Cuando Sarah Michelle Gellar se convirtió en una de las más grandes estrellas de los '90, tan representativa de la era como las sandalias de goma y Bart Simpson, empezaron a aparecer rumores. Las páginas de mensajes que ardían con el Y2K susarraban que era mala. Que estaba deseosa de abandonar Buffy la cazavampiros, la serie televisiva que la había hecho famosa, por una carrera en las películas. Que las palabras que sus coprotagonistas usaban a menudo para describirla -"profesional", "comprometida", "perfeccionista"- estaban codificadas, que eran bellas ambigüedades para cubrir el hecho de que era una reina adolescente venida del infierno. La verdad era algo más complicada.
"Muchas veces, en el set te dicen que no hagas olas", dice Gellar hoy. "'Solo hacé tu trabajo'. 'Sos reemplazable'. Y en Hollywood, especialmente cuando sos una mujer joven y hablás de ciertas cosas, sos etiquetada como 'difícil'. Pero ahora llevo eso con orgullo, si 'difícil' quiere decir que espero que tengas tu energía al 100 por ciento." Suspira. "Si tenés el peso del mundo en los hombros, y estás haciendo todo este trabajo y alguien se retrasa en algo... está OK que no te parezca bien. Pero te encajan esa etiqueta, que creo que es injusta."
Gellar habla rápido y con firmeza, como un video de YouTube en velocidad 1.5. Si no fuera actriz, podría haber sido una excelente subastadora. Lo primero que se percibe de ella es que es asombrosamente compacta, un pequeño paquete de Buffy acurrucada en un sofá de hotel. Lo segundo que se advierte de ella es que parece cambiar la temperatura de la habitación en la que está, como si todos estuvieran muy al tanto de que Gellar no es la clase habitual de famosa. Más bien es un símbolo viviente, de fortaleza, de empoderamiento femenino, de crecimiento y de nostalgia. Es probablemente la chica que tenías en la pared de tu habitación en 1998. Sea como sea que la hayas conocido -como la cazadora, o en películas como Juegos sexuales, Scream 2, Sé lo que hiciste el verano pasado y Scooby Doo-, ella dejó una marca. Esto se extiende a los muy excitados publicistas que esperan del otro lado de la puerta de su suite, los fans gritones en la premiere de la noche anterior de su nueva serie televisiva, o la gente en mis grupos de WhatsApp que no pueden creer que la estoy entrevistando. Ella fue, y siempre será, un asunto muy grande.
Gellar tiene ahora 45 años y protagoniza una nueva serie de la plataforma Paramount + llamada Wolf Pack. Marca su primer trabajo significativo de actuación en casi una década. La serie trata de unos adolescentes mordidos por una extraña criatura durante un incendio forestal, y Gellar es la investigadora enfrentada a la tarea de averiguar qué está sucediendo. El show es la razón oficial por la que está haciendo entrevistas de prensa, pero también se siente como si un poco estuviera en una gira promocional para ella misma. No es solo Gellar poniéndose nuevamente bajo los reflectores, también hay una sensación de que está ansiosa por corregir ciertas cosas, o al menos reclamar una narrativa que se le arrebató años atrás.
En primer lugar: ¿Por qué dejó de trabajar? "Estaba realmente quemada", dice. "Había tenido dos hijos uno atrás de otro. Robin Williams había muerto. Todo me pegó al mismo tiempo." Gellar fue una de las últimas coprotagonistas de Williams, interpretando a su hija en una serie de comedia de corta vida llamada The Crazy Ones, en 2013. Williams murió tres meses de que fuera cancelada. Eso condujo a una epifanía: a un lado la carrera, Gellar quería estar en su casa todo el tiempo, viendo a sus hijos crecer. Tiene dos, de 10 y 13 años, con Freddie Prinze Jr., estrella de She's All That y presencia habitual como rey de la fiesta de promoción en las películas de adolescentes de los '90. Son pareja desde 2000, tres años después de conocerse en el set de Sé lo que hicieron el verano pasado; se casaron en 2002.
Gellar merecía largamente un descanso. Nacida y criada en New York, se convirtió en actriz a los cuatro años, cuando fue descubierta por un agente de casting en un restaurant. Para los 18 años ya había aparecido en Broadway, ganado un Emmy por su trabajo en la telenovela estadounidense All My Children, había sido demandada por McDonalds por destrozarlos en un comercial de Burger King y aparecido en docenas de productos televisivos y cinematográficos. "Era un poco engreída", dice. "A los 20 años tenía como 15 de experiencia. Pero a esa edad tampoco sabés nada". Muchos compañeros que la conocieron entonces han hablado de su casi sobrenatural equilibrio a una edad tan temprana, pero hoy Gellar lo pone en duda. "A la gente le gusta pensar que era mucho más dura y segura de lo que realmente era."
