PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Echándole nafta (cara) al fuego. Para contentar al mercado financiero Michel Temer y su ministro de hacienda, Henrique Meirelles, aumentaron el precio de los combustibles a través de la suba de impuestos con cuya recaudación esperan atenuar el déficit fiscal al costo de profundizar el rechazo de la opinión pública.
El incremento se aplicará sobre la gasolina que, debido a la intermediación, puede trepar a casi 1,5 dólares el litro en las estaciones de servicio, cuyos dueños anunciaron que colgarán cintillos negros en señal de repudio del alza de precios –que también alcanzará al etanol y el diesel, que abastece al grueso del transporte de mercaderías–. Los fletes aumentarán entre el 2,5 y el 4 por ciento con una inmediata traslación a los alimentos de primera necesidad.
Si la popularidad de Temer no ha dejado de caer desde que se estableció en el Palacio del Planalto hace 14 meses, habiendo bajado al siete por ciento en la última encuesta de la consultora Datafolha, la suba de la gasolina puede devorarse lo que le resta de aprobación según informó ayer el diario Estado de San Pablo que tuvo acceso a mediciones reservadas. Consultores contratados por el gobierno observaron que hubo un “incendio en Internet” al conocerse la noticia del aumento y que el enojo fue aún mayor cuando el mandatario declaró el jueves, al desembarcar en Mendoza para la cumbre del Mercosur, que “el pueblo va a entender” la medida.
La opinión pública, más aún la opinión popular expresada en los grupos de menores ingresos, ha mostrado su enojo hacia unas autoridades que además de carecer del voto aplican un ajuste severo y abusan de las mentiras oficiales en la aparente creencia de que gobiernan a una manada de imbéciles. Temer es una suerte de embustero serial.
Con un gesto circunspecto declaró durante su corto periplo mendocino que “este gobierno no miente” antes de asegurar que su una gestión (de facto) está comprometida con la “democracia”.
Dos semanas atrás al hablar en la Cumbre del Grupo de los Veinte en Alemania, en otro rapto desopilante, había sostenido que en Brasil “no hay ninguna crisis económica”. Una falsedad rebatida por los casi 14 millones de desocupados registrados en el último estudio del oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas y el magro crecimiento proyectado del 0,3 por ciento del Producto Bruto Interno publicado hace diez días por el Fondo Monetario Internacional a pesar de sus simpatías por Temer y, fundamentalmente por Henrique Meirelles, el ex directivo del Banco de Boston con indisimuladas aspiraciones presidenciales respaldadas por sectores de la banca. Meirelles reforzó su confiabilidad ante los banqueros con este incremento de la nafta a través de un impuesto regresivo que gravará directamente al deprimido consumo popular en lugar del impuesto al cheque, un impuesto considerado “progresivo”, que era defendido por sectores del Partido de los Trabajadores.
La segura retracción de la demanda interna no preocupa al capital financiero cuyas demandas han sido respetadas a rajatabla por la dupla Temer-Meirelles, a través de la flamante reforma laboral y el congelamiento del gasto público por veinte años aprobado en 2016.
La suba de los combustibles fue criticada hasta por la Federación de Industrias de San Pablo (Fiesp) que en 2016 había sido una de las primeras entidades patronales en respaldar el golpe contra Dilma Rousseff, a través de una campaña que contó con el despliegue de patos inflables para demostrar la indignación industrial, y hace dos semanas había saludado la reforma laboral. A pesar de su adhesión al gobierno de excepción el viernes mientras Temer hablaba de libre comercio en la cumbre del Mercosur, el predio de la Fiesp en el centro de San Pablo fue decorado con un muñeco inflable amarillo sobre el cual se leía la consigna “yo no voy a pagar el pato” de los impuestos.
Horas antes a pocos metros de la entidad empresarial el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva Silva habló ante sindicalistas y movimientos sociales cuando deploró las reformas de Temer al que exigió su renuncia.
A pesar de su disgusto con Temer la Fiesp no podrá desmentir su activismo a favor del golpe que derrocó a Rousseff demostrado en 2016 a través de las declaraciones incendiarias de sus titular Paulo Skaf, los cientos de patos amarillos desplegados en las manifestaciones desestabilizadoras y en las sospechadas, hasta ahora no documentadas, remesas de dinero para financiar la sedición.
El caso es que Paulo Skaf retomó la tradición venida de los años 70 cuando según fue demostrado por organismos de Derechos Humanos hubo dinero “industrial” para costear el Operativo Bandeirantes (conocido como Oban) a través del cual se costearon a los grupos de tareas que secuestraron, torturaron y asesinaron a disidentes del régimen militar.
En 1989 esa entidad que hace dos semanas aplaudió a Temer por la sanción de la reforma laboral, lanzó una campaña contra la candidatura presidencial del ex dirigente metalúrgico Lula da Silva, surgido en las plantas de San Bernardo do Campo, cuya victoria causaría la migración de 800 mil empresarios, amenazó el entonces jefe de la Fiesp Mario Amato.
Ayer varios medios alemanes, como el periódico Süddeutsche Zeitung y la radio NDR, informaron que la fábrica de vehículos Volkswagen en San Bernardo do Campo apoyó la represión brasileña entre 1964 y 1985 (ver aparte).Luego de más de un año de investigaciones el historiador alemán Christopher Kopper llegó a la conclusión de que la gigante automotriz llevó adelante una “colaboración regular” con el régimen militar corroborando lo revelado años atrás por la Comisión de la Verdad creada por Dilma Rousseff.