Una declaración sacada de contexto y una foto trucada pueden componer en pocos segundos una tendencia en redes sociales que no es solo eso: granjas de trolls —grandes generadores de Fake News—, sponsoreo de tuits y en definitiva la automatización de una campaña —o una operación— que agitan las aguas de quienes preparan el cuchillo y el tenedor en busca de la oportunidad de dar el primer mordisco: “La madre de Lucio debería quedar libre porque no tuvo la oportunidad de abortarlo”, como si el entrecomillado fuera una declaración se viralizó en redes y se le adjudicó a Paula Litvachky, la directora ejecutiva del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels) en medio del juicio a Magdalena Espósito, la madre de Lucio Dupuy, y a su pareja, Abigaíl Páez, por haber asesinado al niño.
Falso de toda falsedad, pero así de fácil se pinta al “feminismo radical”, perverso y otros calificativos que se pueden rastrear en redes. Siempre asociado, además, al socialismo, el kirchnerismo, el progresismo extranjerizante, etcétera.
El resultado fueron miles de retuits y mensajes agrediendo al Cels por “ponerse del lado de las asesinas”. La fuente había sido una nota de enero de 2021, donde el Colectivo Yo No fui, que trabaja con personas en situación de encierro, hacía referencia a acciones que pudieran disminuir la vulneración de derechos que el encierro en cárceles provoca, y a propósito de esto decían en la nota mencionada: ”Es necesaria la revisión de causa con perspectiva de género en los procesos judiciales donde se han condenado mujeres cis, personas trans, lesbianas, no binaries acusadas de homicidio agravado por el vínculo sin haber tomado en cuenta el atenuante de no haber podido acceder en tiempo y forma al IVE (Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo)”.
Ni la declaración había sido de la directora ejecutiva del Cels ni tampoco se refería al caso específico del crimen de Lucio. Los argumentos para desmentir la noticia fueron presentados por el portal Chequeado.
Sin embargo, la televisión, los medios digitales y cuentas en redes sociales se auto invitaron al convite: "¿Por qué el feminismo no habla de Lucio?" fue la pregunta que blandió como una espada y que generó debates televisivos, radiales y editoriales —como el del diario La Nación “La violencia no tiene genero—, basados en una nota de enero 2021, es decir, 10 meses antes del asesinato de Lucio Dupuy.
La semana pasada, la periodista Marina Abiuso cerró su cuenta de Twitter tras recibir una enorme cantidad de agresiones y amenazas, acusada de defender a las “asesinas lesbianas y feministas” de Lucio Dupuy. “Ellos pueden mentir deliberadamente y yo no puedo responder con una mentira, es como si te subieras a pelear a una cancha de boxeo en donde todo vale”, dijo en una de las entrevistas que dio después de tomar la decisión.
Twitter, cierre de cuentas y falta de transparencia
Mariana Fossatti es socióloga e integrante de Laboratorio de Datos y Sociedad (DatySoc). A medida que aparecen los discursos más virulentos o respuestas agresivas, el efecto es disuadir a otrxs de participar: "Es decir, cuando veo que hay toda esa cantidad de respuestas agresivas ya no quiero participar en ese diálogo, lo que hace que la persona agredida quede de cierta manera en soledad”. Tomar la decisión de cerrar cuentas en Twitter, algo que se vuelve común como respuesta a las agresiones como una forma de resguardo y sobre todo en el caso de personas que trabajan en comunicación, implica un detrimento significativo de la libertad de expresión.
Para Fossatti, es muy difícil saber cómo empiezan las operaciones en redes sociales y específicamente en Twitter: “La dificultad radica en la falta de transparencia que tienen, es decir, son plataformas que son propiedad de empresas privadas, no se sabe cómo funcionan sus códigos, sus algoritmos o lo que priorizan en las líneas de tiempo. Tampoco se conocen las políticas de moderación de contenidos públicamente y muchas veces eso se justifica por cuestiones de seguridad”, explica.
Violencia de género digital en América latina
Entre octubre de 2019 y octubre de 2020, se publicó una investigación llamada “Ser periodista en twitter. Violencia de género digital en América Latina”, coordinada por la asociación civil argentina “Comunicación para la igualdad” y la organización colombiana “Sentiido”. En la investigación se señala que “el objetivo de los ataques es manipular la opinión pública que se forma en las redes sociales, que tienen un poder muy grande de dar voz a la gente y se constituyen en un valor democrático importante. Pero cuando se generan esas distorsiones, esa posibilidad de diálogo, de debate público, de foro abierto, también se distorsiona”.
