Un trabajo desarrollado por investigadores e investigadoras del Conicet fue clave, una vez más, para hacer historia en el campo de la medicina. En un hospital de Madrid se realizó el primer trasplante intestinal que fue donado por un paciente en asistolia, es decir, con muerte cardiocirculatoria y, por lo tanto, con pérdida total de actividad del corazón. Se trata de un procedimiento que ya se realizaba con otros órganos como los riñones y los pulmones. La noticia es positiva, además, porque el trasplante de intestinos es uno de los que más problemas ocasiona en quienes los reciben: solo el 60 por ciento de los trasplantados sobreviven a cinco años, a diferencia de otros trasplantes como el renal, cuyos trasplantados tienen un 90 por ciento de chances de sobrevida.
¿En qué consiste el hecho novedoso y por qué constituye un hito? Por lo general, los donantes de este órgano tenían muerte encefálica, pero su corazón seguía latiendo y había signos de irrigación sanguínea. Pero este caso fue distinto: a partir de una intervención quirúrgica, Emma (13 meses), pudo recibir en el Hospital La Paz de la capital española fragmentos de un intestino de una persona con muerte cardiocirculatoria. El bebé poseía una falla intestinal que le impedía absorber nutrientes para sostener las funciones vitales y crecer con normalidad. Hoy evoluciona de manera favorable y su familia vuelve a respirar.
Para ello, la contribución de los científicos y las científicas que forman parte del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos del Conicet y del Laboratorio de Trasplante de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata fue crucial. El equipo liderado por Pablo Stringa había aportado previamente evidencia robusta acerca de la seguridad y las ventajas de este tipo de procedimiento en ensayos experimentales. Durante años, comprobaron que los injertos brindados por personas en asistolia no solo constituían una posibilidad sino que además “tenían buenos resultados en el largo plazo”. Luego de un tiempo, además, difundieron sus resultados en revistas académicas de referencia en el rubro.
Desde hace décadas, la comunidad científica internacional busca estrategias con el objetivo de reducir la brecha entre la cantidad de gente que solicita una donación y quienes, efectivamente, aportan su órgano. Hay que tener en cuenta que las personas tienen más chance de sobrevida si el órgano llega lo más pronto posible. En muchos casos, el inconveniente es que suelen afrontar listas de espera que se aproximan a un año y fallecen antes de recibir el órgano que necesitan. En concreto: un rubro con mucha demanda y poca oferta. “El propósito de fondo para nuestro equipo es aumentar la cantidad de órganos disponibles. La problemática no solo es local sino mundial. Aunque no brindamos la solución, sí damos una herramienta más para que esa balanza se equilibre un poco”, dice Pablo Stringa, médico veterinario e investigador del Conicet a cargo del trabajo. Y continúa: “Mientras esperan un órgano, los pacientes empeoran su situación clínica, a tal punto de que por más que el órgano llegue, el trasplante no culmina de la mejor manera”.
Mala fama
Antes de los trabajos del grupo platense, no se habían hecho este tipo de intervenciones en trasplantes intestinales porque no había demasiada evidencia que lo respaldase. La explicación era sencilla: la literatura académica solía subrayar que, como el intestino es sensible al daño isquémico (esto es, a la falta de irrigación sanguínea) no era recomendable que fuera donado por pacientes sin actividad cardíaca.
“Si bien la donación en asistolia ya es una realidad en el mundo de los trasplantes, el del intestino tenía mala fama. Se creía que si provenían de donantes en estas condiciones eran de mala calidad, que no servían. Había muy escasa evidencia científica que respaldase la negativa; de hecho, desde lo metodológico era bastante cuestionable lo preexistente, así que nos sentimos movilizados por el desafío de demostrar lo contrario”, detalla Stringa. Luego completa: “Cuando se corta el flujo sanguíneo, cada órgano tiene una susceptibilidad al daño por isquemia y el intestino es muy sensible”.
Afortunadamente, los trabajos de los especialistas argentinos en conjunto al cuerpo médico del hospital La Paz sirvieron para confrontar dicha hipótesis y llevar su propuesta a la práctica con éxito. “Hicimos experimentos en cerdos y en roedores, y la realidad es que nos fue muy bien. El año pasado se realizó el trasplante de Emma, pero nosotros optamos por no comunicar la noticia porque son temas muy sensibles y lo que en principio parece un éxito, luego puede no serlo. Para difundir, esperamos que esté en su casa; la paciente está muy bien, vive en Segovia”.
La colaboración entre ambos grupos ya lleva 11 años. Luego de varias estadías de investigación en Madrid, Stringa pudo pulir su modelo y finalmente lo que un día solo fue una hipótesis, en el presente se confirma con buenos resultados no solo en un paper, sino en donde más interesa: en la sala de operaciones y contribuyendo a mejorar la vida de las personas. El proyecto recibió financiamiento de la Fundación Mutua Madrileña y fue apoyado por la Asociación española de ayuda a niños, adultos y familias afectadas de fallo intestinal, trasplante multivisceral y nutrición parenteral (NUPA). Hoy, el grupo doméstico estudia la tolerancia inmunológica: que el receptor y su órgano convivan en armonía sin agredirse.
Para cerrar, Stringa relata una anécdota que lo llena de orgullo. “El día del trasplante, el cirujano de Madrid, Francisco Hernández, fue a la Organización Nacional de Trasplantes para tramitar el permiso de excepción. Y las principales referencias que llevó este especialista bajo el brazo fueron nuestros trabajos, que avalaron la intervención quirúrgica y salió bien. Del laboratorio al escenario clínico, para nosotros marchó todo redondo, fue la frutilla del postre”. El equipo médico estaba convencido de realizar este paso y este no constituye un dato menor desde la perspectiva de Stringa porque “son esos casos en que sí sale bien, el aporte se reconoce en todos los diarios, pero si sale mal tenés que hacer la valija y mudarte de hospital”.