Uno: metafísica, nombre femenino. Parte de la filosofía que trata del ser, de sus principios, de sus propiedades y de sus causas primeras. Conjunto de pensamientos o consideraciones profundos que se realizan acerca de un tema de forma especulativa.
Dos: Aristóteles desconocía la palabra "metafísica". Podríamos decir, a pesar del diccionario, que "metafísica" significa más allá (después) de la física. Es Andrónico de Rodas quien propone el título "metafísica" para los escritos aristotélicos sobre "filosofía primera". La materia de estudio de esta "filosofía primera" es el Ser en cuanto Ser, o mejor aún el Ser como tal. Lo inmutable, si me permiten la simplificación. También reflexionaba sobre la relación causa‑efecto, es decir, la necesidad de hallar una causa primera: el "motor inmóvil".
Tres: En términos actuales, y olvidando a Hume y, ¿porqué no?, a Kant, reconocemos como habitual e indubitable que una cosa lleva a la otra. Tal es así que hay quienes sostienen un sentido teleológico en el devenir histórico. La historia, que ya sabemos quién la escribe (gracias, Walter), marcha hacia un destino, tiene un propósito, un objetivo. Si esto fuere así, cabe reflexionar cuál sería este destino, más aún si reflexionamos que de las ideologías pasamos a los discursos y, anteayer, al relato.
Cuatro: En términos actuales y domésticos, el relato que se construye se acuna en la existencia de un origen, un "motor inmóvil" a partir del cual se explica el estado actual. Ahora bien, esta explicación, este punto de partida actual y doméstico que se define como la "pesada herencia" posee la solidez de los argumentos que lo sostienen. Como la pregunta metafísica es más de generar nuevas preguntas que de responder a las mismas, habemos un número equis de incrédulos que resistimos la imposición sin filtro de esta explicación y sus fundamentos. Puestos a indagar el asunto (al fin y al cabo, uno presume de no ser un necio), las explicaciones, definiciones, análisis, síntesis y demás atributos ontológicos son indescifrables. Abunda la tontería vacua. Hay demasiada repetición de imbecilidades. Entender el discurso de los defensores de la doctrina de la "pesada herencia" (léase "estos papanatas") en una tarea ciclópea. En el mejor de los casos, se trata de seres tan repulsivamente egoístas que no son capaces de la mínima cortesía de expresar sus (¿?) opiniones con un mínimo de decoro sintáctico o morfológico. Lejos de rebatir, por ejemplo, mis endebles estructuras analíticas (y soy fácil de rebatir), lejos de establecer un contraargumento, y aún más lejos de intentar convencer al otro de su yerro intelectivo esgrimiendo las razones (tal vez las haya y no las conozco) por la cual el neoliberalismo y su propuesta excluyente es mejor modelo que otro inclusivo, este aluvión ceológico repele cualquier intento de comprensión o empatía.
Cinco: En cierta oposición al pensamiento metafísico (que es, digamos a priori), podemos colocar el pensamiento científico‑positivista (que sería un pensamiento a posteriori). Ahora bien, sabemos que las verdades científicas se responden con el concepto nietzcheano de la verdad: una verdad es una mentira que funciona. De otra manera: no hay hechos, hay interpretaciones. Paradójico intríngulis epistemológico del que se puede salir (tal vez) proponiendo la probabilidad de una interacción entre ambos campos. La observación científica es posible gracias a las suposiciones a priori de la naturaleza del Universo. El pensamiento metafísico se nutre de las (no) comprobaciones del campo experimental. Pongamos un ejemplo: Dicen por ahí (ya sabemos quienes) que se está generando empleo a rajabonete. Los mismos "quienes" afirman que eso es mentira. Y con números. Luego, el mismo de antes afirma, muy suelto de cuerpo a pesar del frío, que el país crece. Simultáneamente, cierra una fábrica y seiscientos empleados ya no lo son más. La gaya y dura ciencia.
Seis: Como la poesía siempre llega antes, recordemos a Guillermo: "Hay más cosas en el Cielo y la Tierra, Horacio, de las que han sido soñadas por tu filosofía..." O esta otra: "la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido".
Siete: Idiota. La palabra idiota se refiere a quienes se ocupan de sus intereses, sin interesarse por las cuestiones públicas. Según el DRAE: "engreído sin fundamento para ello". Tiene la misma raíz que las palabras "idioma" o "idiosincrasia".