Aunque falte menos de un mes para que se celebre una nueva edición de los Premios César, la gran fiesta del cine francés ya se ha empañado por causa de una terna en particular, que está causando revuelo entre el público en redes y buena parte de la prensa que, con justificado disgusto, se preguntan: “¿…Y dónde están las cineastas?”. “Los nominados a Mejor Dirección son: Cédric Klapisch por En Corps, Louis Garrel por L’Innocent, Dominik Moll por La Nuit du 12, Cédric Jimenez por Novembre y Albert Serra por Pacifiction”, dirá el presentador de turno el venidero 24 de febrero en el mítico teatro parisino Olympia, donde se llevará a cabo la edición número 48 de esta premiación tan prestigiosa. Y así brillarán por su ausencia las directoras en esta categoría donde, según la opinión generalizada de conocedores, más de una cineasta merecía figurar en las candidaturas.
No se trata de forzar la cuota equitativa, aclaran para aventar sospechas cantidad de especialistas, sino de valorar el mérito artístico por sí mismo: después de todo, la propia crítica más rigurosa apunta que varios de los films franceses más descollantes del último año están firmados por mujeres, que además de cosechar excelentes reseñas, en varios casos atrajeron a un público muy numeroso. De allí que voces calificadas, a las que les repatea la situación, tilden la omisión de “decepcionante” e “incomprensible”, destacando que no faltaban dignísimas candidatas. Entre las cineastas ninguneadas por la Académie des César, se menciona -por ejemplo- a Alice Diop, documentalista que no para de recibir elogios por su primer largometraje de ficción, Saint Omer…
Este film fue doblemente galardonado en el último Festival de Venecia, elegido además para representar a Francia en la inminente carrera a los Oscar (no llegó al quinteto de nominadas, pero quedó entre las preseleccionadas) con su tocante historia sobre una madre acusada de matar a su beba de 15 meses, poniendo sobre el tapete de qué manera sesgos racistas tiñen la investigación. La cinta, que sigue el juicio contra esta estudiante de doctorado de origen senegalés, está inspirada en hechos reales: el caso de Fabienne Kabou, que Diop (de la misma de ascendencia que su protagonista) siguió atentamente en sus días, año 2016, llegando incluso a asistir a la Corte para presenciar el proceso contra “la infanticida de Berck”, como le llamó la prensa sensacionalista.
“Universal, desgarrador y, aún así, luminoso”, dice cierta crítica sobre el ponderado Un beau matin, de Mia Hansen-Love, film de otra gran directora desairada que aquí aborda -con sensibilidad y sin golpes bajos- el cuidado de los mayores preservando su dignidad. Su película se centra en una heroína desgarrada, Sandra, madre viuda interpretada por la actriz Léa Seydoux que ve con dolor e impotencia cómo su padre deja de ser el hombre que ha sido, alcanzado por una enfermedad neurodegenerativa.
Otra ausencia en la categoría Mejor Dirección que ha hecho mucho ruido (con muchas nueces) es la de Alice Winocour, que en el elogiado Revoir Paris habla sobre el trauma y su efecto en los recuerdos desde la óptica de una muchacha, Mia (Virginie Efira), que padeció el horror más tremendo que le ha dejado la memoria hecha jirones: tras haber sobrevivido a un atentado en un bistró parisino, intenta recuperar las riendas de su vida, restablecer su equilibrio mental.
Rebecca Zlotowski (directora de Les Enfants des autres), Valeria Bruni-Tedeschi (Les Amandiers), Patricia Mazuy (Bowling Saturne), Sylvie Verheyde (Stella est amoureuse), Claire Simon (Vous ne désirez que moi), Charlotte Le Bon (Falcon Lake), Blandine Lenoir (Annie Colère): otros nombres que tranquilamente podrían haber figurado en la mentada terna, con films a la par -o por encima- de los de sus nominados homólogos masculinos.
Lo desalentador es que esa parcialidad viene de lejos. En toda la -larga- historia de los César, tan solo una mujer ha ganado el premio a la mejor dirección: Tonie Marshall, en 2000, por Vénus Beauté (Institut), agridulce comedia romántica sobre tres empleadas de una peluquería. Enfada además que, en los últimos años, al menos había alguna que otra nominada en la categoría, aún siendo minoría: Céline Sciamma, Houda Benyamina, Maiwenn, Nicole Garcia, Jeanne Herry, por poner algunos ejemplos. De hecho, la edición de 2022 representó todo un hito para los César: compitieron tres mujeres en la terna, Audrey Diwan, Julia Ducournau y Valérie Lemercier, aunque la estatuilla acabara en manos del grandilocuente Leos Carax. Para colmo, la situación se ve replicada del otro lado del charco, en los Estados Unidos: este año también hay solo varones compitiendo a mejor director en los Oscar, lo cual le ha valido a la Academia de Hollywood unas cuantas críticas.
No tan enfáticas como en Francia, todo sea dicho, donde incluso han salido algunas justicieras a tomar ocurrentes cartas en el asunto. Tal es el caso del staff de la revista Causette, que acaba de inventar un premio, el Cléopâtre, exclusivamente destinado a compensar a las realizadoras que, a su entender, han sido menospreciadas por esa “fiesta del cine”. Esta publicación otorgará dos estatuillas; una elegida por el jurado (la redacción) y otra por el público, que puede votar hasta el 10 de febrero a su favorita. Si no las consideran para el César, démosle algo mejor: démosle a la Reina del Nilo, esgrimen con picardía las hacedoras de Causette, que darán a conocer a las ganadoras el viernes 24 de este mes, o sea, el mismo día de la ceremonia de los César.