“Decir que lo digital es una realidad incontestable suena como una obviedad” que, sin embargo, “es necesario verbalizar”, sostiene Ana Cristina Suzina, comunicadora social y doctora en Ciencias Sociales que actualmente desarrolla estudios en el Instituto de Medios e Industrias Creativas de la Universidad de Loughborough, en Londres. Porque, sostiene la investigadora, la digitalización de los procesos comunicacionales no es la realidad de todas las personas dado que “la brecha digital de primer orden, estructural, es suficientemente amplia todavía, y se añade a ella la brecha digital de segundo orden, que se refiere a que la calidad de la comunicación no es la misma para todos”.
A lo anterior se agrega que no todas las personas están involucradas de la misma manera en los desarrollos digitales y a ello hay que sumar “la capacidad de crear las condiciones de la vida digital” sostiene Suzina.
Las afirmaciones anteriores forman parte de un trabajo titulado “¿Comunicación popular en el contexto digital actual, problemas u oportunidades? Un manifiesto por una comunicación pobre”, recientemente presentado en un congreso latinoamericano de la especialidad y que en breve será publicado junto a otras ponencias expuestas en la misma ocasión.
Para la investigadora brasileña, de dilatada trayectoria en el campo la comunicación popular y comunitaria en su país y en América Latina, la pregunta fundamental es “¿Qué influencia produce –o puede llegar a producir- la comunicación popular sobre lo digital?”, invirtiendo de alguna manera la presunción de sentido común que apunta a la influencia de lo digital en la comunicación popular y comunitaria. En esa línea Suzina explora oportunidades y riesgos que la digitalización presenta para la comunicación de los grupos y movimientos sociales marginados.
En el trabajo se sostiene que lo digital amplia “la visibilidad o la capacidad de compartir” y que, en el caso de la comunicación popular, “esa noción puede ser definida como la capacidad de ocupar espacios en el ecosistema informativo de una ciudad, país o del mundo, para hacer visibles las historias de distintas comunidades, movimientos, organizaciones, proyectos”.
A lo anterior se agrega la “capacidad de desafiar narrativas” dado que la “posibilidad de romper las barreras de los silenciamientos permite visibilizar, en el sentido de dar a conocer, y también confrontar narrativas dominantes, para ofrecer otra perspectiva sobre alguna cosa ya conocida”. Según Suzina “ese recurso, facilitado por la agilidad y la capacidad de las redes digitales, aparece como una posibilidad de respuesta a discursos frecuentemente discriminatorios, sobre todo derivados de los medios tradicionales, hacia grupos marginalizados y movimientos sociales”.
Se suman la “reducción de barreras financieras y legales” dado que “la migración hacia lo digital significa concretamente reducción de costos y ampliación de soluciones” habilitando la “posibilidad de operación libre”. A modo de ejemplo se menciona que “las radios comunitarias on line no necesitan una licencia, blogs y otras plataformas informativas no requieren permisos normalmente asociados al trabajo periodístico profesional”.
Sin perder de vista que el uso de recursos digitales habilita la capacidad de producción en tiempo real y participar en debates que incluyen a los grupos de forma más amplia generando incluso la posibilidad de identificar más fácilmente las demandas y crear “redes de solidaridad capilarizadas”.
A la hora de especificar los problemas planteados por comunicadores y comunicadoras populares frente a la digitalización Suzina menciona, en primer lugar, la “dificultad de acceso a la conexión para la producción y para alcanzar al público, con igual o mayor dificultad para acceder a internet”, por el alto costo de las tarifas o por limitaciones en la banda ancha.
Pero hay además hay dificultades con la alfabetización digital, vinculada también con situaciones de analfabetismo en las comunidades empobrecidas y con el acceso a la tecnología de estos actores. Sin perder de vista que tampoco existen recursos humanos suficientes para mantener redes sociales y plataformas.
Ante la pregunta de qué hace la comunicación popular frente a esta realidad la autora propone ejecutar una acción en dos tiempos: el de la presencia digital y el de la presencia junto a los excluidos digitales.
En el primer caso se señala que la presencia digital es “una ventana de oportunidades e implica aprovechar al máximo las posibilidades de diálogo ofrecidas por los recursos digitales”. En cuanto a la presencia junto a los excluidos digitales y desde “un costado epistemológico” la autora señala que la comunicación popular “exige que mantengamos contacto con la vida de la gente, con la tierra, con la realidad que es”.
Y acerca de su propuesta –provocación como lo designa- de “comunicación pobre” Ana Cristina Suzina afirma que “se inspira de la reflexividad de comunicadores y comunicadoras populares, que defienden la necesidad de establecer, mantener y profundizar la conexión con su público y sus luchas”, advirtiendo que “no se trata de dar la espalda a la evolución digital, sino de partir del contexto de cada comunidad, para guiar una parte importante de la comunicación mientras, en paralelo se busca ocupar y pelear el diseño de la cultura digital”.