“Estamos tocando bastante y preparando cositas”, cuenta al otro lado del teléfono Héctor Buitrago, bajista, compositor, fundador y uno de los dos pilares de Aterciopelados, sobre la actualidad de su grupo. Su socia en el proyecto, la cantante y compositora Andrea Echeverri, estuvo en Buenos Aires el año pasado, pero en calidad de invitada de Gracias Totales, espectáculo con el que los Soda Stereo sobrevivientes decidieron (en teoría) ponerle fin a la banda. Por eso, el recital que el dúo colombiano ofrecerá el domingo 5 en Groove (Santa Fe 4389), a partir de las 19, será su reencuentro con los escenarios locales desde 2017. Si bien el músico adelanta que no se privarán de ninguno de sus clásicos, la excusa de este desembarco será la presentación ante el público argentino de su último álbum de estudio, Tropiplop, lanzado en mayo de 2021.

A pesar de que se trata de un trabajo concebido en la pandemia, el noveno disco de estudio de Aterciopelados no sólo recupera la identidad estética del grupo, sino que también se atreve a reinventarla sin desentenderse de su glorioso pasado. Esa dialéctica fue bienvenida entre sus seguidores, al mismo tiempo que generó un nuevo impulso en su carrera. “Como se nos cayó una gira y ya teníamos un par de temas listos, decidimos abocarnos al disco”, explica Buitrago. “El rock en español está en un momento muy diferente a cuando el grupo apareció. La industria musical cambió y uno intenta acomodarse a todo eso. Hoy en Colombia hay una escena artística muy grande que cirucla con fuerza por la facilidad que brindan las redes sociales y las plataformas digitales. Nosotros nos encontramos en el medio de todo eso, aparte en una época en las que apostamos por independencia. Una vez más, nos estamos posicionando”.

-¿Entonces las compañías discográficas no tienen nada sustancioso para aportar, incluso para artistas de su relevancia y trayectoria?

-Hemos pasado por muchas etapas, desde estar solos hasta ser parte de disqueras grandes. Estamos acostumbrados a movernos así. Pero me parece que hoy el camino pasa por la autogestión, sobre todo para los músicos de géneros como el nuestro.

-Cuando ustedes aparecieron, en 1990, la autogestión era el único camino que había en la escena de su país -al menos para el rock-, mientras que hoy es una alternativa. Lo que cambió desde ese entonces hasta ahora es que Colombia se convirtió en toda una potencia musical.

-Colombia tiene una riqueza de géneros y una musicalidad tremenda. Cuando surgimos, no había una infraestructura que pudiera sostener todo eso, por eso la cantidad de músicos que hay ahora demoraron unos años en circular. La cosa cambió tanto que Medellín se convirtió en un epicentro de la música urbana, al punto de que varios de los grandes nombres del género se están yendo a vivir para allá. Eso habla del gran momento que vivimos.

-Y hasta inventaron estilos como el tropipop. Aunque es popular en tu país, poco se conoce en la Argentina. ¿Podrías explicar en qué consiste?

-Vendría siendo una versión más moderna de Carlos Vives. Muchos jóvenes adoptaron sus acordes y ritmos, y hasta su look costeño, caracterizado por el sombrero, pero lo mezclaron con pop y rock. De hecho, varios artistas de tropipop fueron apadrinados por él, aunque hoy tienen un perfil más comercial.

-Según le contó Andrea Echeverri a este diario, el título del disco es tuyo. La onomatopeya “plop” se suele usar en tu país de un hecho sorpresivo. ¿Qué inspiró ese juego de palabras?

-El tropipop se puso tan popular en un momento que se volvió light. Jugamos con el nombre para hacer un doble mensaje sobre el estado de las cosas y la mercantilización del arte, sumados a la pandemia y la corrupción, que nos llevó hasta ese “plop”. Eso es lo que cuenta la canción que le da título al disco. Es título irónico, una crítica a la situación global.

-Tu compañera de tu grupo también reveló que sos fan de Diego Torres, al punto de que el tema “Gritemos”, incluido en Tropiplop, contiene un guiño a “Color esperanza”.

