Trenque Lauquen significa “laguna redonda” en lengua mapuche, y la película homónima dirigida por Laura Citarella (Ostende, La mujer de los perros) y protagonizada por Laura Paredes que se estrena este sábado en el Malba adopta algo de esa circularidad para organizar su estructura. El film dura 260 minutos y está dividido en dos partes que, a su vez, incluyen numerosos capítulos y varios puntos de vista. Pero Trenque Lauquen también puede leerse como un abanico de géneros: del suspenso a la aventura, pasando por el relato detectivesco, el romance erótico e incluso la ciencia ficción.
Laura (Paredes), una “casi bióloga” que llega a la ciudad bonaerense por un trabajo temporal para clasificar flores, desaparece misteriosamente pero no porque le haya ocurrido ninguna desgracia sino por decisión personal. Rafael (Spregelburd), novio porteño y jefe de la cátedra en la que Laura será nombrada si logra terminar el trabajo, la busca con desesperación, sin entender demasiado las razones de esa huida intempestiva. En la búsqueda lo acompaña Ezequiel (Pierri, productor de la película además de actor), “el chico de movilidad” que trabaja para la municipalidad y la lleva de un punto a otro de la pampa en su camioneta, ese paisaje en el que luego la protagonista se diluye.
Laura y Ezequiel comparten el secreto de unas cartas eróticas halladas entre las páginas de los viejos libros de la biblioteca local y también un flirteo inocente. Ezequiel conoce una versión de Laura que es totalmente nueva a los ojos de Rafael, pero al mismo tiempo ignora el vínculo de la protagonista con la pareja de científicas que estudian un descubrimiento que generó polémica en el pueblo: una extraña criatura que habita en la laguna y que nadie ha podido clasificar, como esas especies de flores que llevan el sello de “pendiente” en el archivo de Laura. Los misterios, la elucubración de teorías y la necesidad de descifrar un enigma constituyen el norte de este relato.
En diálogo con Página/12, Paredes –actriz y coguionista junto a Citarella– cuenta que rápidamente advirtieron que la película se volvía mucho más interesante cuando no se instalaba en ningún género: una vez que coqueteaba con alguno ya se empezaba a transformar en otro. “Con respecto a la actuación, empezó a pasar una cosa extraña que notamos cuando volvíamos a mirar los distintos planos a medida que filmábamos: casi que había que actuar lo contrario del género que se estaba narrando. Por ejemplo: en la zona de las científicas y el descubrimiento de la criatura, nos dábamos cuenta de que cuando yo narraba ese punto de vista tenía que contarlo como si estuviese enamorada. Si intentábamos ir hacia el género de suspenso porque la historia pedía eso, no funcionaba; la actuación se volvía algo tensa, artificiosa, entonces tenía que contar la historia de la criatura como si fuese un momento de romance entre ellas tres. Todo el tiempo nos pasó eso. La película pasa por un montón de géneros, pero nos dimos cuenta de que no convenía reforzarlos desde la actuación sino más bien alivianarla”.
-Trenque Lauquen tiene su origen en Ostende (2011). Se trata del mismo personaje, con pulsiones parecidas aunque en un lugar diferente: ya no es territorio marítimo sino la llanura pampeana, lugar de origen de Citarella y donde vive su familia. Laura es única testigo de algo que a todos se les pasa por alto, aunque acá se involucra mucho más y tiene como secuaz a Ezequiel. ¿Cómo fue retomar ese personaje?
-Sí, es el mismo personaje porque se llaman igual y porque los hago yo. Es verdad, hay algo más pasivo en Ostende y mucho más activo en Trenque Lauquen. En Ostende el foco siempre está puesto en lo que ella observa e incluso se va del lugar sin descubrir nada de lo que pasó entre esas dos mujeres y el tipo misterioso. Las une esa capacidad para buscar ficciones en aquello que la rodea, porque Laura es esencialmente un personaje ávido de buscar ficción donde sea. En Ostende imagina quiénes son los integrantes de ese trío de personajes misteriosos, y en Trenque Lauquen se topa con unas cartas y a partir de ese descubrimiento no puede parar de elucubrar teorías sobre esa mujer. Creo que hay algo autobiográfico también, porque con Lau nos divierte eso: somos dos amigas que todo el tiempo estamos elucubrando teorías sobre cosas o gente que no conocemos, personas que vemos pero de las que no sabemos mucho. Hay cierto procedimiento en la vida que se nos arma juntas y lo trasladamos a un personaje.
-En esta película además de ser la protagonista compartiste la escritura del guion junto a Citarella. ¿Cómo es dividirse entre esos dos roles?
-Bueno, fue completamente esquizofrénico. Nos reíamos porque parecíamos unas pesadas adentro del rodaje. Hubo muchos pasos y fue una película que llevó seis años. Cuando terminábamos un plano, estábamos las dos al lado de la cámara pensando en la trama de Carmen Zuna y tratábamos de entender eso que nadie entendía. De repente nos aparecían agujeros o inconsistencias en la trama y se armaban debates tremendos sobre la secuencia de los hechos. Le queríamos explicar a alguien las tramas nuevas mientras viajábamos en auto pero se mareaban, era un desasosiego. La manera de llevarlo fue caótica y desbordada, pero milagrosamente todo se ordenó. Debe haber sido insoportable estar cerca de nosotras en ese momento (risas).