En 1996, a los 19 años, fue elegida como Buffy Summers, una animadora deportiva de escuela secundaria condenada a proteger los inocentes de vampiros, demonios y toda clase de males. La convirtió en una estrella, a través de siete temporadas que se extendieron hasta 2003. Buffy la cazavampiros sigue siendo una de las mejores y más influyentes series en la historia de la televisión: una ingeniosa, compleja y multigenérica obra maestra que entendió cuán horrorosa puede ser la adolescencia y juventud. Por años, tuvo una reputación dorada, al igual que su creador Joss Whedon, un autoproclamado "superconsciente candidato" cuya imagen pública -nerdo, feminista, insoportablemente molesto pero perdonable- parecía blindada.
De todos modos, eso cambió en 2021, cuando varios integrantes del elenco de Buffy aseguraron que la serie estuvo plagada de conflictos detrás de escena, identificando a Whedon como la fuente de ellos. "Buffy era un ambiente tóxico, y eso empezaba en la cumbre", tuiteó Amber Benson, quien interpretaba a Tara. "Hubo un montón de daño producido en ese tiempo, y muchos de nosotros aún lo estamos procesando, más de veinte años después." Charisma Carpenter, quien interpretó a la gloriosamente egoísta Cordelia en Buffy y su spinoff Angel, escribió que Whedon era "malicioso y cortante, hablando de otros abiertamente de manera despectiva, y a menudo jugando a tener favoritos, enfrentando a la gente entre sí para competir por su atención y aprobación." Whedon se ha rehusado consistentemente a comentar las alegaciones específicas, aunque ha admitido el haber "gritado" y no haber sido "muy educado" en ocasiones.
Entre las primeras acusaciones, Gellar expresó orgullo porque sus compañeros de elenco se decidieran a hablar, reiteró el mismo orgullo por la serie, y añadió: "No quiero estar asociada eternamente con el nombre de Joss Whedon." Desde entonces ha sostenido que nunca hablará públicamente sobre sus experiencias con Whedon, pero ha aludido a trabajar en sets "tóxicos" en sus primeros años en Hollywood. Ahora quiere dejar claro que no era un problema solo de Buffy. "Los ambientes tóxicos que he experimentado no se limitan a un solo trabajo", dice. "Creo que la gente automáticamente piensa que estoy hablando de un trabajo en particular, pero estoy hablando de un montón de ellos."
Le pregunto si alguna vez advirtió la ironía de que Hollywood la eligiera para mujeres tan fuertes y poderosas -incluso sus personajes en Scream 2 y Sé lo que hicieron el verano pasado lucharon con uñas y dientes antes de encontrar su final-, pero a la vez quisiera que en la realidad fuera pequeña y obediente. "Creo que elijo personajes que me gustaría ser", dice. Menciona Juegos sexuales, el lujurioso thriller de 1999 en el que interpreta a una despiadada chica de sociedad de Manhattan. "No quería ser tan dura como Kathryn, pero sí quería tener su seguridad. Ser igualmente poderosa. Ella usaba ese poder, su sexualidad y su mente." Gellar parece anhelante.
Del modo que lo describe, en el pico de su fama se sentía socavada por la lucha, la inseguridad y la soledad. Juegos sexuales, por ejemplo, fue una película por la que tuvo que luchar. "Mi equipo no quería que la hiciera", recuerda. "Se la pasaban diciendo 'No la entiendo, es tan ridícula... ella es una jodida y vos sos una superheroína'". Estaban convencidos de que ella tenía que interpretar a Annette, la virginal chica buena señalada para la destrucción por Kathryn y su hermanastro Sebastian (Ryan Philippe). "Tuve muchas opiniones en contra. Pero entonces tenía solo dos verdaderos miembros del equipo, y digamos que solo uno de ellos aún trabaja conmigo."
Gellar se mantuvo en sus trece y eventualmente consiguió el rol de Kathryn, con Reese Witherspoon enrolada para hacer de Annette. Las dos no eran especialmente cercanas fuera de cámara, pero Gellar dice que era el espíritu de la época. "Era duro. En ese momento las mujeres eran realmente enfrentadas una a otra. Nos enseñaron que las otras actrices estaban ahí para desbancarte." Recuerda solo a Scream 2 como algo diferente, donde encontró figuras mentoras en Neve Campbell y Courteney Cox, mujeres igualmente superfamosas con su nombre en shows de TV masivos y prósperas carreras en cine ("Tenés que tener 25 años para alquilar un auto, y Courteney era la única que podía, con lo que si querías ir a algún lado tenías que pedirle a ella"). De manera típica, de todos modos, a ella y sus coprotagonistas femeninas les indicaron que se mantuvieran distantes. Dice que ella y Witherspoon reconectaron años después, y se dieron cuenta de cuánto tenían en común. "Desde entonces hemos ido más profundo en cosas que hemos experimentado en otros sets. Descubrimos que ambas estábamos atravesando cosas muy parecidas."
