A Hollywood le encantan los héroes aparentemente indestructibles, de la elegancia de un James Bond a la locuacidad del John McClane de Bruce Willis o la circense letalidad del John Wick de Keanu Reeves, hombres capaces de enfrentarse a todo contratiempo sufriendo golpes imposibles y levantándose para seguir en la brega. Pero hay también toda una épica construida alrededor del héroe cansado, casi a media asta, que hasta ofrece dudas sobre poder estar a la altura. El Indiana Jones todo machucado. El gangster otoñal de Sylvester Stallone en Tulsa King. El Han Solo más interesado en la guita que en la gloria.
O Pedro Pascal.
Desde que se echó a rodar la idea, en 2014, la adaptación del videojuego The Last of Us generaba más dudas que entusiasmo. Las pantallas han dado cuenta de demasiados productos mal cocinados sobre juegos exitosos, y la marca creada por la empresa Naughty Dog era un material demasiado sensible. La cantidad de tiempo transcurrido hasta su efectiva realización da cuenta de todo lo que se debió trabajar hasta llegar al objetivo, pero hoy basta darse una vuelta por el sitio Rotten Tomatoes (96% de aceptación de los críticos y un 94% del público) o leer las reacciones en sitios especializados o redes para hacerse una idea de lo conseguido por Craig Mazin y Neil Druckmann para HBO. En todas, en algún momento habrá alguna mención -o varias- al soberbio trabajo de Pascal en la difícil tarea de darle vida a Joel: un hombre golpeado por la tragedia, que hará lo que pueda en un mundo devastado para salvar a Ellie, que se abrirá paso sin necesidad de grandes parlamentos. Un héroe cansado.
Sin prisa y sin pausa, el actor chileno-estadounidense fue abriéndose paso en el mainstream hasta convertirse en la figura latina más relevante de estos tiempos. Incluso se dio el lujo de explotar en el universo nerd y convertirse en un favorito de la legión Star Wars sin siquiera mostrar la cara, con un Mandalorian que vino a refrescar -y más que eso- un universo agotado de recursos facilongos.
La historia misma del actor lleva a cierta empatía. Nacido el 2 de abril de 1975 en Santiago de Chile, José Pedro Balmaceda Pascal vivió apenas nueve meses en el país trasandino. Su madre Verónica Pascal Ureta tenía vínculos familiares con Salvador Allende; tanto ella como su padre José Balmaceda Riera eran firmes opositores al régimen pinochetista. A comienzos de 1976, la familia se refugió en la embajada venezolana; primero recibieron asilo político en Dinamarca, luego se mudaron a California y finalmente a Texas. A los 11 años, Pedro competía con éxito y soñaba con una carrera de nadador profesional, pero las primeras clases de actuación torcieron el destino.
Allí podría haber comenzado todo, ese camino de superación personal que tanto gusta a las biografías oficiales, pero al joven Balmaceda le quedaban pruebas difíciles. Su padre, médico dedicado a tratamientos de fertilidad, quedó envuelto en un oscuro episodio de embriones congelados sin permiso en la clínica que dirigía con otros dos profesionales, y en 1995 volvió a Chile, antes de que se concretara su proceso judicial. Verónica murió cuatro años después. El médico volvería a Estados Unidos recién en 2022, para declararse culpable de evasión fiscal en 1991 y 1992, y solo quedar libre con el pago de una fianza de 750 mil dólares. Las escasas veces que se refirió al hecho, Pascal aseguró que su padre no hizo nada malo.
Solo en New York, en el final del siglo XX Pascal inició el camino obligado de todo aspirante a meterse en una industria de alta competividad: entregar su carpeta, trajinar pasillos, realizar interminables audiciones. Pero los productores televisivos vieron algo en él: en 1999 tuvo una breve aparición en la exitosa Buffy, la cazavampiros, compartiendo diálogos con la protagonista Sarah Michelle Gellar. Aunque el personaje de Pascal era rápidamente convertido en vampiro y despachado por Buffy, el actor empezó a pisar con más firmeza. Si en la serie aún aparecía en los créditos como "Pedro Balmaceda", la dificultad de los angloparlantes para pronunciar su apellido lo llevó a tomar el de su madre, y con él convertirse en figurita repetida de shows policiales como Law & Order y NYPD Blue.
En esa primera década, la era pre-streaming, el chileno fue un cabal laburante de los estudios televisivos. La muerte de su personaje en la primera temporada del policial Graceland podría haber sido una frustración, pero en realidad las puertas grandes estaban por abrirse. El agente Marcus Pike de El mentalista fue apenas un aperitivo. A mediados de 2014, con solo un golpe de pantalla, Pedro Pascal se convirtió en estrella mundial.
El beso de la serpiente
Pascal consiguió el rol que cambió su carrera casi de casualidad. Cuando David Benioff recibió la audición filmada con un iPhone por un amigo del actor la calificó de "amateur", pero al mismo tiempo supo que había encontrado a Oberyn Martell. En el mundo de hielo y fuego de Game of Thrones, en una cuarta temporada con las tensiones al máximo por el ya insufrible Joffrey Baratheon, el dorniense fue un soplo de aire fresco, un príncipe disoluto de tierras soleadas que buscaba venganza en King's Landing. La horrible muerte de la Serpiente Roja a manos -literalmente- de The Mountain no hizo más que cimentar su lugar de favorito entre los fans de la serie. Y los fans de GoT se cuentan por millones y millones.
