"La propuesta es que a los encuentros llevés tus textos, esos que barruntás que podrías darle otra vuelta o que andan precisando una escucha atenta o sólo necesitan ver la luz y tomar el aire. Vos sabrás". Así invita la narradora y docente rosarina Lila Gianelloni a Agua, su nueva clínica de obra grupal de narrativa en Oficina AlfonZina, que tendrá hoy a las 19 su charla de presentación en el espacio de Buenos Aires 2532 (La Sexta, Rosario) y luego, quienes deseen quedarse podrán disfrutar un buffet casero muy accesible.

"Con esos textos vamos a trabajar durante cinco miércoles de 18:30 a 20:30", anticipa la tallerista. "Si tenés dudas, te das una vuelta por AlfonZina el 1 de febrero que es la presentación de Agua y si no tenés dudas también". Off the record, cuenta que el nombre del taller surgió como imagen de algo "muy necesario, imprescindible".

El taller se llama "Agua" porque es lo que necesitamos ahora todos los seres vivos. Además, obviamente, las connotaciones de frescor que la palabra sugiere resultan seductoras en medio de este clima veraniego. Lila Gianelloni maneja magistralmente dos raras artes: el cuento y la escucha. Además de su saber hacer en el oficio de la narrativa, sabe compartirlo. En el ambiente literario local, goza de alta estima como alguien que "la tiene re clara" sobre el cómo escribir. Y su calidez personal natural suma a su lugar sólidamente construido de referente entre pares, aunque la idea es que esta propuesta de taller atraiga a gente que escribe más allá del mundillo literario también.

Lila Gianelloni es autora de los libros de cuentos Mapamundi (Paisanita, 2018) y Camino a casa (Obloshka, 2022). Sus cuentos suelen ser piezas literarias breves que muestran un mundo: un instante o un día en ese universo ficcional donde quien lee se sumerge como en una piscina de esas que te van llevando de lo playito a lo hondo, sin que te des cuenta, como quien no quiere la cosa. El punto de vista suele ser el de una niña callada y más bien marginada que lo observa todo mientras pasa desapercibida, como esos niños sabios de los cuentos de Saki. Sus atmósferas se tejen en un sutil y delicado equilibrio entre el asombro ante una belleza agreste y la sorda amenaza latente de lo siniestro. 

Si en Mapamundi Lila ponía a narrar una voz inocente para crear un efecto de ironía dramática, en Camino a casa el punto de vista corresponde a una serie de niñas algo mayores, misteriosamente huérfanas. Las escenas aparecen como suspendidas en un tiempo sin tiempo: veraniego, de vacaciones, de viaje corto que puede ser iniciático o una mera decepción para la protagonista, pero nunca para quien lee o escucha. A veces, la breve escena que se traza funciona como un arco dramático, de donde luego la voz se retira con discreción y sin dar más datos que los necesarios para crear la experiencia del lugar: una playa, una casa, una selva, una calle, un vistazo intenso de algo que estaba ahí antes y seguirá estando cuando el relato termine. De ahí la alucinante impresión de realidad (más que realismo) que dejan sus cuentos. A veces, en ellos, no hay niñas. En "Perdido", no hay final. Es como un sueño cuyo recuerdo está a punto de desvancerse.

Lila leyendo un cuento suyo es una narradora que hechiza con su voz. También cultiva el arte de la escucha de cuentos, o borradores de cuentos, escritos por otres. Sobre eso hablará hoy en AlfonZina con quienes se acerquen para saber más sobre la propuesta.

Oficina AlfonZina es el espacio de trabajo del sello independiente AlfonZina editoras, que desde 2021 edita en formato fanzine de lujo a poetas y artistas. Y que del 9 al 12 de febrero estará presente en la feria del Festival Poesía Ya en el Centro Cultural Kirchner.