“Aviso: no voy a apretar jueces”, escribió en su cuenta de instagram Fernando Burlando antes del vivo que protagonizó el lunes a la noche. En el flyer, junto a la cara sonriente de Fernando Baez Sosa, víctima de un crimen dolorosísimo para su familia y la sociedad, las frases que son el caballito de batalla del abogado mediático en este verano: “No se arrepienten”, “matar les dio hambre”, “perpetua”. En contraste, la cara seria del abogado. Una cara conocida en todo el país por sus constantes apariciones en distintos programas de televisión.
En esa transmisión, se ocupó de dejar en claro que los ocho acusados en el juicio, si reciben la reclamada condena a prisión perpetua, “no gozarán de libertad condicional”, por los cambios en la legislación en 2004 -las llamadas leyes Blumberg- y en 2017.
La periodista Victoria De Masi contó con detalle que la prioridad de Burlando durante el juicio por Fernando Baez Sosa eran las cámaras de televisión. Su estrategia fue ganar el juicio, primero, en la opinión pública, para después instalar que “si no hay perpetua, no es justicia”, y dejar en claro que los ocho acusados por el homicidio “no saldrán más” de la cárcel.
Desde aquel 18 de enero de 2020, cuando las imágenes de Fernando Báez Sosa tirado en el piso, pidiendo que no le peguen mientras lo mataban a golpes recorrieron el país, la causa se convirtió en un paradigma del racismo y la masculinidad violenta. La actuación de Burlando obtura cualquier discurso social en ese sentido. Confina el tema a la -ineludible- responsabilidad de los ocho jóvenes que golpearon hasta matar. Luciano Pertossi, Ciro Pertossi, Lucas Pertossi, Ayrton Viollaz, Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, y Blas Cinalli, todos acusados de lo mismo, todos en prisión perpetua.
Así se abona día y noche a la construcción de los monstruos asesinos, que sólo recibirán su merecido si quedan en la cárcel para siempre. La justicia, en esos momentos, toma una forma más parecida a la venganza.
Es cierto que la profusión de videos hacían de este “caso” una causa televisiva de bajo costo y alta intensidad. Con su repetición al infinito, se revuelve la inevitable congoja que provoca verlo indefenso, en el piso, brutalmente golpeado.
La repetición infinita también está relacionada con la popularidad previa de Fernando Burlando y su disposición permanente a ser entrevistado. Uno de los mojones para tallar su fama fue la participación en Bailando por un sueño, donde protagonizó escenas de machismo explícito con Marcelo Tinelli para desacreditar a quien era –y volvió a ser, y ahora es- su pareja Barby Franco. Esa noche, relataban una pelea. Barby contaba que él había vuelto de una fiesta a las 6.30 y eso la había enojado. “Ella me vio a esa hora”, decía con sorna y complicidad masculina el abogado, buscando la complicidad del conductor. Barby contraatacó con pruebas: las cámaras de seguridad marcan que ingresó a la 6:23. Sonrisas entre varones. “Son siete minutos de diferencia, es lo que dice el doctor”, remata jocoso Tinelli.
Desmentir la palabra de una mujer en la tele. De eso, Fernando Burlando sabe. Defendió a Juan Darthes en el juicio por violación que se lleva adelante en Brasil, con un trabajo coordinado entre los ministerios públicos fiscales de ese país, Nicaragua y Argentina. Entonces, la empatía con la víctima no era un valor absoluto para él. “Si tienen posibilidad de acceder a la denuncia, se van a dar cuenta de que es muy difícil interpretar una situación violenta en relato de Thelma Fardín", dijo el abogado en 2019. El abogado fue más allá: "La información y documentación que nos acercan los profesionales de Nicaragua es que no se ve una negativa categórica, un rechazo claro. Es más, me parece que lo ha dicho, que la hemos oído a Thelma Fardín decir que tardó ocho años en darse cuenta que había sido violada, lo dijo en los medios. Me parece que si ella misma no se dio cuenta en ocho años, mucho menos se puede dar cuenta la persona a la que ella acusa como un agresor sexual". Porque hay víctimas y víctimas.
En 1997, Fernando Burlando fue el abogado defensor de la banda que ejecutó el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas en Pinamar. Junto a Juan Martín Cerolini representaron a Horacio Braga, Sergio González, José Luis Auge y Héctor Retana, conocidos popularmente como "Los Horneros", ya que provenían de la localidad de Los Hornos, en La Plata.
El trabajo de un abogado es litigar. Y toda persona que cometió un delito tiene derecho a la defensa. Es decir que no se trata de criticar a Burlando por defender a imputados de delitos graves. Se establece una pregunta sobre el cómo. Así como Hugo Tomei pidió la absolución de sus defendidos, Burlando pidió lo mismo para los Horneros, los intentó construir como víctimas del comisario Gustavo Prellezo. Es el trabajo de la defensa.
Cuando el tribunal de enjuiciamiento se traslada a los sets de televisión, la cosa cambia. Las reglas jurídicas son aburridas para la lógica del rating minuto a minuto y es más fácil –incluso, necesario- apelar a las emociones, a la necesidad humana de poner el mal en otro lado, afuera.
También en los sets de televisión, su actual pareja, Barby Franco contó que quería sacarse el chip con geolocalización que Burlando le había insertado cuando sufrió un intento de secuestro. Durante el tiempo que estuvieron separados, ella quería retirar ese dispositivo que la tenía todo el día bajo control, pero debía viajar a Estados Unidos, y la extracción no podía hacerse sin autorización del abogado. Cuando esa entrevista ocurrió, estaban separados. En otra nota, en otro canal, la bailarina contó que su ex pareja le había regalado un iPhone 7 para saber su ubicación y dijo que se sentía un poco "vigilada". "Él tiene toda la información que me llega a mí. Sigo teniendo el mismo teléfono y sabe todo", agregó la joven. Después, hubo reconciliación y a fin del año pasado, nació Sarah, la hija pequeña de Burlando que, con 57 años, tiene otras hijas adultas.
Todo en la televisión, donde prima el show. Y ese es el fuerte de Burlando, según se puede testear entre colegas, siempre en off. La técnica jurídica va por otro carril.
Porque, oh casualidad, Burlando se convirtió en el justiciero y, poco antes del juicio, a fines de diciembre, anunció por diferentes medios que sí le interesaba ser candidato a gobernador, con el partido Movimiento de Integración Federal (MIF). A mediados de esta semana, cuando la falta de audiencias suspendió la cadena nacional por el caso, aparecieron carteles escuetos en las paredes de la provincia: Burlando 2023.
La prédica por la mano dura y el castigo tiene una historia en la Argentina, y el interés político de amplificarla -montada en el legítimo reclamo de la familia de una víctima- no puede ser inocente.