El Diccionario de la Real Academia Española define “timar” como “quitar o hurtar con engaño” y cuyos sinónimos son “estafar”, “robar” o “embaucar”; y eso es lo que infamemente se observó en el programa PPT del domingo 16 de julio, cuando se reporteó a un niño de las barriadas pobres de nuestra Argentina. Porque no solo se vulneraron todos los derechos personalísimos del niño (a pesar del hipócrita pixelado, conocimos su apodo, su barrio, su voz), sino que fue timado, engañado en su condición de niño, por un mundo adulto cruel que interesado solamente en hacer prevalecer su mirada hegemónica, no dudó en estigmatizarlo, demonizarlo y pretender transformarlo en un ser despreciable a sus 11 años.
El marco mismo de la entrevista genera muchas dudas de su supuesta espontaneidad, al verificarse la presencia de un patrullero de alguna Fuerza de Seguridad con sus balizas encendidas. Lo cual genera la lógica reflexión de preguntarse cómo es posible que un niño tan “precozmente astuto” como se pretende mostrar, describa y relate con lujo de detalles un encadenamiento de delitos graves sin siquiera tener el mínimo temor que los “ratis” que por ahí merodearían, no terminaran apresándolo. No cierra.
Y ese no cerrar, pone en evidencia, que los adultos involucrados en ese montaje de reportaje hicieron uso y abuso de infinidad de recursos que coronaron en lo que debiera considerarse una escandalosa manipulación de un niño de 11 años. Ante esto, ninguno de esos adultos puede alegar ignorancia, candidez o ingenuidad. Lease productores, periodistas, conductores, etc.
Porque es inaceptable que un programa de televisión de prime time, de uno de los canales nacionales líderes en el país, conducido por uno de los comunicadores sociales que se arroga una alta calidad profesional en el periodismo, seguramente acompañado y secundado con un vasto plantel de profesionales desde la producción, no sepa que el abordar cuestiones que involucran a niños, niñas y adolescentes, amerita una serie de criterios específicos, de protección de derechos de la infancia, ampliamente difundidos desde hace ya mucho tiempo. Y así lo acreditan diferentes instrumentos y recomendaciones de organismo internacionales y gubernamentales, academia, organizaciones de la sociedad civil, etc. Basta con recurrir a guías como las recientemente presentadas por UNICEF dirigidas a los profesionales de la comunicación, o tantas otras ya editadas en los últimos años. Por lo que, o deja en evidencia su falta de rigurosidad profesional tan mentada, o revela el grado de perversidad y premeditación en el objetivo de la manipulación de un niño para transmitir un determinado mensaje.
Es el contexto político-social actual, en el que el Gobierno Nacional se empecina en impulsar una reforma del Régimen Penal Juvenil centrándose en la “baja de edad de punibilidad”, a pesar de las recomendaciones en contrario de la mayoría de los consultados por el propio Gobierno (desde UNICEF hasta su ex Secretaria Nacional de Niñez), en el que debe leerse este mensaje.
El cual no tiene otro fin que el de reforzar la extendida y falaz idea de que los pibes pobres son el peligro; cuando en realidad hace mucho que decimos que son ellos y ellas –nuestro piberío en general, pero los de los sectores populares en particular– los que están en peligro. Porque su ropa, su cara, su música, su barrio, son elementos que los estigmatiza, los discrimina y hasta los mata, a manos del relato de una meritocracia que solo admite ganadores, como si eso fuera exclusivo producto de una generación espontánea. Donde la presencia o ausencia del Estado no tuviera incidencia preponderante a la hora de garantizar la igualdad de oportunidades.
Por todo esto ese niño fue “timado”, fue hurtada su voz, su grito desesperado pero acallado por ese mundo adulto que lo manipuló y no quiso escuchar –como bien me lo señalara un gran educador, Gabriel Brener– que “si pinta, volvería a la escuela”. El niño les dejó un mensaje –no oído ex profeso por el mundo adulto (programas de TV, panelistas, políticos, analistas, etc.)– que mantiene una luz de esperanza, que hay un espacio posible para otra vida deseada. Pero es el mundo adulto quien tiene que generarle las condiciones y garantizar su derecho a una ciudadanía de la infancia plena.
Y eso PPT no quiso nunca escuchar ni preservar. Es el mundo adulto el que tiene una deuda con tantos pibes y pibas como él; por todo lo que les fue hurtado, por tanto timo consumado.
* Observatorio Derechos de Infancia Eduardo Bustelo.