Pocas veces la forma y el contenido se fusionan para dar vida a una obra que el espectador pueda disfrutar desde el comienzo hasta su fin (y más allá también, gracias a los bises que cierran el espectáculo). Asesinato para dos es una de las gratas sorpresas de la cartelera porteña, con una propuesta que la distingue en estas vacaciones de invierno: es apta para niños, adolescentes, jóvenes y abuelos por igual. Para disfrutar en familia. No es poco. Suerte de policial en clave de musical, en el que el humor cruza toda la obra sin perder intensidad, Asesinato... es el más claro ejemplo de cómo una misma historia -en este caso la investigación de un crimen- puede contarse de las más diversas maneras y lenguajes sin perder el eje emocional y dramático de su trama. La obra, que cuenta en la dirección musical a Gaby Goldman y en la dirección general a Gonzalo Castagnino, se presenta en la Sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551), los viernes y sábados a las 20.30 y los domingos a las 19.

Hay obras que atraen por sus libros, otras por la puesta en escena, algunas por su estructura dramática no convencional. Cada pieza tiene su encanto, que varía según las subjetividades de cada espectador. En Asesinato..., sin embargo, seguramente habrá coincidencia en señalar que buena parte de su gracia –de esa que provoca una carcajada tras otra– descansa en las interpretaciones de Hernán Matorra y Santiago Otero Ramos, los únicos dos actores de una escena en la que circulan casi una veintena de personajes y en la que el piano nunca deja de sonar a cuatro manos. La versatilidad y el talento que demuestra Otero Ramos, interpretando nada más y nada menos que a ¡una docena! de sospechosos es admirable, en un trabajo descomunal en el que despliega una asombrosa capacidad histriónica y compositiva. En Asesinato... el director, arreglador y pianista de obras como Noche de reyes, Pegados y Family se consagra como intérprete. 

Exito del off Broadway desde su estreno en 2013, Asesinato... puede pensarse como una parodia delirante de cualquiera de las novelas de Agatha Christie, probablemente como nunca la maestra del policial imaginó. Un crimen misterioso, un aspirante a detective y 12 sospechosos se baten en un incansable duelo interpretativo en el que ambos protagonistas le sacan chispas al piano.