Gran Hermano
Una muestra de Terry O’Neill siempre es bienvenida porque por la lente de este fotógrafo pasaron todas las celebrities del cine, la música y la movida cultural anglosajona desde los Swinging Sixties para acá. Incluso la realeza y las clases políticas. Desde Audrey Hepburn a Kate Moss, desde los Rolling Stones a Amy Winehouse, él estuvo en el momento y lugar indicados hasta ser él mismo una celebridad. De hecho, solo la National Portrait Gallery de Londres atesora en su colección 80 retratos hechos por él. Y en 2019, poquísimo antes de su muerte a los 81 años, fue nombrado Comandante de la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la fotografía. Ahora la exhibición Famous reúne su obra en el Fotomuseum aan het Vrijthof, un museo de fotografía neerlandés ubicado en el centro de Maastricht. Se trata de 125 imágenes en blanco y negro y color hechas durante los 60 y 70. Habrá un sala Diva, una sala Glamour, una sala James Bond y un espacio dedicado a fotos de estrellas en espacios interiores. Comenzó como fotorreportero y tras la grabación de "Please, please me" hizo imágenes de los Beatles que se vendieron como pan caliente. Fue entonces cuando los Rolling Stones quisieron su propia sesión. A partir de entonces, si eras un celebridad, seguro tenías un retrato de O’Neill, quien detestaba que le tomasen fotos. A la reina de Inglaterra la hizo reír con un chiste sobre caballos. Tardó en entender quién era Bowie porque al fotógrafo solo le interesaba el jazz. Faye Dunaway fue su tercera esposa tras una foto icónica de ella al día siguiente de ganar un Oscar, desayunando en la pileta de su hotel en Beverly Hills. “Me preguntaba qué se sentiría luego del subidón de saber que tu vida no sería igual. Algo de esa melancolía tuvo ese retrato”, contó. Sus imágenes son capaces de encontrar la zona frágil en medio del esplendor.
Adiós a Brad Pitt
Durante 12 años fue una leyenda enigmática y silenciosa, que rara vez se dejaba ver en el Griffith Park de Los Ángeles. Si bien este puma cobró notoriedad por una foto donde se lo ve muy cerca del icónico cartel de Hollywood, lo cierto es que al fotógrafo Steve Winter le llevó 15 meses dar con esa imagen que se publicó en National Geographic. Su nombre era P-22, en alusión a la cantidad de pumas que los científicos lograron tener bajo su lupa investigativa. Pero este gato salvaje era conocido como “Brad Pitt”. Es probable que haya nacido en las montañas de Santa Mónica, y que haya cruzado dos de las gigantescas rutas de Los Ángeles antes de encontrar seguridad en el Griffith. Vivía ahí de manera pacífica aunque en el último tiempo se había comido un perrito del coqueto vecindario. Esto activó las alertas sobre su senilidad y a fines del año pasado debió ser sacrificado por eso y por las heridas que le dejó un auto incauto. Ahora, las opiniones sobre su destino final están divididas. Los biólogos quieren conservar muestras de tejido para investigaciones sobre la vida silvestre. Pero algunos representantes de los pueblos originarios del lugar dicen que su cuerpo debe ser devuelto, intacto, a las tierras ancestrales donde pasó su vida. “Queremos enterrarlo como si fuera un 'wot' o 'tomier', que son dos de las palabras para jefe o líder. Porque eso es lo que él era”, afirmó Alan Salazar, de la Fernandeño Tataviam Band of Mission Indians y descendiente de la etnia Chumash.
La silla de María Antonieta
Si usted quiere sumar a su mobiliario una pieza legítima de estilo rococó, se puede dar una vuelta por la subasta que realizará Sotheby’s París el 16 de mayo. Allí se ofrecerán 75 piezas históricas de mobiliario, escultura y porcelana que pertenecen a la colección del diseñador de interiores francés Jacques Garcia. El “Jacques Garcia, Intemporal” presenta objetos decorativos de los siglos XVII al XIX e incluye una silla de María Antonieta y pertenencias de los reyes Luis XV, Luis XVl y Napoleón Bonaparte. Se trata de un total de 75 lotes, que coinciden con la edad de Garcia, que estarán en exhibición del 11 al 15 de mayo: cada uno oscila entre los cien y los doscientos millones de dólares. Garcia cuenta que está recaudando dinero para mantener el impresionante Château du Champ-de-Bataille del siglo XVII en Normandía, Francia. El castillo, diseñado por el arquitecto del Palacio de Versalles Luis de Vau, estaba en ruinas cuando el diseñador lo adquirió en 1992. Por eso, se pasó los últimos 30 años ocupado en la restauración del lugar, incluidos sus jardines privados, los más grandes de Europa. Maestro de la opulencia, Garcia ha estampado su estilo en lugares como el hotel La Mamounia en Marrakech, el Banyan Tree en Doha y el Hôtel Costes en París. Además, es dueño del resort Villa Elena, en Sicilia, donde transcurre la segunda temporada de The White Lotus. A Tanya McQuoid le hubiera servido tener esta data a la hora de elegir candidato.
La auténtica banalidad del mal
Para Art Spiegelman, escribir y dibujar Maus fue en principio, un modo de acercarse a un padre difícil. “Auschwitz se transformó en un sitio seguro para nosotros; un lugar donde podíamos encontrarnos y hablar”, escribió el artista. Luego de 13 años de trabajo y una indagación en la memoria personal y política sobre el Holocausto, esta historia fue al mismo tiempo bocanada de irreverente aire pop y objeto de estudio para academias de todo pelaje. Pero ni eso ni el detalle de ser la única novela gráfica ganadora de un Pulitzer, la transforma en una obra cómoda: hace exactamente un año, una escuela de Tennesse quitó el libro de su programa cuando parte de su comunidad judía consideró que un cómic protagonizado por ratones era la auténtica banalización del mal. No es raro, entonces, el lanzamiento de un libro que recoge ensayos escritos desde los 80 hasta ahora. Se trata de Maus Now: Selected Writings. Editado por Hillary Chute, del grupo Random House, ofrece una amplia gama crítica que va del arte a la literatura pasando por los estudios comparados, con firmas como el curador Robert Storr, Ruth Franklin (crítica y biógrafa oficial de Shirley Jackson, por ejemplo) y Andreas Huyssen, más conocido en las universidades de estudios sociales por estas pampas. Además, el libro ofrece por primera vez traducciones de ensayos canónicos, escritos originalmente en francés, hebreo y alemán. Sin embargo, su recepción no ha sido del todo amable. Rachel Cooke, de The Guardian, es lapidaria: “¡Cuánta seriedad y presunción! ¿Qué diablos hace Spiegelman con esto? Imagino su reacción frente a un libro entre la adulación fácil y el repudio esperable, sin originalidad”, escribió. “Spiegelman aparece en la pieza más interesante del libro: una entrevista con el escritor David Samuels, de 2013. Si Samuels, que prefiere hacer minidiscursos antes que preguntas directas, sale un poco mal parado, Spiegelman es siempre chispeante y polémico”, observa. Elaine Margolin, del Washington Post, fue incluso más allá: “Esta colección de textos ofrece nuevas pistas sobre el proceso creativo de Spiegelman. Pero parece imbuida en su propia forma de amnesia. Hay una falta de indignación por tener que vivir en un mundo donde el antisemitismo está una vez más en aumento y los grupos de derecha atraen multitudes. Los críticos siguen encerrados en su propia mirada y su falta de compromiso personal parece atroz”.