Desde Londres
O los 100 días de luna de miel de un gobierno son un mito urbano mediático o el primer ministro británico Rishi Sunak es la excepción de la regla. Ni las siete semanas endemoniadas de su predecesora, Liz “la breve” Truss, consiguieron que el billonario indio se beneficiara con ese efecto de esperanza que suele traer un cambio de gobierno. Después de 13 años de lo mismo, los británicos están inmunes a un pase de magia tan simple como el cambio de caras para cambiar sus expectativas.
La ola de huelgas por la crisis económico-social que comenzó en junio son una clara muestra de este fenómeno. Los paros solo se suspendieron en señal de respeto por el fallecimiento de la Reina Isabel II en septiembre, unas semanas antes de la asunción del billonario de origen indio. Con Sunak en 10 Downing Street desde fines de octubre se han incrementado semana a semana hasta la huelga general de los servicios públicos el miércoles pasado. El viernes hubo otro paro ferroviario: este lunes parará el servicio de enfermería (unos 750 mil trabajadores) y el de ambulancias.
Hay 14 huelgas programadas para febrero. Es decir que la mitad de este mes vivirá un paro de algún sindicato de los considerados esenciales durante la pandemia. Hay siete huelgas más a la vista en marzo. Los maravillosos días de dulzura y tolerancia de la luna de miel ni siquiera han existido. Como una boda mal arreglada, el matrimonio gobierno-sociedad comenzó a los palos.
La sordera del billonario
Sunak prometió escuchar a la sociedad, corregir los horrores de su predecesora y retornar al Reino Unido al camino de la prosperidad. Con trece años de promesas conservadoras sobre sus espaldas, la sociedad respondió con escepticismo o protesta, con apático descontento o paros y manifestaciones.
Enfrentado a la huelga de los servicios públicos, Sunak eligió abroquelarse en el típico discurso conservador-thatcherista alegando que no había fondos para cubrir los aumentos que se pedían y culpabilizando a la oposición de los paros. En una entrevista por sus 100 días en el gobierno, Sunak dijo que su principal preocupación era la inflación. “A mí me gustaría darle un aumento masivo a las enfermeras y enfermeros. Sería lo más fácil. Pero se trata de tomar decisiones. Y en este momento la prioridad es la inflación”, dijo Sunak.
La inflación anual se quintuplicó en un año: hoy es de dos dígitos. Los salarios públicos están prácticamente congelados desde que los conservadores subieron al poder en 2010. Sunak no se movió de su posición a pesar de las huelgas: no puede otorgar más de un 4% frente al entre 10 y 19% que piden los sindicatos.
El resultado son estos paros escalonados del transporte público, la educación, la administración pública, los servicios municipales y, el más alarmante de todos, el Servicio Nacional de Salud (NHS). Según la Oficina Nacional de Estadísticas en los últimos seis meses se registraron más de 35 mil muertes adicionales que el nivel promedio de los últimos cinco años.
El servicio de emergencias tarda hasta 12 horas en ver a los pacientes, el de ambulancias no da abasto por falta de personal. Hay un 10 por ciento de vacantes no cubiertas en el NHS. La lista de espera para operaciones y citas de urgencia supera las siete millones de pacientes. En lo que va del año se cancelaron 88 mil citas médicas: un porcentaje corresponde estadísticamente a casos de cáncer cuya detección temprana es esencial para el tratamiento.
En medio de esta situación, Sunak parece padecer una sordera crónica. En ningún momento ha pasado por sus labios la palabra “crisis”, ni se le ha ocurrido convocar al COBRA, el Comité de Contingencias civiles que se reúne en casos de emergencia nacional.
No sorprende que en las encuestas los laboristas le lleven 24 puntos a los conservadores y que Keir Starmer, líder laborista, sin hacer mucho de su parte, aventaje en todas las mediciones a Sunak.
¿No hay plata?
La Tax Justice Network, entre otras organizaciones, ha remarcado en las últimas semanas que el dinero para pagar los aumentos salariales está: es el que se llevan empresarios u multimillonarios a guaridas fiscales, o el que sacan de las generosísimas exenciones impositivas que obtienen.
Una autoridad arbitral en estos debates públicos, Paul Johnson, director del Instituto de Estudios fiscales, señaló al matutino The Guardian que el aumento salarial del sector público “no es inflacionario”.
Johnson coincide con Sunak en una cosa: se trata de opciones políticas. Lo ilustra con un ejemplo entre muchos otros. Si el gobierno eliminara el subsidio que se le da a la gasolina, habría unas 6 mil millones de libras adicionales en las arcas del estado que “bastarían para que el Servicio Nacional de Salud y la educación tuvieran un aumento salarial en línea con la inflación”.
Más casos de un sistema tributario disfuncional. La energética Shell reveló este viernes una de las ganancias más grandes de la historia corporativa británica: más de 40 mil millones de dólares gracias a la subida de los precios energéticos. Los sindicatos exigen un impuesto extraordinario acorde con estos beneficios que no provienen de un aumento de la productividad sino de una situación especial de los mercados internacionales. La Unión Europea ha recaudado 520 millones de dólares de Shell como “contribución solidaria”: el Reino Unido solo 134 millones. “Estas ganancias y estas tasas impositivas son obscenas y un insulto a los trabajadores”, señaló Paul Nowak, secretario general de la TUC, la central trabajadora.
La economía
Sunak recibió una economía caótica de Liz Truss y logró estabilizarla. El Reino Unido no desbarrancó, pero hoy está en recesión. Las cosas no van a mejorar este año, según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional. El FMI predice que todas las economías desarrolladas van a crecer, incluida Rusia: la única que mostrará este 2023 un crecimiento negativo es el Reino Unido.
El enfoque ultra ortodoxo del gobierno y las autoridades bancarias están cavando un hoyo más profundo a esta crisis. El jueves el Banco de Inglatera (Banco central) anunció un aumento por décima vez consecutiva de las tasas de interés: del 3,5% al 4%.
La medida va a impactar en especial al sector empresario y a los que tienen una hipoteca inmobiliaria: más de dos millones de personas. La proyección es que cerca de 100 mil personas incurrirán en atrasos en los pagos hipotecarios. En el aire está el fantasma de fines de los 80 y principios de los 90 cuando un aumento de las tasas del interés terminó con decenas de miles de reposesiones: gente que debió abandonar sus hogares porque no podían pagar los intereses y porque el costo de la propiedad era menor al que le debían al banco.
Los otros 100 días
La idea de los vitales 100 primeros días del gobierno viene de la crisis de los años 30 y la decisión de Franklin D. Roosevelt de aprobar 77 proyectos de ley e inversión en ese período inicial para resucitar la economía.
Nada de eso ha sucedido con Sunak que preside un partido que tiene una extraordinaria mayoría parlamentaria, pero está fragmentado, dominado por el tribalismo y la complacencia, y sin ninguna idea alternativa al mantra neoliberal thathcerista.
En los segundos 100 días de gobierno, ya sin una luna de miel que no existió, se viene una prueba de fuego: las elecciones municipales de mayo. Si se confirma la a derrota catastrófica que predicen las encuestas Sunak entrará en la arena movediza que se tragó a sus predecesores: Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss. Las cosas están tan mal que algunos predicen que en ese caso el Partido Conservador podría buscar un regreso de Boris Johnson.