Los patoteros son una especie de varones, marcados a fuego con la moral de la supremacía. Como si la vida en sociedad se siguiera tratando de sometimientos explícitos y por supuesto, cuando una masculinidad vale si sos bien macho. ¿Y qué implicaría serlo? No dejarse mancillar por nadie. Ni por uno ni por varios. Ahora bien, ¿ésto es un valor sólo de los integrantes de una patota o de cualquier varón criado en esta cultura patriarcal y heteronormativa?

Voy a tratar de correrme de hablar de víctimas y victimarios, o de ciertas microculturas que reinan en algunas disciplinas deportivas. Quiero poner el foco en que cuando aparece una posibilidad de rivalizar, de disputar y no hay reglas claras, como por ejemplo en un boliche, entre los varones es muy común “no dejarse apurar”, “no arrugar”, porque sino sos un cagón. Ésta sería una variante para los tiempos de paz, de la figura del desertor en una guerra, un cagón en modo extremo, donde el Estado puede sancionar con pena de cárcel y hasta de ejecución según el caso. Hay cine nacional que aborda este tema en el contexto de la guerra de Malvinas. ¿Pero en la actualidad los pibes cargan estos valores? Oímos buenos consejos de padres, madres y otra gente sensata, “si te provocan no le des bola”, pero en algunas ocasiones esto se vuelve imposible y aparece el temor a quedar marcado como “cagón”, y aunque admitas que los otros son numéricamente o físicamente superiores uno no se permite la retirada, y entonces hace ingreso la vehemencia y la temeridad, que en el modo patriótico se podría formular de esta manera {(arrojo + valentía) = HÉROE}, que implica una altísima probabilidad del sacrificio, de encontrar la propia muerte. En la jerga “te la bancás”, ”te le plantás”, sea uno o cien: un guapo. Como en el tema de Santiago Motorizado: “Quiero enfrentarme a todos, no me importa y si me muero en las peleas, no me importa”. Los resultados están a la vista.

No quiero detenerme en la cobardía de quien se abusa de la mayoría numérica o física. El abuso de poder de la patota resulta aborrecible; pero el sometimiento del otro es algo que se vive en una sociedad, donde cada vez se intenta dialogar menos e imponer más. Creo que lo ocurrido dentro del boliche (y fuera) en Pinamar, donde hoy lamentamos una víctima, es una dolorosa muestra, un espejo de cómo nos relacionamos en nuestra sociedad y de cómo a muchos varones les cuesta desactivarse, cuando surge una provocación que los invita a “medir su masculinidad” de una manera atroz y explícita, y por supuesto, sin medir las consecuencias.

“La temeridad, tan cercana a la valentía, tan asociada a la esperada masculinidad. El tipo bien macho no le teme a nadie” . Pero también sabemos que existe una contracara: la fragilidad (...) y el quiero enfrentarme a todos, tiene consecuencias nefastas, que deben necesariamente deconstruirse para generar nuevas subjetividades masculinas más saludables, que opten por bailar y divertirse y no tener que dejar la vida en un boliche.

*Eduardo Marostica. 2022. “En el ojo de la tormenta” Preguntas, confidencias y otras disquisiciones sobre el “deber ser” de los varones y la construcción de las masculinidades. (pág.91) Laborde Editor.