El huésped incómodo de la mansión de Orlando tiene los días contados ahí. Jair Bolsonaro puede cambiar de habitación – son nueve en la casa -, usar la pileta o disfrutar su jardín, pero no ir demasiado lejos. José Aldo, su anfitrión y ex peleador de artes marciales mixtas en la UFC, lo sabe muy bien. Intentó despegarse del político ultraderechista diciendo que su gentileza era por una cuestión de “negocios”. Quiere monetizar la visita que ya superó el mes. Anunció que iba a colocar una placa que dijera: “aquí estuvo el presidente de Brasil”. Pero ahora que empieza a estrecharse el cerco judicial sobre su invitado, su instinto de conservación lo delata. Las evidencias de una conspiración para evitar que Lula, ya electo, llegara al gobierno, van engordando expedientes. Los planes para concretar un golpe de Estado contra el actual mandatario acumulan testimonios de peso y prueba documental.
Bolsonaro intenta una tibia defensa desde sus redes sociales. En Twitter, donde tiene más de once millones de seguidores, se lanzó en los últimos días a destacar los presuntos logros de su administración. Colocó a la economía en el centro, incluso reivindicó su política hacia el pueblo yanomami que abandonó. 570 de sus niños murieron de inanición durante su mandato.
Un show en Miami
El viernes último montó un show político en Miami auspiciado por Turning Point USA (Punto de Inflexión Estados Unidos), una organización juvenil ultraconservadora que apoya el senador republicado Ted Cruz. El evento llamado Power of the people en el resort de su amigo Donald Trump le dio cierto oxígeno al expresidente. Discurrió sobre una variada agenda de temas como si estuviera en campaña. “Durante nuestro gobierno redujimos los impuestos en Brasil y aun así aumentamos la recaudación” señaló. Unas 250 personas anotadas previamente para el ingreso siguieron su discurso, muchas de ellas brasileñas residentes en EE.UU.
La aparente naturalidad con que Bolsonaro se mostró ante sus partidarios no se compadece con su situación judicial, cada vez más complicada en su país. La semana pasada fue prolífica en denuncias contra él. Lo curioso es que provinieron de exaliados que lo acompañaron durante su gobierno. El exsenador Marcos do Val, de pasado militar y que capacitó en EEUU a policías del FBI y la DEA, saltó a la tapa de la revista Veja. Describió una reunión que mantuvo con el expresidente donde le habría comentado el propósito de desconocer los comicios de octubre último para mantenerse en el poder.
“Anulo las elecciones, Lula no es juramentado, permanezco en la presidencia y arresto a Alexandre de Moraes por sus comentarios”, dijo Bolsonaro según Do Val, quien renunció a su banca en el Congreso. El ministro del Superior Tribunal Federal (STF) involucrado en la denuncia como posible víctima del complot, ya ordenó que el exsenador ratifique o rectifique su testimonio en la Justicia.
Do Val señaló al exdiputado y expolicía Daniel Silveira, un bolsonarista hoy detenido por otros delitos, como propiciador del encuentro que se realizó en el Palacio de la Alvorada el 9 de diciembre, tres semanas antes de que asumiera Lula. Es un personaje con aspecto de patovica que se hizo famoso cuando destruyó un cartel con el nombre de Marielle Franco – la concejala y socióloga asesinada por un grupo paramilitar en 2018 - que se le había colocado a una calle de Rio de Janeiro.
En 2021 fue encarcelado por reivindicar el Acta Institucional n° 5 de la dictadura brasileña con la que se inició la represión ilegal y por agraviar a varios de los integrantes del STF. Condenado a ocho años y nueve meses de prisión con diez votos del alto Tribunal y sólo uno en contra -del juez Kassio Nunes, designado por Bolsonaro en 2020 – terminó indultado por el ahora residente privilegiado de Orlando el 21 de abril de 2022.
Silveira es un golpista precursor. Adelantándose a la horda que asaltó el Planalto, el Congreso y la sede del STF en Brasilia el 8 de enero, ya había alentado a cometer algunos de esos delitos desde sus redes sociales cuando gobernaba el militar ultraderechista. En su cóctel de propuestas antidemocráticas instó a “invadir” el Parlamento, la Corte y pedir una “intervención militar”.
Su prédica caló hondo en cientos de bolsonaristas. Pero él no pudo evitar su vuelta a prisión a comienzos de este mes. El juez De Moraes – según Folha de San Pablo – lo detuvo por no cumplir medidas cautelares que lo obligaban a usar una tobillera electrónica y a no manifestarse en las redes sociales desde las que amenazó de muerte a varios magistrados cuando era diputado. El día del ataque en Brasilia, Silveira tuiteó su risible versión del golpe en marcha: “Vea cómo la izquierda está usando rápidamente los medios y hablando para atacar a los conservadores. Está claro que plantaron infiltrados para delinquir, para tener subterfugios contra los conservadores. Tienen métodos y saben usarlos”.
Si Do Val ya fue emplazado a declarar por la denuncia en Veja donde comprometió a Bolsonaro y Silveira, otro político que seguirá su camino es el presidente del Partido Liberal (PL), Valdemar Costa Neto. En O Globo le hicieron una entrevista donde describió que había escuchado iniciativas para desplazar a Lula de la presidencia: “Nunca lo comenté, pero recibí varias propuestas, por correo y en eventos políticos, sobre cómo sacar a Lula del gobierno. Abogados me las mandaban para hacerlo con base en el artículo 142 de la Constitución, pero todo fuera de la ley. Tuve el cuidado de triturarlo”, explicó.
A los testimonios que incriminan cada vez más a Bolsonaro, se suma el proyecto de decreto o documento golpista que se incautó en la residencia de su exministro de Justicia Anderson Torres, detenido por su responsabilidad en los hechos del 8 de enero ya que era el secretario de Seguridad de Brasilia, gobernada por la ultraderecha.
El funcionario se encontraba de vacaciones en EE.UU cuando fueron tomados los principales edificios del poder político en la capital. El juez electoral Benedicto Goncalves considera que aquel proyecto que se salvó de la trituradora es la evidencia de que un golpe de Estado estaba en marcha. Se trata de un borrador de decreto que hubiera declarado el estado de excepción en Brasil.
El militar que ingresó a Estados Unidos con visa de presidente en ejercicio cuando Lula se aprestaba a asumir por tercera vez el cargo más alto del país, dijo que su rival no “durará mucho” en el gobierno. Cuán oráculo de Delfos, cree que puede profetizar el futuro aunque por ahora no incluye en él la posibilidad de su propia detención.