Sin embargo, después de un rato Laura vuelve sobre esta pregunta y agrega: “Con respecto a ese desdoblamiento en varios roles, siento que en mi camino casi siempre fue así. Gracias a Piel de Lava (grupo de teatro que comparte junto a las actrices Elisa Carricajo, Valeria Correa y Pilar Gamboa) estoy muy acostumbrada a ese entuerto de tener varios roles a la vez, con lo bueno y lo malo. Por lo general, cuando actúo no tengo esa figura del director que te viene a tranquilizar antes de un estreno, aunque en nuestro caso siempre contamos con la mirada de Laura Fernández. Nosotras escribimos, actuamos y dirigimos. Por momentos sufrís un montón, pero también podés tomar muchas decisiones sobre los materiales. Gracias al grupo tengo la cabeza totalmente entrenada en ese ida y vuelta: actuar desde afuera y estar afuera desde adentro”.
-Por su misma conformación, Piel de Lava tiene la energía femenina muy presente. En Trenque Lauquen hay algo de eso también. Aunque aparecen varios personajes masculinos orbitando el misterio, el signo de pregunta casi siempre está puesto sobre una mujer: Laura, Carmen Zuna, Elisa Esperanza, Romina, el libro de Aleksandra Kolontái. ¿Qué cosas fueron apareciendo en ese abordaje?
-Con el personaje de Carmen Zuna apareció una clave concreta cuando nos dimos cuenta de que las cartas tenían que ser un poco porno. Hay muchos géneros de cartas, y cuando las escribíamos no sabíamos por qué el personaje se enganchaba con eso hasta que apareció este elemento: una mujer a la que le escriben sobre su sexualidad. Nos divertía pensar en la figura de un amante enloquecido con la zona sexual de ella, y es muy difícil que un descubrimiento así no genere, en el espectador y en el personaje, una necesidad de seguir armando el rompecabezas. Ya no era tan sólo la historia de un romance sino la posibilidad de poder espiar un poco la vida sexual de esta mujer misteriosa, la maestra suplente del pueblo. Otra cosa que apareció en el camino fue la idea de que son mujeres que se van: las historias de Carmen y Laura funcionan como espejo. Nos parecía linda una épica de mujeres que, en distintas épocas, deciden abandonarlo todo y optan por la aventura, un género que suele estar más vinculado a los hombres. Acá son mujeres que empiezan a caminar por la pampa para llegar a otro lugar.
Con el personaje de Carmen Zuna apareció una clave concreta cuando nos dimos cuenta de que las cartas tenían que ser un poco porno.
En Trenque Lauquen hay una imagen muy poderosa: el personaje de Carmen Zuna en su juventud, con su panza de meses, cruza una tranquera para lanzarse a esa extensión infinita que despliega la pampa, casi como entregándose a ese paisaje en un acto sacrificial. Quien puso el cuerpo en esa toma fue la propia Citarella, que estaba embarazada en la vida real al igual que Elisa Carricajo, quien interpreta a la científica del pueblo que vive en pareja con Romina (Verónica Llinás) y cuya condición –muy atinadamente– no está tematizada. “Elisa estaba embarazada y en un momento pensamos que era buenísimo que portara una panza, que eso formara parte del vestuario del personaje. Y también estaba la necesidad y el deseo de filmar eso casi documental de Laura con su panza, que luego tuvo asidero en la estructura. El material mismo se organizó de manera tal que emergió con fuerza la idea de que Lau fuese Carmen. En cierto momento las películas, al igual que las obras, empiezan a darte más pistas de las que podés tener en la cabeza”, confiesa Paredes.
Ver estas proyecciones en el mes de febrero tendrá un encanto particular, porque son épocas en las que –aunque estemos en el corazón de una ciudad algo más vacía que de costumbre– se respira cierto aire de vacaciones. En Trenque Lauquen aparecen con claridad esos dos ritmos: el de las grandes urbes, representado por el personaje de Rafael, y el de la gente de pueblo encarnado en el temple de Ezequiel. Laura transita entre uno y otro: llega a Trenque como “la forastera” y de a poco va adoptando los tiempos de ese nuevo territorio hasta prácticamente volverse una habitante más. En medio de sus descubrimientos termina el contrato, pero decide extender su estadía y rechaza el boleto de vuelta con esa nostalgia anticipada que a veces nos ancla a ciertos lugares, casi como si esta mujer se rehusara a volver a su vida ordinaria –el trabajo, la cátedra, el cargo, el proyecto de vida compartida con Rafael– después de haber descubierto lo que descubrió.
