El Banco Mundial publicó una actualización de sus previsiones sobre el crecimiento de la economía mundial que alcanzaría 2,9 por ciento en 2022, muy inferior al número previsto a fines del 2021 que era del 4,1por ciento. La estimación de la OCDE es similar, del 3 por ciento. Estos datos permiten comprender que la economía argentina tuvo una performance muy satisfactoria puesto que para los tres primeros trimestres del 2022 el PIB aumentó 6,4 por ciento según el Indec y que, a pesar de la ralentización del gasto público en el último trimestre, alcanzará un nivel de alrededor del 6 por ciento en el año completo a pesar de la coyuntura económica global recesiva.
La situación de la economía global se prolongará en 2023 ya que, según la OCDE, el crecimiento del PIB mundial solo alcanzará un 2,2 por ciento. La nueva ralentización es explicada por la guerra en Ucrania y estaría ligada a una caída de la demanda global provocada por la baja del poder de compra de los salarios y las jubilaciones debido al incremento del precio de la energía que llevan la participación de este rubro a casi 18 por ciento del PIB. Esto deja menos recursos para comprar otros bienes, además de impulsar una aceleración de la inflación que en los países avanzados se acerca al 10 por ciento.
Ya a principios del 2022 los gobiernos de Pedro Sánchez en España y de Antonio Costa en Portugal habían establecido un tope al precio de la electricidad y del gas introduciendo un subsidio, ejemplo que se aplicaron luego otros países de Europa. Alemania subsidiará en 2023 el consumo de gas y electricidad con un monto de 200 mil millones de euros, suma apenas menor a la mitad del PIB argentino.
La economía mundial entró en un periodo de estanflación, es decir de inflación con recesión. La guerra en Ucrania es el argumento más utilizado para explicar la evolución en 2022 y la acentuación en 2023. Pero esto parece más una justificación que un análisis económico ya que el precio del gas se encontraba ya desde fines de diciembre a un nivel similar al que era antes de la guerra , debido a las importaciones masivas desde Estados Unidos y los países árabes.
Un error de política económica
La caída de la tasa de crecimiento en los países avanzados durante 2022 tendrá consecuencias en los países periféricos. Pero el efecto dominó es el resultado de un error de política económica: al entrar en la fase menos virulenta de la pandemia a fines del 2021, los gobiernos conservadores restringieron el gasto público, que había permitido moderar la caída de la demanda global, de manera demasiado apresurada y abrupta y sobre todo antes que la situación económica se normalizara.
Al impedir que la demanda global alcanzara su completa recuperación y que se concretara la reactivación económica, se provocó un estancamiento que volvió a recaer aun más con la guerra. Esta situación colisionó con la aparición de un proceso inflacionario pospandemia que fue explicado a fines del 2021 por los economistas ortodoxos, y por el FMI, como el resultado de “cuellos de botella” en el abastecimiento y el incremento de los costos de transporte de los productos provenientes de los países asiáticos. Este aumento de los precios de los bienes importados también disminuyó la demanda global acentuando la ralentización de la economía, que se está transformando en recesión.
Aunque pueda parecer asombroso los Bancos Centrales, en particular la Reserva federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo, comenzaron a incrementar la tasa de interés para favorecer a los especuladores como si la inflación fuera un fenómeno provocado por una expansión monetaria, cuando los economistas explicaban que no era el caso. El aumento del costo del crédito agrega un factor importante a la recesión provocada por la pérdida del poder de compra de los salarios debido al incremento de los precios, tanto de la energía como de los costos de transporte.
El apresuramiento de los gobiernos conservadores de reducir del déficit presupuestario tiene un origen ideológico. En la actualidad, si bien hay un nuevo incremento del gasto, será difícil escapar a una recesión. Se cambió la orientación presupuestaria demasiado tarde como para mantener el nivel de la demanda efectiva. El nuevo aumento del gasto público se presentó como una ayuda de emergencia frente al incremento del costo energético, pero a nadie se le escapa que es una típica medida keynesiana de sustento a la demanda global ya que la ayuda al consumo de energía permite sostener al conjunto de la economía que, de otra manera, tendría una caída más significativa.
Déjennos crecer
En Argentina, la notable reactivación económica debe proseguir. Es necesario que se continúe en la senda del crecimiento económico a una tasa elevada iniciada luego de la pandemia. Esto con el objetivo de incluir los sectores sociales excluidos por la política económica macrista y transitar hacia una mayor redistribución del ingreso a fin de incrementar la demanda agregada y proseguir con la tendencia actual, muy positiva, de la inversión: 7,7 por ciento con respecto a los tres primeros trimestres de 2021 y 21,4 por ciento respecto al mismo periodo del 2019.
Lo sucedido en el tercer trimestre del 2022, que muestra una baja del consumo de las administraciones, no es el camino adecuado. La economía argentina no ha absorbido aun el "desempleo keynesiano" provocado por la crisis macrista y la pandemia, asociado a una demanda efectiva insuficiente. Está afectada también por una crisis clásica del empleo donde la cantidad de puestos de trabajo es inferior a la cantidad de personas que desean y están en situación de trabajar. Esto explica por qué la tasa de ocupación es baja, casi 30 puntos inferior a la de los países avanzados. Es necesario hacer una política económica inclusiva de manera de reintegrar en el circuito económico a los trabajadores en situación de precariedad.
El gasto público permite mantener el nivel de la demanda o incrementarlo no solo en lo inmediato sino prolongado en el tiempo debido al efecto multiplicador. La victoria sobre los efectos económicos negativos de la crisis dejada por Macri y profundizada por la Covid-19 debe ser preservada y debe proseguirse la expansión del gasto para continuar en la senda de crecimiento. La propuesta que aparece en los medios de limitar el gasto publico y la acción del Estado carece de sentido.
Ya lo sostuvo Néstor Kirchner: "Déjennos crecer, déjennos producir para poder pagar y honrar nuestras deudas”. Para poder pagar la deuda dejada por Macri, con la complicidad de agentes internos del FMI, es necesaria una economía en expansión. La peor política sería hacer lo mismo que hicieron los gobiernos de la Unión Europea o Estados Unidos de limitar el gasto público e incrementar la tasa de interés, romper la dinámica de crecimiento y encontrarse en recesión.
El nivel actual del gasto público en Argentina es muy limitado, lo que impone que se lo incremente y utilice como palanca para preservar el impulso de la economía. Tiene un efecto expansivo en la economía que se prolonga en el tiempo, pero también se diluye si no se logra entrar en un ritmo de crecimiento centrado en la dinámica del mercado interno.
*Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS, Buenos Aires, mayo 2019.