Ningún discurso econométrico; estadística o coartada retórica puede ocultar lo que ya es inocultable. La cantidad de personas en situación de calle viene creciendo exponencialmente. Es una paradoja cruel señalar que esta circunstancia la de hallarse a la intemperie en sentido estricto y no metafórico es la que pone a cualquier ser humano al borde del oprobio. A merced de toda violencia; la institucional y la llamada "ley de la calle" que es decir un todos contra todos donde no hay lugar para los débiles y toda vileza emerge ensañándose con los seres más vulnerables: niñas y niños.
El perverso sistema capitalista lanza al abismo de la indignidad cada día a miles de mujeres y hombres de las más diversas edades. Estos no son ni "daños colaterales", ni consecuencias de errores de cálculo. Esto surge de potenciar políticas de exclusión social planificadas. En lo que los ideólogos del sistema del capital mercancía y sus lenguaraces académicos o no exhiben como sociedades de ganadores y perdedores. Sarcasmo que implica sembrar expansivamente gérmenes de egoísmo. Este sombrío panorama es el verdadero rostro de las sociedades contemporáneas, palpable en ciudades de diversas latitudes pero que puede percibirse si se tienen los ojos abiertos y la sensibilidad no atrofiada por el brutal consumismo.
Las mujeres y hombres sin techo buscando estas noches invernales un refugio a sus maltrechas humanidades mientras observan desde las tinieblas y el escarnio el despilfarro de los cómplices de este crimen inaudito que las y los suplicia cotidiamente. Podemos resultar redundantes. Asumimos que lo somos. Estas injusticias son inocultables. Quien quiera ver que vea y quien no también. Indiferencia frente a esto es complicidad objetiva.