Los precandidatos a concejales de Rosario están librando una batalla política que transita en distintas direcciones. Una de ellas es sin duda la que apunta a quebrar la hegemonía socialista tras 27 años de gobierno en la ciudad para empezar a armar un mapa que opere el cambio de signo en ese sentido. La otra es de corto plazo y tiene como objetivo consolidar una gravitación en el Concejo Municipal que le de a una oposición más o menos uniforme la posibilidad de influir con éxito en las decisiones para la ciudad que se viene.

Independientemente de la suerte electoral de los comicios que se avecinan y de los posicionamientos personales según las encuestas, hay tres bloques dentro del Palacio Vasallo que se mantienen unidos e intentan construir poder en una u otra dirección: El PRO, Ciudad Futura y el propio oficialismo del Frente Progresista. El resto está disperso y su fuerza relativa se ve condicionada por esta situación. El peronismo es sintomático en esta cuestión.

Con todo, la tan mentada "fragmentación" del Concejo no significó impedimento alguno para el Ejecutivo a la hora de gobernar. Alternativamente, con el PRO hacia la derecha o con Ciudad Futura hacia la izquierda, Mónica Fein y sus principales colaboradores pudieron obtener los resultados que querían. Además contaron siempre con algún "comodín" que completaba la mayoría necesaria a la hora de avanzar con algún asunto en el pleno del recinto.

Los proyectos que fracasaron tuvieron más que ver con la impericia política del gobierno que con una fuerte oposición en el parlamento chico de Rosario. El ejemplo más notorio fue reciente, el del pedido de endeudamiento externo para hacer obras de infraestructura en la ciudad y -de paso‑ paliar el déficit que acarrea el municipio. El Frente Progresista estaba tan seguro de que el PRO los iba a acompañar que desdeñaron al resto de los concejales y el primer borrador que remitieron a Córdoba y 1º de Mayo, era una haragana carilla con una serie de puntos por los que se solicitaba autorización para endeudar a la ciudad en 200 millones de dólares.

Se hizo además la solicitud con tanta parsimonia que se fue acercando peligrosamente la coyuntura preelectoral. Cuando el PRO se negó a darle cartuchos al inminente enemigo que enfrentaría en las batallas de agosto y octubre, cundió la desesperación en el Ejecutivo y empezó a negociar con Ciudad Futura, por supuesto con un costo político, en cuanto a exigencias, mucho más elevado. Pero ya era demasiado tarde y Rosario se quedó sin la posibilidad de financiar -por ejemplo‑ las obras de Saladillo que incluían 500 soluciones habitacionales, además de la estabilización de toda el área costera, a un costo de 50 millones de dólares. La gran deuda que tiene el municipio con la zona sur de la ciudad no va a poder ser saldada en lo inmediato. Y este era, sin dudas, el único de todos los proyectos que ameritaba un financiamiento en dólares. El resto se trataba de obra pública ordinaria y ajustes contables del municipio que podía solucionar con sus propios recursos u otro tipo de financiamiento en pesos. Por supuesto, ya en la campaña este tema es tomado por los candidatos del oficialismo para hacer notar la necesidad de incrementar el número de concejales del Frente Progresista para evitar estos contratiempos en el futuro y, de paso, para subrayar la "mezquindad" de los legisladores del PRO que dejaron sin recursos y sin obras a la ciudad que algún día pretenden gobernar.

 

 

Si el Frente Progresista en Rosario funcionó poco como frente en estos últimos años; hay que decir que lo mismo pasó con Cambiemos, donde los radicales más cercanos tuvieron una casi nula injerencia y ni siquiera forman una bancada conjunta. Dos de esos radicales que tenían pertenencia con el Frente Progresista pero mantenían buen diálogo con el PRO debieron buscar mejores horizontes al quedarse sin espacio en esas coaliciones. La presidenta del Concejo Daniela León buscó la alianza con el Frente Renovador de Sergio Mazza y Martín Rosúa resucitó a la mítica lista 3 de pura cepa radical para buscar una ruta posible en esta dura competencia que se avecina.

El peronismo se ordena, como siempre, por los votos. Y esos votos los tiene Roberto Sukerman, pero no en la cantidad suficiente como para erigirse en un líder indiscutido del PJ. Sin embargo, el ex concejal logró algo que ningún peronista había logrado en los últimos años: desplazar al aliado principal Héctor Cavallero. Hoy ya no es necesario hablar con el ex intendente que mantenía en Rosario un porcentaje que el peronismo no podía desdeñar hasta ahora. Por eso, el Partido de Progreso Social de Cavallero va con candidatos propios en las últimas elecciones, como en este caso lo hace con Carlos Curi.

Sukerman -al que muchas veces se le cuestionó su "demasiado moderado kirchnerismo"-, sigue hoy parado en la Corriente que lidera Agustín Rossi en la provincia sin haberse movido demasiado de su eje político. No todos pueden decir lo mismo, mucho menos los que alguna vez lo imputaron severamente al ex concejal.

Pero es este candidato el que más comprende la necesidad de ampliar su rango en algún tipo de alianza que lo lleve con posibilidades hacia el 2019 cuando se dispute la intendencia de Rosario. Por su lado, Pablo Javkin ya es un emergente de esas necesidades dentro del Frente Progresista, al encabezar la nómina de candidatos a concejales este año y Anita Martínez es la única que piensa que para esa meta que ya disputó en 2015 sólo necesita despejar su camino interno venciendo a su contrincante en las PASO, Roy López Molina.

Lo que no tiene en cuenta la candidata del PRO, que no cumplió todavía ninguno de los mandatos para los que fue electa, es que su suerte está estrictamente atada a la del gobierno nacional. Es decir, nadie sabe de qué manera va a ser visto y considerado el partido de Mauricio Macri de acá a dos años con el acelerado deterioro político que hoy exhibe. Por otra parte, para la eterna candidata en algún momento será considerada esa decisión -que seguramente ya no es personal‑ de presentarse en todas las elecciones desde que ingresó a la arena política.

Todos son concientes de qué se juega el 2019 en Rosario en estos comicios de medio término, pero también han comenzado a ver la imposibilidad de prever el futuro aunque parezca cercano en estas tierras.