Gorda, marica, negro, trava, puta. Estas palabras tienen algo en común: todas se pueden utilizar para insultar. ¿Por qué esas —y no otras— son consideradas como armas del lenguaje que pueden usarse para agredir? Según el diccionario, los insultos son términos que se emplean para ofender por su poder de provocar o irritar. Entonces, cuando alguien las utiliza así, asume que son agravios por su capacidad de señalar características que la sociedad discrimina.
¿Salirse de las normas nos vuelve blanco fácil a las críticas y los insultos? Claro, vivimos en una sociedad que invisibiliza, excluye, violenta y ridiculiza a las personas que no entran en sus cánones de belleza y sobre todo, a quienes viven su sexualidad en libertad.
En el popular reality Gran Hermano, uno de los participantes (Alfa) es recurrente a la hora de apuntar contra su compañero Ariel con insultos como «ballena», «gordo hdp». Sin ningún tipo de filtro (aunque sea el de la corrección política que algunes exhiben en este tipo de competencias) se ha referido a su colega como un «gordo desagradable» que le provoca «asco». Sus ofensas y frases acompañadas por una actitud corporal muy repulsiva han generado debates y enfrentamientos en la tele y redes sociales, a tal punto que tuvo que intervenir el propio juez del programa, el famoso Gran Hermano. Este llamó al confesionario a Alfa para comunicarle que en el juego no se permiten ciertos comportamientos o dichos discriminatorios. Rápido en su defensa, el participante intentó justificar su actitud discriminatoria bajo la excusa de una provocación que su compañero le habría realizado. Nunca hizo un mea culpa y mucho menos reconocer que había cometido un exabrupto al referirse de esa manera a su compañero.
La gordofobia sigue existiendo y continúa estando muchas veces naturalizada, a pesar de la ley de talles y de una sociedad mucho más consciente de los discursos de odio y discriminatorios. Todavía desde los medios hegemónicos, pero también en todo tipo de situaciones cotidianas se siguen reproduciendo mensajes muy negativos sobre los cuerpos.
Vivimos en una sociedad gordófobica en la que se discrimina a las personas gordas por el mero hecho de poseer x tipo de cuerpo. No puedo decir que solo ocurre en el mundo del espectáculo, donde los cuerpos hegemónicos son los que predominan. La gordofobia ocupa todos los espacios, todo el tiempo y la sufren tanto hombres como mujeres y disidencias. Frases recurrentes como «no comas tanto por tu salud», «con lo linda que sos», «¿vas a comer todo eso?» no hacen sino hacerla visible. Las personas gordas, en general, desde muy chiques viven la persecución familiar en expresiones como esas y un sometimiento a dietas constantes que inician a muy corta edad, en muchas ocasiones sin supervisión médica.
También son frecuentes las falsas creencias acerca de la culpabilidad de las personas gordas acerca de su cuerpo. Bajo este presupuesto, quien es gordo y sale de la norma tiene responsabilidad. Es gordo porque quiere, porque no tiene voluntad, porque no quiere sacrificarse.
Hoy por suerte contamos con más información y sabemos que todos los cuerpos y metabolismos son diferentes y que las personas pueden subir de peso por múltiples factores. Pero, ¿por qué seguimos poniendo la delgadez como una condición para lograr el éxito? ¿Acaso no hay paraíso si unx es gordx? Es difícil poder identificarse cuando en los medios de comunicación alguien no se siente representadx. No hay heroínas de novela gordas, tampoco presentadoras en noticieros o protagonistas en el cine.
Hay mucho por hacer: Argentina está entre los países que mayor culto le hacen al cuerpo y la delgadez. ¿Por qué seguimos opinando del cuerpo del otre? Es hora de soltar esos estereotipos, es hora de cambiar el chip.