Buscando darle forma teatral a una idea, el actor Luciano Crispi (intérprete de las premiadas Menea para mí y Lo que quieren las guachas) reunió al director Mariano Stolkiner y al dramaturgo Ignacio Torres. Así se gestó Canción de carnaval, obra que sube a escena el sábado 11 en la sala El Extranjero, de Valentín Gómez al 3300. El montaje promete un atractivo visual y sonoro acorde a la contundencia de la historia que despliega. Es por ese motivo que Sofía Rypka, en principio abocada a las cuestiones ligadas al diseño de movimientos del actor, se sumó al equipo en carácter de co-directora de este “gran acto coreográfico”, según define el propio Stolkiner.
Ambos, director y dramaturgo, están con otros proyectos: Stolkiner reestrena Rota, unipersonal con Raquel Ameri, el próximo martes 7 en el Paseo La Plaza y Torres se prepara para presentar este sábado su obra Cosa hecha, bajo su dirección, en el Centro Cultural Haroldo Conti, en el marco de la Fiesta CABA, en virtud de haber sido una de las 12 obras seleccionadas entre un total de 125 espectáculos.
Sobre Canción de carnaval hay que hablar con cierta cautela, debido a la conveniencia de no develar los detalles que hacen de éste un relato escénico impactante. Una pregunta adelanta, apenas, el derrotero de una historia de amor entre un profesor de literatura y su alumno: “¿Hasta dónde se puede llegar cuando el amor es tan profundo y a la vez capaz de conducirnos al deseo de ser poseídos, de fusionarnos con el otro?”.
En diálogo con Página/12, Stolkiner y Torres explican que la obra presenta una situación que implica el corrimiento de los límites morales impuesto por la sociedad. Y subrayan que tanto el texto como su construcción escénica proponen al espectador una puesta en conflicto de sus convicciones morales, dado que los personajes de la historia optan por “un modo alternativo de fusionarse uno en el otro como un acto de valentía”, según sostienen.
“Me gustó que el profesor esté obsesionado por la etimología y que no pueda encontrar la palabra que define lo que siente”, detalla Torres, quien, desde la dramaturgia, sumó focos de tensión al vínculo de ambos. Así, aparte de la asimetría que implica que sean profesor y alumno, el hecho de que los dos debieran romper con sus respectivas parejas en una pequeña ciudad donde todos se conocen, es otra traba que juega a favor de la exposición de aquello que podría continuar oculto. “Ese amor contra viento y marea se va poniendo cada vez más oscuro y más cerca de un precipicio”, describe el director, “hasta que la situación de entrega y la voluntad de pertenencia se desbordan”.
-El cine suele ir mucho más allá que el teatro en cuanto al corrimiento de los límites morales…
Ignacio Torres: -Sí, creo que el teatro es un lugar donde se puede poner entre paréntesis lo moral. Nuestro desafío pasaba por llegar a un extremo, pero sin llegar a juzgar a quien realiza un acto que está por fuera de lo que se considera correcto.
Mariano Stolkiner: -A mí me gusta que en el teatro se puedan llevar las conductas al extremo. No me interesa ese teatro que es políticamente correcto, que no arriesga ni quiere incomodar. Además, no siempre hay que coincidir con el personaje. Me interesan las zonas de tensión y no ser obsecuente con la ideología del momento.
-¿Cómo se puede describir la obra sin adelantar más de la cuenta?
M.S.: -El personaje expone su alma hablándole a los propios espectadores y hay belleza alrededor de la temática oscura que expone. Se plantea un amor que tiene que ver con la naturaleza, más allá de la moral y las buenas costumbres, algo que es consensuado entre los integrantes de la pareja.
-¿La violencia atrae en el teatro?
I.T.:-Sí, mucho, es algo que el teatro necesita. Hay mucho teatro que pone por delante la idea del entretenimiento y que no propone más que eso. Podemos generar instancias de reflexión en un espectador que esté sentado sin mirar su celular durante 70 minutos, rodeado de desconocidos, viendo y escuchando una historia que no va por lugares ortodoxos.
M.S.: -Seguimos teniendo una sociedad muy conservadora en muchos aspectos. Y me parece que el teatro tiene que ser una herramienta para observarnos, para que podamos reflejarnos aun en las cosas que no nos gustan de nosotros mismos.
*Canción de carnaval, El extranjero (Valentín Gómez 3378), desde el 11, los sábados a las 20.