En junio de 2021, se publicó una investigación llamada la reacción conservadora realizada por 6 periodistas, algunas de ellas, feministas. Como respuesta a la publicación del trabajo se instaló el hashtag "Gestapo" para escribir tuits sobre la investigación periodística desde cuentas —muchas de las cuales hoy encabezan las tendencias en el caso de Lucio— que argumentaban que la investigación era una lista negra.
Se trataba de un trabajo de más de un año para mostrar cómo funcionan las nuevas derechas a través de la realización de un mapa de relaciones entre distintas cuentas de redes sociales y las fichas de las personas que encabezan la reacción conservadora. Las preguntas que podían derivar de la investigación quedaron clausuradas porque la plataforma donde estaba subida cayó como consecuencia de un ataque informático.
Según la encuesta realizada por Amnistía Internacional Argentina en 2019, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia en las redes sociales en el país. De éstas, un 26% recibió amenazas directas y/o indirectas de violencia psicológica o sexual; un 59% manifestó que fue objeto de mensajes sexuales y misóginos, mientras que un 34% recibió mensajes con lenguaje o comentarios abusivos en general. El informe destaca que “la situación se vuelve peor si son periodistas que cubren temas de feminismo o derechos de las mujeres, o incluso simplemente al ser identificadas como feministas, y ya aunque estén tuiteando de otra cosa, reciben insultos como “feminazi”.
Operaciones y medios
Las operaciones, según Beatriz Busaniche, pueden ser instrumento de cualquier medio de comunicación. Ella es profesora de la UBA e integrante de Fundación Vía Libre, una organización civil que defiende derechos fundamentales en el entorno digital: “Los medios digitales hoy contribuyen mucho a amplificar este tipo de operaciones pero yo no las calificaría como una operación digital, sino como operaciones para denostar a determinadas personas o determinados colectivos. Cuando son tan virulentas tienen como objetivo a su vez silenciar a quienes podrían eventualmente manifestar su solidaridad con las personas atacadas, y por miedo a convertirse en el próximo blanco, hacen silencio”. Busaniche afirma que este tipo de mecanismos son muy dañinos para el debate público.
La palabra “troll” es muchas veces la que hace referencia a las operaciones en Internet. Según Busaniche, la figura del troll ha ido mutando desde que se popularizó el uso de Internet: “Hoy se habla de las granjas de trolls, que son campañas automatizadas pagas. Ahí el imaginario nos remite a personas detrás de computadoras, pero en realidad muchas veces son mensajes automatizados u operaciones orquestadas sin que haya un gran número de personas reales detrás de la operación. Lo que sucede es que mucha gente se une a la operación porque coincide con su ideología o porque la dan por válida, de ahí es de donde realmente se nutre la campaña”.
La mecánica de las redes sociales
Respecto de esto, Mariana Fossatti agrega: “Las personas racializadas, las mujeres o las personas LGTBIQ+ que ya traemos un montón de vulnerabilidades, intentamos no engancharnos y no responder dentro de estas batallas digitales por encontramos en mayor soledad o indefensión, teniendo en cuenta que muchas veces se dan a conocer las identidades de, por ejemplo, las mujeres periodistas que se presentan con su identidad como estrategia de comunicación de traer un discurso crítico; obviamente vemos cómo son un objetivo de este tipo de operaciones” concluye.
La mecánica de las redes sociales es un paralelo que marca el pulso de la vida cotidiana, pone en agenda y por supuesto disputa todo el tiempo la información. Echar luz sobre los dispositivos es una estrategia para nutrir el pensamiento crítico y de resistir, si es que es posible, a este tipo de operaciones organizadas. Queda en el aire la pregunta sobre quiénes se benefician. Por su parte, las redes sociales siguen las coordenadas del engagement, una palabra en inglés que en nuestro idioma se utiliza para determinar el compromiso que se establece entre una marca y su audiencia, en las distintas comunicaciones que producen entre sí. La violencia digital sin duda responde a esta lógica, que le viene como anillo al dedo a quienes ven en movimientos sociales y políticos un peligro que hace tambalear el statu quo.