¿Por qué Laura decide quedarse en Trenque tras haber finalizado su contrato? Eso era algo que torturaba a las Lauras a la hora de pensar la estructura. Ahora Paredes reflexiona: “En realidad uno como espectador lo acepta de manera más orgánica: es ese tiempo diferente en el pueblo, donde todo se empieza a aletargar. En un momento nos enteramos de que le oculta cosas al novio: él no sabía que tenía una columna en un programa de radio. A mí esos detalles me encantan. Es lo que pasa cuando nos alejamos de la vida cotidiana, de la ciudad; sin querer, ella se aleja de todo lo conocido, cuenta cada vez menos y la razón por la que miente no tiene que ver con una trama en particular sino con una especie de atmósfera que la toma”.
En los créditos finales aparecen muchos nombres que van rotando y se repiten en proyectos como Trenque Lauquen, varios forman parte del equipo de la productora El Pampero pero también hay otros. Un círculo de artistas que colaboran entre sí y se ayudan para lograr el resultado más cercano a eso que concibieron primero en sus cabezas. Sobre estos esquemas de producción, Paredes dice: “Creo que el mayor hallazgo de esas estructuras es que hay algo que se respira y se ve en las imágenes. Yo veo esa libertad en los planos, la veo en términos formales porque son imágenes que no están condicionadas por el tiempo y el dinero; se trata de estructuras cooperativas. Con un modelo de producción diferente el resultado puede ser muy virtuoso, pero no aparece eso que sucede cuando veo Trenque Lauquen u otras películas concebidas con esa respiración y esa libertad”.
Las cautivas, mujeres en la pampa
Actualmente Laura está involucrada en otro proyecto que tiene a la pampa como escenario: Las cautivas, escrita y dirigida por Mariano Tenconi Blanco, en la que comparte protagónico con Lorena Vega. Dos actrices de gran calibre para un texto complejo que construye su propio universo con referencias a Sara Gallardo, Echeverría y Copi, entre otros. Paredes asegura que fue “un trabajo muy colaborativo” y, aunque la estructura esté planteada en monólogos, ella siente que actúa junto a su compañera. “Siempre me pasa eso con la obra y me genera mucha alegría. No sé si soy una actriz que se sienta particularmente cautivada por el desafío de estar sola en escena, pero me parece que algo del dúo hizo que yo empezara a inventar cosas a partir del monólogo de Lorena. Te diría que casi todo lo que hago tiene que ver con lo que ella dice sobre mi personaje”. Otras complejidades fueron el texto en verso y el trabajo con un músico en escena (Ian Schifres), experiencia que no había tenido antes y que la obliga a estar sumamente concentrada, muy atenta al ritmo. “Tenía que convocar esas imágenes sin que la música del texto me llevara puesta, de forma tal que yo pudiera hacer que el público se imagine todo, que se emocione y le sucedan cosas, incluso que se rían. Mariano es un gran director y es muy divertido trabajar con él porque todo el tiempo quiere que cruces la línea y te atrevas al ridículo, algo que no es tan común desde la dirección”, opina.
Argentina, 1985
Paredes también tuvo una notable participación en Argentina, 1985, ganadora de un Globo de Oro y nominada a los Oscar. Todo aquel que haya visto la película de Santiago Mitre recordará esa escena porque es un quiebre en el relato y produce un nudo en la garganta. Laura es quien interpreta a Adriana Calvo de Laborde, la mujer que fue secuestrada en 1977 y dio a luz a su hija Teresa en un patrullero mientras la trasladaban de un centro clandestino a otro. Adriana sobrevivió y dio su testimonio en el Juicio a las Juntas. Esa fue la materia prima sobre la que Mitre y Paredes trabajaron, pero no contaban con su gestualidad porque todos los testigos fueron tomados por las cámaras de televisión desde atrás, de modo que en los registros sólo hay una nuca, una espalda y una voz. “Al probar nos dimos cuenta de que lo mejor para la emocionalidad que demandaba esa escena era acercarla a mí y no tratar de imitar su tono, que además no era el suyo por la tensión del momento; la hija me contó que en el juicio la voz le había cambiado. Entonces tratamos de salirnos de la imitación y llevarlo a mi propio registro”. La actriz habla del rodaje en términos de catarsis colectiva y recuerda que, más allá de todo lo que habían pensado previamente, el hecho de estar en la misma sala vestida igual que Adriana generaba algo muy particular. “Para mí fue una experiencia inolvidable por todo lo que nos pasó en esa sala –explica–. Entre tomas yo me daba vuelta y todo el mundo estaba llorando, lo miraba a Santiago porque no sabía qué hacer. Era difícil ponerse muy técnicos, había algo que nos excedía. Extras y técnicos llorando, en la edición pasó lo mismo. Después eso se replicó en los cines, como si esa catarsis hubiera logrado traspasar la pantalla”.
- Trenque Lauquen podrá verse, a partir de este sábado, todos los sábados de febrero a las 20 en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), y los viernes y domingos a las 18 en la Sala Lugones (Av. Corrientes 1530) a partir del 10 de febrero. Las cautivas podrá verse sábados y domingos a las 17.30 desde el 11 de febrero. Y Petróleo, junto al grupo Piel de Lava, podrá verse los miércoles a las 20.30 desde el 8 de febrero, ambas en el Metropolitan Sura (Av. Corrientes 1343).