-Digamos que soy más de playlists. No sigo la carrera de Diego Torres, pero hay canciones que tienen su magia y me gustan. Por eso menciono a “Color esperanza” en “Gritemos”.

-Un tema como “Hater”, también parte del repertorio de ese álbum, se podría adaptar muy bien a todo el revuelo que generó el terma que Shakira y Bizarrap le dedicaron a Piqué. ¿Cómo repercutió eso en Colombia?

-La repercusión fue muy fuerte pero no se vivió como una sorpresa. La exposición de las vidas privadas en redes sociales es algo muy común. Eso terminó logrando que la gente se identifique y se haga seguidor, y espere el contenido de esa persona con mucha avidez. Parte de esos dramas, de las vidas de cada persona, se han convertido en un éxito momentáneo. Ahora se saca provecho de todo eso. Es muy sorpresivo para Andrea y para mí, quizá porque somos de la generación de los '90. A veces se nos dificulta compartir por Instagram u otra plataforma lo que comemos, cómo nos sentimos, dónde estamos. Somos más bien gente reservada.

-Al mismo tiempo que la barranquillera manda al frente a su exesposo, Colombia está atenta a los primeros meses de presidencia de Gustavo Petro. Más allá de la situación primaveral, ¿pensás que la oposición podría hacerle la vida imposible? Mirá lo que le sucede a Boric en Chile…

-Por fin se dieron esas cosas que comenzaron con las movilizaciones que hubo en 2019 y 2021, y que allanaron el camino para la llegada de Petro. Se siente un respiro, un aire de cambio y una salida a unas estructuras que llevaban muchos años en el poder. Sabemos que las cosas no le serán fáciles. La izquierda nunca gobernó en mi país, por eso el reto es grande. Tiene una oposición muy fuerte, que aprovechará cualquier desliz. Pero al final lo logramos. Ahora vivimos con mucha esperanza.

Treinta años atrás, cuando Petro abandonaba la luchar armada para iniciar su carrera política, la violencia aún tenía sitiada a Bogotá. En ese contexto, y a pocos meses de la muerte de Pablo Escobar, Aterciopelados lanzó Con el corazón en la mano. No sólo fue el álbum debut del grupo, sino una justa radiografía de la realidad colombiana de aquella época. Esas 15 canciones sacudieron tanto a la nación cafetera como al resto de América latina, al cantarle al amor en clave de punk rabioso o al representar a la mujer con un desparpajo que ponía (y aún pone) los pelos de punta. Al poco tiempo de la salida del álbum (ataviado en una precaridad sonora encantadora), apareció el video del single “Sortilegio”. Era imposible no caer rendido ante los encantos de esa frontwoman, cuyo arrebato e impronta rompían los estereotipos femeninos de la mujer latinoamericana.

-¿Qué te pasa cuando escuchás ese disco? Le abrió las puertas a la internacionalización del rock colombiano…

-Ese disco lo tenemos un poco atrás porque El Dorado (1995) fue un momento muy alto. A veces, muchas personas piensan que El Dorado fue nuestro primer material. Gracias a las retrospectivas, nos dimos cuenta de que ese disco fue tremendo. Analizándolo ahora, viene marcado por la ruptura sentimental de Andrea y yo (fueron pareja). Por eso se siente tan visceral. El punk se siente con fuerza, al igual que la voz y la presencia de Andrea. Ella fue la de la idea del corazón en la mano. Ese sentimiento era muy real. Nuestra banda anterior, Delia y los Aminoácidos, sonaba más pop que el primer disco de Aterciopelados. Fue un trabajo hecho de forma espontánea, por la misma premura de la disquera de que hiciéramos un disco. A eso se debe su frescura y su crudeza. Tuvimos que hacer las canciones en el momento.

-¿Harán algún show para celebrarlo?

-Ese disco se nos montó con El Dorado. Uno de los planes que teníamos antes de la pandemia era celebrar los 25 años de El Dorado. Como no lo pudimos hacer, el festejo se postergó. El 22 de abril, en el Palacio de los Deportes de Bogotá, vamos a tocar todo El Dorado. La decisión se tomó en diciembre. Luego de ese concierto, haremos una gira conmemorativa.