Esta distinción merece ser tenida en cuenta, tal vez ahora más que nunca.
La población o bien es un dato de la contabilidad administrativa o es uno de los grandes ámbitos donde se despliegan y mutan los imaginarios sociales.
El pueblo no es del orden de lo contable, irrumpe como sujeto histórico de un modo contingente, y su accionar no es imaginario; donde aparece el pueblo siempre deja marcas y huellas simbólicas.
La población siempre tiende a identificarse al débil, al dañado, rápidamente se le disparan los resortes vengativos que los medios explotan al infinito.
Esta identificación imaginaria con el débil no tiene nunca una traducción política clara. Los mismos que se identifican con el débil pueden apoyar a un sistema que aplasta a los vulnerables y ser cómplices de un mundo que a través de sus dispositivos es un activo productor de violencia sistémica. Los mismos que se indignan con el dolor de las víctimas pueden votar por el orden político que las seguirá produciendo. Incluso su identificación con la víctima está plenamente sobre determinada por la espectacularidad que los medios han elegido. Es el carácter cambiante e inconsistente del imaginario de la población.
Por todo esto, lo que suscita en la población un determinado crimen aberrante nunca se debe confundir con las verdaderas demandas de la justicia popular.
Lo acontecido en el asesinato perpetrado por los rugbiers con el joven inocente ha desatado un caudaloso mundo de fantasías de venganza que los medios y el histriónico fiscal han sabido aprovechar.
Sin embargo en medio de esta selva que se compone con ingredientes diversos, que van desde la identificación con la víctima hasta el uso psicopática de la misma, nunca debe borrar el acto que tuvo lugar. La absoluta falta de piedad en dar la muerte y gozar de ese crimen como si fuera la obtención de un trofeo da testimonio de un ritual sádico planificado.
¿Por qué la población no se vuelve Pueblo y además de identificarse con el débil no se integra a los proyectos de igualdad y justicia? Es el tema político siempre ha desentrañar.
Pero todo esto no puede borrar la verdad; las clarísimas palabras que pronunció Taty Almeida anoche: son asesinos y deben cumplir con la perpetua. En medio de la oscuridad siempre conviene escuchar la honorable voz de la Madre que siempre fue justa.