Ya no te secuestran, ni te torturan. No te cuelgan, ni te queman en la hoguera, no te electrocutan. Ahora te adiestran. Van limando lentamente tu cabeza. Te acostumbran. Consiguen que lo más injusto, te resulte natural.
Estamos metidos en un globo de sonrisa impostada, donde, alarmantemente, muchas cosas empiezan a ser parte del paisaje, parte de una escenografía repetida, que ya no te resulta tan extraña.
Van minando el Estado de Derecho. Empiezan a extinguirse las garantías institucionales. En un país en que el presidente desconoce la constitución, gobierna a través de decretos y persigue las instituciones que garantizan el estado de derecho, también el “show” sirve para “alimentar” al monstruo.
Se pasaron por arriba todas las líneas divisorias. Ahora, exigen a un pibe completamente vulnerable de apenas once años, coaccionado, apretado y vaya a saber qué más, que “labure” de actor en una película de terror que la gran mayoría “compra”.
Enterarse de lo que pasa de verdad, por debajo, requiere valor, pero reunir valor para ser claro, conciso, saber cómo enfrentarlo desde nuestras convicciones personales, no resulta tan fácil. No nos acostumbremos a pasar por arriba el derecho que nos merecemos, que conquistamos después de años de luchas. No perdamos ese horizonte, que es un bastión.
Son tiempos de decir y denunciar, desde nuestro lugar de hacer. Somos el Colectivo de Literatura Infantil y Juvenil -escritores, ilustradores, editores y narradores- que trabajamos para la infancia. Como adultos, les debemos a los chicos, al menos, la palabra y el compromiso de alzarla y denunciar, cuando los dejan sin derechos.
Con los chicos, no.