Gellar mantiene los detalles sobre sus experiencias levemente borroneados, pero hay una línea que emerge en la conversación, la de mujeres jóvenes trabajando para hombres tiránicos, siendo deliberadamente aisladas de sus colegas para mantenerlas vulnerables y sumisas. No sorprende que eventualmente se haya cerrado. "Al principio no sabía si extrañaba la actuación", dice. "Pero entonces, durante la pandemia de covid, ahí me empezó a picar. Ese fue el momento en que me empecé a inquietar." Poco después llegó una oferta para protagonizar y oficiar de productora ejecutiva de Wolf Pack. "Y ahora estoy disfrutando mucho más. No me estoy poniendo las mismas presiones a mí misma."
¿Por qué se sometió a ella misma durante tanto tiempo? "Sí, ¿por qué?", pregunta. Su voz toma un tono infantil, cómico. Buffyesco, podría decirse. "¡No lo sééééé! ¡Porque era duraaaa! Definitivamente, siempre tuve una sensación muy específica de lo que estaba bien y lo que estaba mal, pero no sabía qué hacer con eso. Y es difícil tener eso en este negocio, especialmente cuando estás empezado. Porque había un montón de cosas que estaban mal."
Ultimamente, Gellar ha estado trabajando con profesionales que tienen la misma edad que ella cuando hacía Buffy. Tanto en Wolf Pack como en el thriller adolescente estrenado por Netflix el año pasado Do Revenge -en el que hizo un cameo como una directora autoritaria-, dice que se descubrió asombrada de cuán diferente es la interacción entre actores jóvenes. "Pasé un montón de tiempo con Maya Hawke y la admiré profundamente", dice. "A su generación se le enseñó a hablar de lo que sienten. Mi generación no. Nos enseñaron a no hablar de nuestros sentimientos. No hablar sobre la ansiedad. Ellos son más abiertas sobre la sexualidad, sobre las emociones. Es muy, muy bueno."
Parte del encanto de trabajar en Wolf Pack, señala, tiene que ver con arreglar a Hollywood desde el interior. "Es la razón por la que es tan importante ser productora ejecutiva: quería crear la clase de ambiente que yo no tuve." Recuerda que en los tiempos de Buffy fue una defensora de los miembros del equipo, que a menudo tenían que trabajar increíblemente largas jornadas sin la paga y la adulación que recibían quienes aparecían en cámara. Peleó por jornadas de filmación más breves, protestó cuando las cosas se excedían y demandó mostrar respeto por todos en el set. Esto pareció contribuir a la imagen negativa que alguna vez la rodeó: esencialemente, le hizo la vida más difícil a gente que quería cortar camino y tratar horriblemente a los demás.
"Si estás cansado no deberías manejar", dice. "¿Sabés cuántos accidentes de auto tuve en Buffy hasta que me pusieron un chofer? Pero el equipo no consigue eso. Ahora, como productora, les puedo poner un Uber. En Wolf Pack, cada viernes tenemos un ómnibus para llevar al equipo. También recordamos dar las gracias, agradecer por una semana dura de trabajo. No son grandes cosas, pero son cosas que a menudo se pasan por alto. Esta está noción de que hay empleados por encima y por debajo de la línea, el elenco y después el equipo. ¿Pero por qué? Sin ese 'por encima y por debajo de la línea' pueden hacer su trabajo. Estamos todos en la misma casa. Y ese es el mundo que quiero crear, y el mundo en el que quiero vivir."
Mientras la escucho, sigo pensando en su episodio favorito de Buffy. Por años, ella señaló que su número uno es "The Prom", un capítulo de la tercera temporada en el que los compañeros de clase de Buffy le entregan un premio de "Protectora de la clase" por sus años de inadvertido heroísmo. Siempre sentí que el episodio era una elección sorprendente, dado que no es considerado uno de los clásicos de la serie. Pero a medida que Gellar habla de su pasado, de sus defensas y su reclamo de contar su propia historia, el episodio empieza a verse diferente. Le pregunto qué significa ahora para ella.
"Significa que la gente te ve", responde. "La gente te conoce a vos, y no la percepción de vos. La percepción de Buffy era que solo era esta chica nerda que no era cool en la escuela. Pero en realidad estaba salvando el mundo."
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.