Cuando publica Las aventuras de Pinocho: Historia de un títere, Collodi ya no es joven, tiene cincuenta y siete años. Una caricatura de 1875 lo muestra prematuramente envejecido, casi calvo, con bigote, barba y patilla largas, anchas y completamente grises. Morirá siete años después de la publicación de la historia del muñeco de madera, cuando apenas comenzaba a saborear los frutos de su indiscutida fama.
Es quizá por ello que la historia de Pinocho está plagada de “viejos”, “viejones” y “viejitos” y que aparecen, nadie sabe cómo, sin que el autor justifique de ninguna manera su presencia (la fórmula estereotipada es “se asomó un viejito”, “preguntó a un viejón”, “dijo la vieja”). Desde ese punto de vista, resulta instructivo hacer un balance de los datos de los personajes del libro. En sus primeras apariciones Maestro Cereza y Geppetto, aunque no son viejos sí que están entrados en años, como sugieren las pelucas que llevan, una canosa y una amarilla (color polenta). Pero cuando Pinocho finalmente encuentra en el vientre del Cazón a su padre, este ahora es “un viejecito todo blanco, como si estuviera hecho de nieve o de crema de leche batida”. También está decrépito el Grillo parlante, quien, sin que se le pregunte, enseguida declara sus señas particulares: “Vivo en esta habitación desde hace más de cien años”. El hecho es que la senescencia y las canas son consustanciales al cuento de hadas, y Collodi en sus traducciones de Perrault y de Madame D’Aulnoy ya había encontrado un sinnúmero de ancianas (la bruja antigua y el hada sofisticada son, desde este punto de vista, indiscernibles), así como la “viejita decrépita y más fea que el diablo” que cumple un papel tan importante en “La gata blanca”, el estupendo cuento de Madame D’Aulnoy.
También hay muchos muchachos ern la historia del muñeco, pero -con la única excepción de Lucignolo y el "muchachito que era del pueblo", a quien Pinocho pide información sobre el Gran Teatro de títeres- no se trata de individuos, sino siempre chusma y gentuza confundida, "apiñados unos sobre otros, como sardinas en lata", como los "muchachitos" que llenan el vagón que los conducirá al País de los juguetes. La otra excepción es la "niña hermosa" de cabello turquesa, que resulta ser un hada, y las hadas, ya se sabe, no tienen edad: no acabamos de conocerla que de todos modos ya está muerta. A Pinocho, por su parte, los años no le cuentan, habla antes de nacer y solo necesita desentumecer las piernas para empezar a correr y escaparse. Pero si en cualquier caso quisiéramos documentar sus datos personales, a ojo de buen cubero no tiene más de tres años cuando deja de ser un muñeco y se convierte en un muchacho.
Fragmento de Pinocho: Las aventuras de un títere dos veces comentadas y tres veces ilustradas del filósofo italiano Giorgio Agamben que acaba de publicar la editorial Adriana Hidalgo/ A. hache. Después de indagar en los textos y la vida del poeta en La locura de Hölderlin, Agamben abordó el libro más leído y traducido de toda la literatura italiana.