Fueron apenas ocho episodios en medio de un elenco gigantesco, pero Pascal subió varios escalones. Y además, a partir de 2015 supo estar en el lugar indicado: en plena explosión del streaming y con Netflix disfrutando su lugar de pionero casi sin competencia, el actor clavó un personaje con el que aprovechó la atención que le había traído Game of Thrones. En Narcos, Pascal utilizó muy bien la versatilidad de haber interpretado a "buenos" y "malos" en innumerables series: bajo la premisa de atrapar a cualquier costo a Pablo Escobar, el agente Javi Peña se mezclaba con Los Pepes. Que al final de la segunda temporada sus jefes lo premiaran por favorecer a otros delincuentes borroneaba aún más los límites de la legalidad. Y Pascal lo hacía todo creíble.
El doblete de éxitos televisivos le amplió las ofertas para la pantalla grande, donde solo había conseguido algunos trabajos esporádicos. El fracaso de La gran muralla (2016), ese delirio dirigido en 2016 por Zhang Yimou con Matt Damon, podría haber abortado su carrera en el mismo comienzo. Pero el agente Jack Daniels (!) de Kingsman: El círculo dorado, el villano Dave York enfrentado a Denzel Washington en la exitosa El Justiciero 2 y su debut en la liga gigante del mundo de los superhéroes, en Mujer Maravilla: 1984, certificaron al chileno como actor de primera división.
En realidad, para cuando Pascal encarnó a Maxwell Lord en la película de DC, ya había obtenido su carnet de estrella de la fantasía filmada. Curiosamente, lo consiguió poniéndose el traje de uno de los personajes más oscuros de la saga Star Wars.
This is the way
Hablando de apuestas riesgosas: la compra de LucasFilm por parte de Disney, el lanzamiento de su propia plataforma de streaming, dio pie a la expansión del universo creado por George Lucas. En esa batería de series, Jon Favreau terminó dándole forma al mejor producto televisivo de la saga: partiendo de un personaje originalmente antipático, el Boba Fett que capturaba a Han Solo en El imperio contraataca, The Mandalorian se convirtió en una serie con valor propio, con obvios guiños a las películas originales pero una densidad narrativa y un espíritu de western espacial que rescata lo mejor de las ideas de Lucas.
Ante un personaje que solo mostraría su cara recién en el final de la segunda temporada, cualquier otro actor hubiera rechazado el papel. "Por supuesto que le podés decir que no a las cosas, pero no podés decirle que no a Jon Favreau, Kathleen Kennedy, Dave Filoni o HBO", le dijo el actor a la revista Wired en enero de este año. "Nunca me paré a considerar los personajes. Simplemente era la circunstancia de una puerta abriéndose, y animarse a cruzarla". Como Din Djarin, el mandaloriano, Pascal consiguió el milagro de comunicar expresiones sin quitarse el casco. La extraña pareja con Grogu / Baby Yoda fue la cereza en la torta, pero -otra vez- el actor sacó máximo provecho de otro héroe cansado, de pocas palabras y más grises que sobreactuaciones del bien o del mal.
Mientras la comunidad jedi espera con ansias la tercera temporada de The Mandalorian, que llegará a Disney+ el 1º de marzo, Pascal vuelve a dar cátedra cada domingo y en HBO Max con The Last of Us. Como con la saga espacial, consigue conformar a los más difíciles: hasta el jugador más acérrimo del videojuego celebra la elección del actor y su performance para dar vida a Joel.
Mientras tanto, el chileno se anima a experimentar: en Netflix puede verse una rara incursión en la comedia absurda con The Bubble, película de Judd Apatow muy castigada por la crítica pero que no deja de tener su gracia, con el elenco de una ridícula saga de películas de monstruos filmando la sexta parte en cuarentena. Allí Pedro es Dieter Bravo, sexópata y adicto a la cocaína -entre otras cosas- que entrega algunos de los mejores momentos de la película. Le fue algo mejor con El peso del talento, donde su personaje de Javi Gutiérrez le ofrece un millón de dólares a Nicolas Cage para... bueno, para ser Nicolas Cage, justo uno de los actores favoritos del mismo Pascal.
"Cuando miro atrás, mucho de mi historia personal parece haber presentado como una oportunidad", dijo Pascal en esa entrevista de Wired. "Cuando mis padres pudieron volver a Chile, había enormes familias de ambos lados, a las que me perdí por haber crecido en Estados Unidos. Creo que solo en la mediana edad te das cuenta de lo emocionalmente desafiante que es aceptar que no hay lugar donde plantar tu bandera como individuo. Cualquier lugar es mi hogar, y ningún lugar lo es. Pero eso también es bueno para mí. A menudo en nuestra cultura se lo señala como una desventaja, pero es una ventaja para los personajes, para la perspectiva, para el panorama."
Con una vida personal que mantiene cierto misterio, Pascal simplemente ha señalado el estado del mundo como una buena razón para no tener descendencia. Al analizar las pérdidas de Joel y sus dificultades para manejar ese nivel de dolor, afirmó que "evito todo eso no teniendo hijos, ni relaciones estables". Mostró, sí, su franco apoyo a su hermana Lux, nacida como Lucas Pascal y hoy actriz y activista de los derechos trans. Por lo demás, Pedro Pascal parece haber encontrado, como sus personajes más célebres, el tono justo para surfear la locura del mundo audiovisual. Con la lanza de Oberyn o la sinuosidad de Javi. Atravesando el planeta devastado por un hongo mortal o tras la enigmática máscara de un cazarrecompensas espacial, que parece haberle dejado el mejor consejo para conquistar a las masas amantes de la ficción: This is the way. Este es el camino, Pedro.