El 63° Festival Nacional de Folclore que el domingo a la noche llegó a su fin expresó las tensiones de un escenario central de la cultura popular donde las corrientes estéticas, los caminos que se recorren para llegar a determinadas metas y el real lugar que se le otorga a esa diversidad siguen estando en el centro del debate.
Sobre ese delgado y difícil hilo le toca la misión de estar a tono con la expectativa de un encuentro hondamente popular y representativo que trascienda las paredes de la Plaza Próspero Molina y pueda ser capaz de exponer los bonanzas y desventuras de cada tiempo.
Ubicado y sostenido como el más importante encuentro del universo folclórico, a Cosquín le cabe la responsabilidad de acoger las distintas corrientes que habitan y nutren al género, pero si conformar a todos los sectores es una quimera, negar una parte de la realidad ensombrece la intención de esa ecuanimidad.
Y bien podría decirse que este Festival a la vez que expandió su abanico sonoro se quedó rengo en la incorporación de artistas y canciones capaces de dar cuenta crítica del presente.
Decididamente la vitalidad de un movimiento que tensa raíces, legados y presentes no contó con referencias –como las de José Luis Aguirre, Duratierra, Jorge Fandermole, Paola Bernal o Nadia Larcher, por citar algunas posibles- que cuestionaran el presente con caligrafía propia.
Así, mientras Cosquín fue sede de su mayor Caminata por el Agua, la Tierra y la Vida con más de 3.000 personas en sus calles, la problemática socioambiental, por ejemplo, no figuró en el programa.
El discurso político, entonces, quedó de algún modo congelado en algunos reconocimientos como el estupendo homenaje al centenario del poeta Hamlet Lima Quintana, quien gracias al vuelo de su arte y de la mano de “La cuatrereada” hizo resonar las estrofas “Arriba del petróleo/mi sur palpita/maíz, hombre, la pampa/la torcacita/Pobrecita mi tierra/tan cuatrereada/la Cruz del Sur te nombre/la iluminada/”.
Del mismo modo, la saludable tendencia de incorporar más artistas mujeres a su grilla marcando un rumbo que otros festivales –sean de folclore o de cualquier otro género- debieran tender a imitar no tuvo espacio escénico destacado, salvo en el caso de La Sole, quien claramente juega en otras ligas desde hace muchos años.
Entonces la valiosa decisión de traer y reconocer a la enorme Nacha Roldán o posibilitar los debuts de Carolina del Carmen Peleritti y Maggie Cullen, se llevaron de patadas con el contexto lógico para desarrollarse con, por caso, la imposibilidad de pruebas de sonido para muchas de ellas.
Esa suerte de ocultamiento del otro folclore se expresó en el criterio aplicado para los tradicionales premios otorgados que, en lugar de dialogar con la variedad que los propios organizadores intentaron expresar en las nueve noches, distinguió en sus lauros principales a figuras de similar carácter.
La Consagración compartida –una modalidad que llevaba años sin aplicarse- no buscó dar cuenta de estéticas de sentido opuesto sino que en manos de Juan Fuentes y Destino San Javier volcó decididamente la balanza hacia un folclore de voces, romántico y sin compromiso alguno.
En la misma sintonía se inscribió la Revelación concedida al intérprete Sergio Fasoli, en desmedro de otras apariciones musicales divergentes como las del guitarrista solista Agustín Sánchez o de Nicolás Pérez, guitarrista y cantante neuquino que se lució como autor del tema inédito “Pa que andar al costado” y en el Dúo Vocal con su hermano Federico.
También en el debe del Festival hay que anotar el destrato a la prensa –un imponente enjambre de periodistas, difusores y difusoras y fotoperiodistas de medios escritos, radiales y digitales de distinto tamaño de toda la Argentina- que perdió su lugar en la Plaza los días de mayor concurrencia, no contó con una sala de prensa como para suplir esos desbordes, padeció los malos modos de parte del personal de seguridad y jamás recibió en tiempo y forma la información requerida (en este caso, la cantidad de entradas vendidas cada noche).
Musicalmente, en tanto, la entrega que finalizó el domingo último podrá dar cuenta del feliz intento por conciliar la música popular con la académica, una apuesta con inquietantes resultados gracias al piano debutante de Horacio Lavandera (en la exquisita apertura junto a Jairo y Juan Falú), el encuentro violinístico de Néstor Garnica con Lucía Luque y la presencia de la Orquesta Filarmónica de Río Negro en esa delegación provincial.
El abordaje instrumental de Lito Vitale-Luis Salinas, Franco Luciani y Antonio Tarragó Ros por el centenario de su padre, confirmaron que hay una escucha atenta y gozosa, que no todo es grito y palmitas.
A la vez que destacaron el sorprendente y amoroso encuentro de Raly Barrionuevo con Jorge Rojas y Soledad Pastorutti (en el marco de un refinado set solista), un nuevo paso de la estilizada propuesta de Ahyre y el parejo y decidido elenco femenino con especiales menciones para las citadas Roldán, Cullen, Lucía Ceresani, María Fernanda Juárez, Micaela Chauque y Marina González, entre ellas.
Del mismo modo ratificaron sus vigentes encantos los embajadores de la chacarera Dúo Coplanacu, Horacio Banegas y Los Carabajal y estrellas históricas como Chaqueño Palavecino, Abel Pintos y La Sole confirmaron su imponente poder de convocatoria y pertenencia que genera un fecundo y necesario lazo con un público que les adora.