“Algunas cosas se hacen tan nuestras que las olvidamos”, dice Antonio Porchia en una de sus voces y algo así me sucede con esta canción. No puedo determinar el momento exacto en que la escuché por primera vez. Tal vez no fue que la “escuché” sino que su letra vino a mi. Muchas canciones en mi vida vinieron primero como cita para que luego las descubriera como canción. Por ejemplo, F. tenía un talento especial para encontrar el verso exacto de una canción para cada momento de la vida. Creo que tal vez ella podría haberme dicho alguna mañana algún verso. Tal vez, no lo recuerdo. Tengo cierta preferencia o tendencia por la gente así y por el rigor con que usan ese talento. Hasta tal punto son consecuentes con su capacidad que la última vez que la vi a F, citó un fragmento de la letra de un tango que yo después descubrí. Un tango que estuvo siempre ahí pero al que llegué por la cita. Es muy posible que haya sido ella quien trajo de alguna manera la letra de esta canción. O no, me lo estoy inventado. Tal vez fue en la radio, Tom. Tal vez él, que tenía toda la década del 80 en la cabeza, que nada de lo que pasó en la música ni en la poesía de esa década estaba fuera de él. Dormir nena te hace bien, te aseguro que será mejor, podría haber citado al aire. Tal vez fue Tom el que unió esta canción a un poema y me la regaló una de esas noches hermosas en las que fuimos tan felices al aire, esas noches en que conocíamos un bar en la estación. Qué hermoso Tom que me dió toda la felicidad de estar a su lado y escucharlo hablar, pero no de cualquier cosa, sino de Luis, que estaba mejor, de Alejandra, de Marosa, de Alfonsina, de Luca. Hablar de discos, de poemas, de sus programas, de la década que vivió, tanto que la tenía tatuada, toda adentro la tenía, como el poema de Lamborghini. Tom, seguro fuiste vos, el talismán que nunca me dirás para que jamás, ¿no? ¿Cómo medir lo que una persona te da? Hay ciertas cosas que ya no están. Personas que tampoco. En fin, no sé cómo llegó esta canción pero sé que se volvió parte de mi en las formas más diversas. Volvió una noche, otra sin dormir, no recuerdo de qué año, en el Tano Cabrón, en el corazón del Abasto, en esa hora incierta en que es tarde para todo y temprano para nada, esa hora en la que somos solo Caro y Laura y yo y las tres tenemos un bar cerrado para nosotras, y todo es negro, salvo las luces que salen de la heladera y el neón del escenario, y estamos las tres en una pista enorme, y vamos de la barra a la compu para pasar música. Caro pone este tema, porque sabe que es mi tema, y las tres cantamos y bailamos, y somos esa noche felices, por esa canción, por el alcohol que regó algo en nosotras y lo hizo crecer, algo que morirá en la mañana pero que ahora existe (¿qué es lo que deja?) La canción se escucha una vez más, la volvemos a poner, Cuando el mundo arrasa con todo con todo en tu corazón, cantamos y nos abrazamos. Otro día vuelve más temprano en la noche, en casa, cuando la ciudad es lo que pasa afuera y no adentro, vuelve cuando pensamos en nuestros Luises (como el de la canción que le está yendo mejor) noches en las que no se dicen grandes cosas, en la que no se busca ser profundas, sino estar juntas. ¿Qué da una amistad? Dije antes que tengo predilección por la gente que recuerda letras de canciones y le pone palabras a un momento de la vida: F. lo tenía, Tom también. Lisi, mi Lisi, lo tiene. Nadie como ella puede ubicar en el momento exacto una letra del Indio. Yo empecé a hacer terapia de grande, recién a los 40, pasé años de mi vida jactándome de ser una de las pocas porteñas sin terapia. Me resistía sin motivos, o con motivos tan profundos que justamente, ¿no?, La cosa es que de alguna manera desde los 18 años, cuando la conocí a Lisi, sus citas fueron mi terapia. Pero Lisi nunca me nombró esta canción, nunca la de este “muchacho” como le dice. Caro tiene el mismo talento, ella sí con el muchacho, y puede traer a colación un tango, una cumbia, la motito de Carlitos, Gilda, o Ada Falcón. Ema también hace eso y me encanta. Son mi cancionero privado, mi historia escrita en forma de canciones que voy descubriendo y la forma que las noches toman cuando estoy con ellas, mis amigas. Sonriendo y cantándonos unas a las otras. ¿la mañana lo arrastra todo? ¿es una ola que esconde en la arena lo vivido? Siento que las resacas de esas noches fueron la garantía de su transformación en talismán. El dolor de mi cuerpo, el olor de la noche, el hacha en el medio de la cabeza eran las señas de la transformación. Olga Orozco pensaba algo parecido sobre los talismanes, y sobre cómo se hacían: “escarbar hasta el último grano de esperanza/ que lo sofoquen las hierbas y la ortiga”. Así había que dejar el corazón y el talismán se haría presente. Un talismán “hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios/ un talismán más inflexible que la ley/ más fuerte que las armas y el mal del enemigo”. Un talismán hecho en mis mañanas de dolor pero creado en las noches en que bailo con amigas. Hecho de algo que está conmigo, que no sé para qué sirve, como los poemas, que están ahí, que (si son buenos) no te dirán para qué jamás.
Gabriela Borrelli Azara nació en Buenos Aires en 1980. Escritora. Ha publicado los libros de poemas Océano (Lamas Médula, 2015), Hamaca paraguaya (Patronus, 2019) y Holter (27 Pulqui, 2022), la novela Vidrio (Club Hem, 2020), compiló los libros de divulgación Lecturas feministas I y II (Ediciones Futurock, 2018/2020) y Si Evita viviera. Antología de poesía lesboperonista (Puntos suspensivos, 2021). Es curadora del Festival Poesía Ya! que va del 3 al 12 de febrero en tres sedes: Centro Cultural Kirchner, Centro Cultural Borges, Cabildo de Buenos Aires, y Casa Patria Grande.