Desde Barcelona
UNO De un tiempo a esta parte, Rodríguez más que leer relee. ¿Y cuál es el sistema o método de elección que Rodríguez utiliza para volver al pasado siempre presente? Fácil: no se acuerda de nada salvo que sí recuerda que ese libro le fascinó; la mención en algo o de alguien lo devuelve a esas playas; o se deja llevar por las mareas de la efeméride. En el caso de lo que relee ahora Rodríguez, los tres factores han influido para su reencuentro: por estos días Norman Mailer es centenario; su nombre le saltó al cuello en un artículo sobre su cancelación por parte de su editorial norteamericana en tiempos que no corren sino que se arrastran; y Rodríguez se cruzó con una nueva edición en inglés del extraño y mutante y psicopático Advertisements for Myself que Mailer publicó en 1959 pensando que así rompería la mala racha no que estaba sufriendo sino que, por supuesto, los demás, todos esos críticos hijos de puta, le venían haciendo sufrir.
DOS En la portada de la reedición de Penguin Modern Classics de Advertisements for Myself está esa foto del aún joven Mailer con casi infantil y juguetona gorrita de capitán naviero que el autor quería sí o sí para la cubierta de su versión original. Walter Minton --su editor en Putnam-- le dijo que le parecía una idea ridícula y que no le beneficiaría en nada. Porque Mailer había triunfado con su debut en Los desnudos y los muertos en 1948 (a la que él mismo había definido como "la mejor novela en su especie desde Guerra y paz); pero su importación del existencialismo francés a Brooklyn en Costa Bárbara y su aproximación al inmortal fantasma de Hollywood en El parque de los ciervos habían sido casi destrozados casi unánimemente por reseñistas y académicos ya cansados de sus bravuconerías. Advertisements..., se suponía o suponía Mailer --para él, hemingwayano nato, siempre la mejor defensa fue el ataque-- pondría las cosas en su lugar y lo devolvería a los más alto donde él seguía por más que todos esos pigmeos no pudiesen verlo. Advertisements... --eufórico y agónico al mismo tiempo-- fue en su salida un libro revolucionario. Y sigue siéndolo. Mixto-mestizo, auto-ficción, blog-tweet-instagram, podcast... Ya todo está aquí sin necesidad de electricidad pero electrizante. Advertisements... recopila o más bien centrifuga a dos sumarios diferentes, fragmentos de novelas, reflexiones, poemas, parte de una obra teatral, entrevistas y periodismo (que anticipan ya modales maxi-new), ensayos (como esos tan célebres y condenados donde analiza la condición del hombre "blanco negro" o donde destruye o deconstruye sin piedad a colegas íntimos bajo el título de "Evaluaciones: Rápidos y costosos comentarios acerca del talento en la habitación" porque a los amigos no se les miente), cuentos (como el antológico y bestial "The Time of Her Time" en el que dedica páginas y más páginas a como le obsequia el primer orgasmo de su vida --vía anal, una de sus obsesiones/motivos recurrentes-- a una frígida "princesa judía" quien, luego del clímax, le escupe un "no haces otra cosa que huir del homosexual que en verdad eres"), y las "autoentrevistas" donde reflexiona desde todos los ángulos posibles acerca del tema que más le interesa y que, sin dudarlo, considera como el más importante para la humanidad toda: Norman Mailer.
TRES Luego de Advertisements... ya no hubo retorno posible: Norman Mailer se había convertido en el mejor personaje de Norman Mailer. Un bully de salón con aspecto de hobbit quien inevitablemente cayó en el lugar común de fotografiarse con guantes de boxeo. Un tipo sincero quien en su entrevista con The Paris Review confesaba que "Yo sólo quiero ser Tom Sawyer" (lo que explica ese diagnóstico de su persona a cargo de Joyce Carol Oates: "Mailer me parece a mí, de lejos, el mejor de los narradores que han sabido construir 'sistemas de lenguaje', porque él lo ha hecho con la audacia y la inocencia de un niño sin preocuparse por ser hijo de Nabokov o Borges o Beckett"); pero quien no dudaba en ampliar y advertir que "pero a la vez tengo una visión tan sofocante de mí mismo que no podría siquiera pensar en plagiar algo o parecerme a nadie". Un Napoleón en el exilio planeando su eterno retorno. Un biógrafo/novelizador de íconos pensándose a la altura de su novelizados/biografiados (JFK & Oswald, Muhammad Ali, Marilyn Monroe, Neil Armstrong, el también ahora de necro-aniversario y también cancelable Picasso, Hitler y, cómo iba a perdérselo, Jesucristo). Una atracción casi circense de tertulia televisiva (luchando por ese primer puesto catódico con Truman Capote y Gore Vidal) lanzando un demencial o ingenioso titular detrás de otro (lo que no impide que la lectura de su reposado y preciso Un arte espectral: reflexiones sobre literatura equivalga para Rodríguez a varias décadas de terapia en taller literario). Un fiel defensor (salió al rescate de Bret Easton Ellis durante el escándalo de American Psycho, pero teniendo muy claro que él había hecho todo eso antes, en 1965, con la pesadillesca y criminal An American Dream, para Joan Didion "la única novela neoyorquina seria y en serio desde El gran Gatsby"). Un marido serial que llegó a apuñalar a una de sus esposas. Un revolucionador de la crónica y de la novela cronificada --a la vez que fundador de The Village Voice-- con las muy premiadas y admiradas Los ejércitos de la noche y La canción del verdugo. Un encarador de grandes proyectos inconclusos como El fantasma de Harlot (la CIA à la Balzac) o Noches de la antigüedad (que concluiría con ese ancestral egipcio reencarnándose en, por supuesto, Norman Mailer). Aquel cuyo nombre es cantado en "Give Peace a Chance" de John Lennon y "The French Inhaler" de Warren Zevon y "Somewhere in Hollywood" de 10cc y "Are You Ready to Be Heartbroken?" de Lloyd Cole and The Commotions y "Animal Bar" de los Red Hot Chilli Peppers y aparece como autor de la novelización de la película de Itchy & Scratchy en un episodio de Los Simpsons. Director/actor de cine ocasional cuyo primer corte de Maidstone alcanzaba las cuarenta y cinco horas (Godard le aconsejó que no le cortara ni un minuto). Alguien quien, en la introducción a una entrevista a Madonna, arranca con un "No hay nada comparable a vivir con un fenómeno cuando el fenómeno eres tú mismo y te la pasas observándote a ti mismo con una reposada inteligencia y descubres que tú puedes ser la persona más interesante que jamás hayas conocido". Y, claro, ahí Mailer no se refiere sólo a Madonna; y uno de los chistes de Woody Allen en El dormilón es que el protagonista, al despertarse en el futuro, se entera de que Mailer acabó donando su ego a Harvard.
CUATRO Y, claro, como de costumbre Norman Mailer se salió con la suya y ahí estuvo en 1959 y sigue estando en la reedición de Advertisements... de Penguin su retrato con gorrita marinera. Y, de pronto, Rodríguez entiende el por qué esa foto tenía que estar ahí. Mailer fue el megalómano y monomaníaco Ahab de la literatura Made in USA siempre a la caza de la Gran Novela Americana. Tal vez nunca la haya alcanzado pero, seguro, fue el que más veces la avistó. Y hasta es posible que haya llegado a clavarle algún arpón para luego contemplarla alejándose hacia las olas del horizonte mientras pensaba no que él se parecía tanto a esa ballena blanca sino que esa ballena blanca se parecía tanto a él.