Para cuando se firmó el acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI, en marzo de 2022, se calculaba que el costo en intereses que iba a tener ese crédito sería de unos 1600 millones de dólares por año. Durante ese primer año de vigencia del acuerdo, resultaron casi un 10% superior, en torno a los 1750 millones. Pero en este año 2023 podrían superar los 3200 millones de dólares, el doble de lo previsto hace menos de un año.
Ni las más severas críticas al acuerdo con el Fondo Monetario llegaron a revelar en su totalidad sus perversas consecuencias. ¿Y quién fue el que advirtió en estos días sobre el grave desvío en el costo en intereses del crédito? Nada menos que el ministro de Economía que lo firmó, Martín Guzmán, que en su participación en un seminario en el Vaticano lanzó una fuerte crítica a la política de tasas del FMI.
Las críticas de Guzmán
Durante su exposición en la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, en el panel titulado "Desafíos financieros urgentes en las economías en desarrollo", Guzmán detalló que no sólo los "sobrecargos" que cobra el FMI a los países deudores más comprometidos son una política perversa, sino que hay otro componente de los intereses sobre los préstamos del organismo que también empuja a la inestabilidad a los países deudores: la tasa DEG.
Dichas tasa DEG se calcula como un promedio ponderado del rendimiento de los bonos que emiten los tesoros de los Estados Unidos, la Unión Europea, China, Inglaterra y Japón. En esta última semana, la Reserva Federal de los Estados Unidos subió las tasas en un cuarto de punto (o 25 puntos básicos) y el Banco Central Europeo en medio punto (50 p.b.), al igual que el Banco de Inglaterra.
Pero no se trata de medidas aisladas, sino que es la política que han seguido los bancos centrales de los países desarrollados desde hace ya casi un año, como método para combatir la inflación y dejando en un segundo plano el costo en materia de retracción económica que ello provoca. En un plano todavía mucho más alejado a sus intereses, fue quedando el impacto que esto provoca en las economías periféricas.
"La política monetaria de los países avanzados tiene fuertes consecuencias negativas para la sostenibilidad de las deudas en el Sur Global, ya que encarece el costo de las refinanciaciones", expresó Guzmán en el seminario. Los créditos del FMI, en vez de ser un mecanismo de estabilización para los países con dificultades financieras, se han convertido en un canal de transmisión de esos shocks desestabilizadores originados en el centro del poder financiero mundial.
La fórmula de la tasa
¿Cómo se forma la tasa de interés de los préstamos del FMI? Como un promedio de las tasas de referencia en las monedas que son consideradas aptas como reservas internacionales (dólar, euro, yen, libra esterlina y yuan). Es lo que se llama "la tasa DEG", recordando que DEG es una canasta de monedas que utiliza el FMI como valor de referencia (unidad de cuenta), que conforman esas mismas cinco monedas.
A esa tasa DEG se le suma un punto (100 puntos básicos) para alcanzar la tasa "normal" de los préstamos del FMI. Pero a esa tasa todavía se le suma un sobrecargo, que consiste en un cargo adicional de 200 puntos básicos (2 puntos en la tasa anual de interés) sobre el saldo de la deuda pendiente de pago, cuando ésta supera el 187,5% de la cuota; y sube a 300 puntos básicos (3 puntos) si los compromisos se mantienen por encima del 187,5% de la cuota después de 36 meses.
La deuda argentina es de más del 1000% (mil por ciento, diez veces) la cuota de capital que el país posee en el Fondo. Y superó los 36 meses a partir de mediados de 2021, cuando se cumplieron tres años del crédito tomado por Mauricio Macri en junio de 2018, que sigue vigente porque el nuevo Acuerdo de Facilidades Extendidas no lo anuló ni sustituyó, sino que presta el dinero para pagar los vencimientos del crédito stand by anterior.
En consecuencia, Argentina paga una tasa de interés al FMI que se conforma de la tasa DEG + un punto + sobrecargo de tres puntos. La tasa DEG resultante de las subas recientes de tasas en los países centrales es del 3,2%. Consecuencia: Argentina deberá pagar este año intereses del 7,2% al FMI, salvo que la Fed, el BCE y los otros bancos centrales principales resuelvan bajar sus tasas. Cosa difícil, más bien persiste el riesgo de que suceda todo lo contrario.
La cuenta de intereses
El 7,2% sobre una deuda de capital de más de 45 mil millones de dólares da más de 3200 millones de dólares de intereses en el año, que se pagan trimestralmente (el primer día de febrero, mayo, agosto y noviembre). El último pago que se hizo fue este miércoles, por 710 millones, pero todavía el movimiento de tasas de Jerome Poweel (titular de la Fed) de ese mismo día no entraba en el cálculo. Para el vencimento de mayo, sí (la suba de Powell y las de los otros banqueros centrales que lo siguieron), con lo cual la cuota de intereses trimestrales a pagar estará en el entorno de los 800 millones.
Argentina es uno de los veinte países deudores del FMI que paga sobrecargos por haber recibido créditos excesivos respecto de su cuota. Exigirle sobretasas a quienes están más endeudados es como vendarle los ojos cuando ya se sabe que transitan por un camino de cornisa. Pero lo de la tasa DEG le agrega un grado más de perversidad a la cosa. Es trasladarle a los países deudores, a través de las mayores tasas, un riesgo adicional a la sostenibilidad de sus deudas, simplemente, como reflejo de sus "necesidades de estabilidad de precios" en sus economías internas.
"En el mundo post Covid-19 y de la guerra en Ucrania, con deudas más altas y tasas de interés más altas, todos los meses estamos viendo un nuevo país entrando en situación de crisis de deuda", describió Guzmán en el seminario vaticano. Los marcos institucionales internacionales, especialmente las reglas del Fondo, no permiten resolver esas crisis de forma adecuada. Al contrario, las "soluciones" que surgen de esas reglas "agravan las recesiones y generan desempleo, pobreza y desigualdad".
Para Argentina, el recáculo de intereses a pagar al FMI este año complicará el cumplimiento de las metas con el propio organismo. Rara paradoja, por más que sea una historia repetida.