Tres datos dan contexto a esta nota. El primero, que en diciembre de 2015, en París se llevó a cabo la vigésimo primera edición de la COP (Conferencia de las Partes), de la cual se recuerda el llamado Acuerdo de París con los objetivos sobre emisiones de CO2.
El segundo dato, tal vez no tan conocido como aquel, pero que da sentido a esta nota, es que el 2 de febrero, se celebra el Día Mundial de los Humedales.
El tercer dato, que arriesgo será el más desconocido para la mayoría de los lectores, es que en mayo de 2015, también en París, se desarrolló durante cinco días el “teatro de las negociaciones”. Un experimento elaborado en el marco de la escuela de Artes políticas “Scienci Po” (el instituto de ciencias políticas de París), que consistía en un simulacro de lo que sería la COP de diciembre, realizado por estudiantes de 31 países que conformaron 41 delegaciones, con un total de 208 delegados. El experimento en cuestión tenía una diferencia con la COP oficial (¿revolucionaria, visionaria, desafiante?) que da sentido al título de esta nota y a las ideas que siguen a continuación.
En aquel simulacro de COP, las delegaciones no representaban solo el territorio de Estados-Nación (Argentina, China, EE. UU, etc.) como en la real, sino que los estudiantes habían decidido y entendido que otras representaciones/entidades eran “claves” para la negociación sobre cambio climático. Por lo tanto, así como se subieron al escenario delegados y representantes de Francia, China, Inglaterra, etc., también se subieron los delegados de un territorio soberano llamado “Bosque”, y otro llamado “Atmósfera”, otro “Animales en Extensión”, otro “Pueblos Indígenas”, entre otros. Lo hicieron, no como invitados, o como oyentes, sino en pie de igualdad a cualquiera de las otras entidades. Como si Bosque, Océano, Atmosfera, Humedales, tuvieran un presidente, un congreso, un presupuesto, leyes, deberes y obligaciones internacionales, ejércitos y armas, economía y moneda.
Además de la gran innovación de sentar en la mesa política de las negociaciones sobre el futuro climático del mundo, a estas entidades, los estudiantes participantes, también definieron un objetivo muy distinto al modelo real de la COP, cuyos objetivos se fijaban en metas de emisión de CO2 y de impuestos y multas. Para que la negociación fuese, realmente realista, “había que concentrarse en las diversas maneras de ocupar territorios” y desconfiar de que los Estados-nación, pueden resolver los problemas creados, justamente, por sus maneras de ocupar los territorios.
Esta idea traía también, la puesta en juego de que los Estados-nación ya no son más la autoridad suprema para decidir sobre los territorios, pero tampoco lo contrario: la idea de dar una voz absoluta a la “naturaleza”, como si lo que tuviese para decir “Océano” fuese por sí mismo más verdadero que lo que tuviese que decir la petrolera offshore que lo quiere explotar.
En palabras del filósofo Bruno Latour (a quien sigo en el análisis de este caso) el experimento no buscaba ridiculizar la COP oficial, ni convertirse en una “locura”. Todo lo contrario, admitiendo una parte de ficción política y una de realidad, estas entidades participantes, debatieron de la manera más políticamente real y posible. Es decir, la entidad “Océano” no hablaba con tsunamis y mareas, sino que sus delegados vestían corbata y traje, hablaban en una lengua comprensible y se manifestaban en los mismos términos que otros países y entidades.
Lo novedoso, era en todo caso, lo que su representación ponía en la mesa política de las negociaciones, cuando, por ejemplo, señalaba que las acciones de un país producían un nivel de acidificación del océano en un grado mortífero para varios integrantes de su propio territorio oceánico. ¿Cómo negociar ante esta declaración? ¿Qué poner en la mesa política de diálogo, para evitar conducir esa afirmación a una guerra entre “Océano” y “EEUU”?
Para Latour la ficción política, el teatro de negociación, buscaba justamente hacer valer cada uno de esos términos. Poner en la mesa, que las soberanías ya están en conflicto, que hay una política de la guerra territorial, ya desplegada, pero de la cual no todos los involucrados están participando. De hecho, si la COP es la “Conferencia de las Partes” su farsa, su ridiculez, su inocuidad política, no consiste en las metas y acuerdos fijados que nadie respeta, sino en que no todas las partes, están participando. O para decirlo de otra manera, no todas las partes tienen sus intereses representados en la mesa de negociación.
Desde esta perspectiva, la verdadera ficción política es la que despliega la COP, junto a cada Estado-nación, cuando creen que pueden representar los intereses políticos y la soberanía territorial de aquello que llamamos “Naturaleza”. Valga de allí nuestra pregunta del título ¿Quién representa a esas otras entidades, a esas otras soberanías territoriales? Pero no ya en la COP, sino mucho más acá, en nuestro Congreso nacional, por ejemplo. ¿Quién representa a los humedales en el congreso, cuando se discute la ley que habla justamente sobre su soberanía?
Si nos salimos de la ficción, la respuesta es simple, los humanos. En este caso, algunos humanos que en su labor de diputados o senadores, presentan y defienden leyes. Pero la ficción política del teatro de las negociaciones, va más allá de esa respuesta. O pretende, como buen ejercicio de imaginación, reformularla para hacer emerger otros sentidos. ¿Qué soberanía territorial defiende un diputado? ¿Puede un diputado provincial representar soberanías? Por ejemplo, ¿la del territorio de Catamarca y la del territorio del “Humedal”? Más aún, ¿puede defender, o hacer coincidir, los intereses de esas dos soberanías en conflicto? Y las empresas ¿con quién van a negociar en el teatro político la soberanía del Humedal, del Bosque nativo, del Cerro y el Mar?
A fin de cuentas, estas preguntas intentan traer a la discusión política aquello que ya está pasando. La soberanía de nuestros territorios naturales ya está en negociación y, Antonio Aracre, difícilmente pueda defender la doble soberanía de su ex puesto en Syngenta y su actual puesto como asesor en el gabinete presidencial y más aún, la soberanía de un futuro territorio natural llamado “Suelo pampeano". Como difícilmente los gobernadores de la Mesa del Litio defiendan la soberanía del milenario territorio natural, llamado “Agua fósil”; ambos territorios “claves” en el futuro climático del país.
Sin embargo, a nombre del Estado-nación, ellos negocian a partir de esos territorios, y sientan en esa mesa de negociación a grandes corporaciones transnacionales, a grandes Estados-nación como China y EEUU; y allí, en esa mesa de negociación, nunca estarán, quienes promueven las leyes para defender esos territorios, ni mucho menos quienes lo habitan.