Debido a la coronacrisis, el trajín que caracteriza al Microcentro porteño se redujo de tal manera que lo convirtió en un área casi fantasmal. Al punto de que saltaron las comparaciones con Berlín del Este tras la reunificación alemana. Aunque la analogía no logró siquiera convertir al barrio de San Nicolás en el paraíso de los squats, así como sucedió a finales de los '80 con el distrito berlinés de Prenzlauer Berg. Ahora, a partir de la vuelta a la normalidad, la City se reencontró con su nuevo ritmo y empezaron a quedar en evidencia esos inmuebles ociosos que perdieron la pulseada contra el home office.
En 2022, el Gobierno de la Ciudad presentó Mudate al Microcentro, un "plan de transformación" que tiene entre sus objetivos "incentivar el alquiler en viviendas reconvertidas de la zona". Mientras tanto, el arte, que siempre todo lo puede, se adelantó y ya pidió cancha: como parte del proyecto Microcentro Cuenta, desarrollado por el Ministerio de Cultura porteño, el Goethe-Institut presenta entre el 2 y el 12 de febrero la muestra colectiva y temporaria El centro ha muerto, viva el centro.
► Centro a la cabeza
Las actividades abarcan instalaciones audiovisuales y obras de realidad aumentada en 16 locaciones y a cargo de artistas de Argentina, Alemania, Bélgica, Chile, España y Francia. "El arte suele ser la punta de la flecha para los movimientos de gentrificación", afirma el argentino Hernán Kacew, quien comparte la curaduría de la exhibición con la húngara (establecida en Alemania) Lívia Nolasco-Rózsás.
"Los artistas alquilan espacios en los barrios abandonados para montar sus talleres. A partir de eso, se acercan los intereses inmobiliarios", reflexiona. "Con esta muestra, habitamos una contradicción de la que es difícil escapar", dice el cineasta nacido en 1994, para quien el Microcentro es un espacio familiar. "Mi vieja trabaja en una agencia de viajes sobre calle Corrientes", revela. "Es un lugar de aburrimiento y ocio en el que la memoria funciona como un acto del presente."
Antes de la aparición del covid-19, el imaginario que existía sobre ese enclave de la ciudad (suerte de no lugar) giraba en torno a los bancos, el turismo, la violencia y la indigencia. Pero no siempre fue así. "Nuestra intención no es convertir al Microcentro en un epicentro cultural. Ya lo era en el siglo XX", aclara Kacew. "En la calle Florida había una galería al lado de otra, donde existían bazares y se vendían obras de arte."
Cuando el Goethe Institut Buenos Aires convocó a Hernán y a Lívia para la curaduría, existía la pregunta de cómo vivir en una zona abandonada no solo a razón de la pandemia. "Muchos negocios ya estaban vacíos desde antes", afirma. "A partir de las obras que fuimos proponiendo, planteé una nostalgia oficinesca y una burocracia conflictiva."
► Vista a la calle
El disparador fue la acumulación de facturas de servicios, cartas documento o promociones de delivery que aún se pueden ver al pasar al lado de esos recintos comerciales. "Las personas que vivimos o transitamos por el Centro convivimos con esos fantasmas, y con sus feos olores y suciedad", esboza Hernán. "Coincidimos con Lívia en no maquillarlo", sostiene sobre la muestra, que es de entrada libre y gratuita y tiene como radio de acción la Avenida 9 de Julio y Alem, al igual que las calles Sarmiento, Suipacha, Lavalle, Reconquista y Florida.
Locales gastronómicos, antiguas joyerías y hasta una antigua sede del Banco Ciudad son parte de los espacios de la muestra, todos elegidos por el Goethe-Institut. "Algo que fuimos conociendo, cuando accedimos a los locales y quitamos los vinilos, es que había muchas capas", asoma el cocurador. "Lo que era un gimnasio, anteriormente fue una confitería y previamente una peluquería."
Ninguno de los 16 puntos de exhibición está en algunas de estas oficinas recientemente desocupadas, sino que se muestran en lugares que dan a la calle para que las obras estén expuestas en las vidrieras. "Está destinada no solo a quienes generalmente consumen arte, sino también a transeúntes que recorren diariamente el Microcentro."
La elección del Microcentro para esta acción no fue fortuita: la sede del Goethe porteño está en el barrio de San Nicolás, puntapié inicial del proyecto ¿Cómo queremos vivir juntxs?, un intercambio internacional entre artistas, urbanistas y académicxs para reflexionar sobre la convivencia en las metrópolis del futuro.
"Construimos el futuro, pero mirando hacia el pasado. El hecho de habitar estos espacios vacíos no significa que los volvamos nuevos", asegura el también integrante de la Escuela de artes y oficios del CCK. Y añade: "Con esto atravesamos la gentrificación, la planificación y la descentralización; temas que se vienen sucediendo constantemente".
► Arqueología de negocios y city tour
El Goethe-Institut eligió a Lívia y a Hernán sin que se conocieran. Él aportó su "arqueología de negocio", y ella planteó futuros utópicos o espacios virtuales. La selección de las obras no tuvo que ver con la temporalidad (algunas son de finales de los 2000) sino con el diálogo que puedan tener con temas que sacuden a las urbes. Algunas son directas, otras rondan lo abstracto y lo metafórico, pero todas son audiovisuales: diferentes puntos de vista sostenidos en distintas técnicas.
La delegación local la conforman Daniel Carrizo (Alem 742), Julián Matta (Esmeralda 280), Liv Shulman (Esmeralda 641), Manuel A. Fernández (Estación Carlos Pellegrini - Subte Línea B) y la Villa 20, que participa con su Archivo de la Memoria Popular (en Tucumán 538). "Ellos y ellas piensan la organización desde un lugar de lucha", adelanta. "Y trajeron una gran problemática que fue la idea del centro." Vecinos y vecinas del barrio participarán en una asamblea el sábado 11/2, donde podrán conversar sobre el problema de convivir fuera de la ciudad, y otros apartados gravitacionales.
La inauguración de la muestra será este sábado 4. A las 20 habrá una visita guiada, de la mano de Hernán Kacew, que se repetirá el 11. En ambos casos, partiendo de la Biblioteca del Goethe-Institut (Av. Corrientes 343). Sobre esta dinámica city tour que envuelve a la exhibición, su curador confiesa: "Fue un poco intencional. Es posible disfrutar desde la vía pública. Eso conlleva cosas buenas y otras problemáticas. No es sólo un lugar de paso".
Y aparte de rescatar la interacción del arte con el espacio público y su bastión político, es una buena oportunidad para acercar al público (en especial a jóvenes) al formato de la instalación. "Mi manera de acercarme al proyecto fue clásica", cavila Hernán. "Pienso en esto, y es una buena excusa para encontrarse con alguien, caminar por el Centro, tomar algo y ver las obras desde la calle. No es una muestra tradicional."