Desde la primera invocación a la voz poética, la escritura se desplaza del testimonio. Ese yo que habla de la autora pero que será una forma narrativa más allá de la implicación con el tema a desarrollar, es problematizado en el cuerpo del texto. Al preguntarse sobre el modo de abordar un drama que está sucediendo en su propia vida, Nathalie Léger entra en el plano de la ficción. No quiere que el dolor por la muerte de su marido y de su madre (que se sucedieron casi a la par: mientras el primero agonizaba su madre se iba de este mundo para hacer de la viudez un tránsito hacia la orfandad) la atrape en las escenas comunes, impostadas, previsibles. Hay en la autora de En busca del cielo (Chái Editora) una ambición por convertir este breve libro en una pieza estética que sobreviva a la emoción inmediata.
Para librarse de todos estos riesgos que la dejarían expuesta, que crearían un texto desnudo sobre el que la autora tendría que justificarse, Léger instala un conflicto entre esa pérdida y la escritura. De este modo En busca del cielo deviene en un texto filosófico, un material abstracto sostenido en las preguntas sobre la inminencia de esas muertes y la contundencia del cuerpo muerto, donde el ser amado ya no está.
La autora francesa toma la dimensión de la palabra viuda, que significa vacío, y permanece en esa incertidumbre porque lo que la guía y la conmueve es una pregunta sobre el saber de la muerte ¿Hasta qué punto somos capaces de percibir que ese otro ya no va a estar con nosotras? ¿Qué se puede hacer frente a la muerte? El texto se funda en esa tarea que se desvanece, que supera a la autora pero que le sirve como una posibilidad de sostener el lazo con la persona amada.
El procedimiento que le permite a Léger no agotar su escritura en la autorreferencialidad está ligado a cierta exigencia de la reflexión y el análisis, que la lleva a descubrir que lo único real es el texto. La muerte se convierte, entonces, en una irrealidad, en una trama demasiado intrincada, en un guión armado por otro sobre el que ella nada puede hacer. El amor se cuenta en el detalle de unas caricias, de un abrazo lento que ella alguna vez observó en otra pareja y que ahora describe como un lenguaje de total identificación. Ella supo que esos gestos hablaban del amor y después lo vivió con ese hombre amado que ahora está muerto. El tacto es el único que sabe. Los sujetos andan a ciegas, no entienden, no comprenden nada de lo que les pasa, pero esa sensibilidad del cuerpo tiene una intuición infalible. En esos datos sensibles Léger reconstruye al ser amado como si tuviera que volver a armarse. Ella como narradora está rota, desparramada entre las páginas, disociada como un ser que no encuentra sus partes y la escritura la integra, la mantiene en pie.
La escritura es también el tiempo que pasa ( aquí se concreta la idea de vacío), la urgencia por hacer algo con ese tiempo del duelo. Los hechos ya ocurrieron. El presente es desolador y ella retoma los pasos previos a la muerte como si fuera una trampa que se podría haber evitado. Cuando el padre de su marido murió y él, como hijo, dio un discurso de despedida, entendió que sus palabras estaban dirigidas a los vivos y no a ese ser muerto. En esta evocación la autora descubre la idea de futuro. Si en apariencia su texto es sobre el pasado o sobre un presente sin historia , lo que motiva esa escritura es la posibilidad de un después.
La traducción de Matías Battistón acompaña ese empecinamiento poético de la autora con delicadeza y firmeza al mismo tiempo. En busca del cielo es un material escrito sobre la espesura de un pensamiento que atormenta y que amenaza con destruirla. No hay aquí redención sino la elaboración minuciosa de un texto como un territorio donde todo se mezcla. Ella imagina que desciende porque mira el mundo de lxs otrxs como si ya no le perteneciera. En esa diferencia del punto de vista ( que puede hundirla o llevarla hasta la mayor de las alturas) se juega el dilema del dolor ,el lugar poético que abre el final de un duelo.