas juegan al pool, otras intentan sacar unos peluches -sin suerte, lamentablemente-. Se divisan unos Daytona USA 1 y 2, unos tejos, unos metegoles, un Time Crisis III y algunas cascadas de fichas.
La gente se mueve al compás de la gula y el consumo voraz: engullan heladitos, sacan entradas para ver shows de transformistas, se anotan en el bowling, gastan guita en remeras de anime y, en este lío, se destaca la presencia total de camisetas y shorts de la Selección Argentina con las estrellas estampadas de sopetón. ¡Deme tres! Ahí, en el fondo de Playland Park (Peatonal 2 y 34) sobreviven unos Daytona USA y se acoplan unos tejos, un Virtua Striker 2 (de 1997, con el tubo un poco opaco pero único en la ciudad) y máquinas modernas como Halo: Fireteam Raven, House of the Dead: Scarlet Dawn y Ultra Moto VR.
"Hay cine 6D, que es como el cine 3D pero mejor", dice -pícara- una de las empleadas del otro Crazy Park (Peatonal 2 y 34). Clarita la cuenta. Ahí hay "películas" de aventura, terror e infantiles. Se ve un SEGA Rally, el Terminator Salvation y el Jurassic Park. Además, unas máquinas de peluches, unos autitos chocadores, unos tejos y un pequeño samba.
► VR para creer
Al final de la Peatonal 2 y la Avenida 32, se yergue uno de los más destacados locales de toda Santa Teresita: VR Juegos, que ya tiene 20 años en la ciudad. "Es una buena temporada, no la esperábamos", cuenta Viviana, su responsable. Antes de antes, allí también hubo otro local de videojuegos: tenían Scalextric, pista de patinaje y arcades a rolete. "En 2003 llegamos nosotros desde San Clemente. Nos ubicamos acá, trabajamos y siempre estamos presentes en el ida y vuelta con la gente", suma Rubén, su compañero, el otro dueño.
Un datazo: el VR del título no es por "realidad virtual" (o virtual reality), sino por "Viviana y Rubén". ¿Los juegos favoritos de Viviana y Rubén? "Los flippers de los '80", responden. De paso, acá tienen un montón: Jurassic Park, Twilight Zone, Back to the Future y Last Action Hero, entre otros. Se trata de títulos más noventeros, es cierto, pero igual de preciosos. De hecho, tooodos los arcades y máquinas de VR Juegos son de los '90. Este es, tal vez, el lugar con más retromanía de la zona (Ultimate Mortal Kombat 3, un redemption de Sonic the Hedgehog, House of the Dead… ¡ufff!): nostálgicos, es por acá.
En el recuerdo, la presencia inmarcesible del torso de Raiden de Mortal Kombat que brilló de neón y hoy se curte y marchita de salitre en el techo de Videolandia (46 y 3), que intentó vender el fondo de comercio y cerró en plena pandemia. A pasitos, Fama (en la Calle 3 y 45), último reducto videojugabilístico del off Centro, con cascadas, metegoles y algunos cuantos fichines viejos. Algunos funcando, otros quietitos: todos peinan las nieves del tiempo. ¿Hace cuánto están? "Uh, ni idea", tira el veinteañero que atiende, mientras pispea su celular.
Por la zona hay olor a pochoclo y sabor a licuado de banana. Conviven hippies y skaters, tatuajes temporales con improvisados shows callejeros, la carabela Santa María con pendejos con remeras de La Renga. Santa Teresita entroniza la idea de la meca fichinera, de un ecosistema profundamente nac & pop, de una usina de felicidad que comprime instantes eternos, pequeñas fracciones emotivas, fotografías chiclosas que -en un tiempo- serán la nostalgia del futuro.