Desde el 4 de enero se encuentra disponible en Netflix la serie documental titulada “Madoff: el monstruo de Wall Street”. En sus cuatro capítulos la serie narra en detalle cómo el estadounidense Bernard Madoff construyó el mayor esquema Ponzi del que se tenga registro hasta el momento. Y a través del cual fueron estafadas miles de personas en todo el mundo, por más de 64.000 millones de dólares.
Desde sus orígenes en el mundo de las finanzas, Madoff pasó de ser un broker desconocido y de poca monta, a erigirse rápidamente como uno de los asesores financieros más reconocidos en todo Wall Street. A partir de unos pocos ahorros obtenidos en sus primeros trabajos como instalador de rociadores para jardín y guardavidas en las playas de Long Island, más un préstamo de 50.000 dólares que recibió de su suegro, fundó a los 22 años su firma Bernard Madoff Investement Securities. El fraude comenzó tiempo después y de forma paulatina. Lo que en un principio empezó como algo temporal, para cubrir resultados negativos, se convirtió en algo estructural.
El autor intelectual de la mayor estafa piramidal en la historia, arruinó la fortuna de muchos, incluyendo fondos de pensión, instituciones benéficas y fundaciones. Estafó a miles de inversores, entre ellos a grandes estrellas del cine y hasta el equipo de béisbol los Mets de Nueva York. Durante décadas, Madoff disfrutó de la imagen de gurú financiero que supo construir. Operando desde el centro de las finanzas internacionales y en base a un cúmulo de mentiras hábilmente estructuradas y eficazmente ornamentadas, atraía toda la atención de sus devotos clientes, que confiaban plenamente en él.
Madoff, llegó incluso a ser un miembro muy respetado de la National Association of Securities Delaers (NASD), la entidad privada regulatoria estadounidense encargada de gobernar y gestionar la actividad entre corredores de bolsa y el público inversor. Madoff estuvo en su directorio y fue elegido presidente del consejo de administración de esta asociación. También fue presidente del consejo de Administración del NASDAQ, la bolsa en la que cotizan actualmente la mayor parte de las grandes empresas tecnológicas.
La historia de Madoff es muy conocida ya que el escándalo desatado a partir de su arresto en el año 2008 y su posterior condena a 150 años de cárcel fue muy difundido por los medios de comunicación y obtuvo gran resonancia en la opinión pública internacional, dada la relevancia y la espectacularidad del caso. Sin embargo, la serie resulta muy interesante para recordar y comprender cómo las apariencias y la mentira son componentes usualmente muy relevantes en el mundo de las finanzas.
En efecto, como la serie bien detalla, la estafa montada durante décadas, no fue una jugada solitaria, sino que contó con la colaboración de varios cómplices que se enriquecieron con el desfalco. Pero, fundamentalmente, contó con la displicencia de las autoridades regulatorias de EEUU, que aún a pesar de distintas denuncias recibidas, no cumplimentaron su labor e hicieron la vista gorda sobre el accionar del estafador, gracias a sus poderosos contactos y al prestigio que lo asistía.
El caso de Madoff es uno más del sin fin de ejemplos existentes que demuestran que los mercados jamás se regulan solos. La particularidad del sistema financiero en relación a los otros mercados radica en que el mundo de las finanzas no genera valor por sí mismo, sino que su rol es el de reasignar valor entre sectores. De allí que su aspecto negativo sea la reasignación de valor hacia estratos no productivos que en poco tiempo puedan obtener cuantiosas ganancias, atentando contra el deseable desenvolvimiento de la actividad económica. Y es justamente por ello que resulta indispensable regular su funcionamiento de forma tal de dirigir todo su potencial hacia los sectores productivos, apuntalando la inversión y la innovación de largo plazo.
Lo único que genera valor es el trabajo socialmente necesario. Las ganancias realizadas en el sector financiero son obtenidas en última instancia de la plusvalía generada por los sectores productivos. El verdadero motor de la economía, es el trabajo. Y ese trabajo, mayor valor genera potenciado mediante la calificación de los obreros y el uso de la tecnología, que a su vez no es más que el resultado de trabajo pretérito.
No obstante, dadas las particularidades del sistema de acumulación global vigente, un mercado de capitales sólido, extendido y debidamente regulado que permita disminuir los costos del financiamiento para el sector productivo y ofrecer alternativas de inversión razonables a los inversores, resulta indispensable para el funcionamiento de una economía desarrollada.
En términos generales, el mercado financiero actúa como una polea de transmisión entre los ahorros existentes en una economía y aquellos sectores que requieren de fondeo para emprender, concretar inversiones o simplemente consumir. De esta forma, un mercado debidamente regulado logra generar un mecanismo virtuoso en el cual los ahorristas obtienen un rendimiento o una remuneración para sus excedentes, al tiempo que logran concretarse proyectos o consumos que de otra manera no hubieran sido posibles. Lo cual genera, en definitiva, un impulso para la actividad económica en su conjunto, favoreciendo las inversiones de largo plazo, la innovación y el desarrollo.
Un sistema financiero debidamente regulado permite poner a disposición del capital productivo sumas considerables de dinero que, en otro caso, permanecerían inactivas. Así, las finanzas se convierten en una palanca de la acumulación sin la cual muchos desarrollos productivos no llegarían a concretarse. En efecto, un sistema financiero robusto y amplio, resulta un efectivo vehículo a través del cual impulsar un modelo productivo caracterizado por la equidad y el crecimiento sustentable.
Para ello, resulta indispensable promover la educación financiera en todos los segmentos de la población desde una perspectiva social, federal y con perspectiva de género. A su vez, el sistema financiero, apalancado por el fenómeno de la digitalización, hoy tiene el gran desafío de dar respuestas concretas en materia de transparencia e inclusión. Esto implica que no sólo cuenta con una gran oportunidad, sino también con la responsabilidad de incluir y brindar sustentabilidad al proceso, en favor del bienestar de la comunidad en su conjunto.
*Economista UBA @caramelo_pablo