El gobierno argentino está convencido en avanzar con una reforma laboral que vaya en línea con los cambios en la legislación del trabajo aplicados recientemente en Brasil. En la región soplan los vientos de una profunda flexibilización del trabajo, un camino que ya fue adoptado en la Argentina en los 90, con consecuencias sociales muy negativas. Sin embargo, los argumentos se repiten. PáginaI12 entrevistó a Maicon Michel, secretario de Relaciones Internacionales de la Central Unica de los Trabajadores (CUT) de Brasil, la principal organización obrera del país vecino, para conocer cómo es la reforma que inspira a Mauricio Macri. “La reforma laboral implica un retroceso de más de 70 años en los derechos de los trabajadores brasileños”, explica Michel. El dirigente analiza los argumentos que esgrime el Gobierno golpista de Michel Temer a favor de la reforma, el papel de los medios, la situación política de Brasil, la ola de represión, el nuevo alineamiento internacional y el papel de Lula Da Silva.
–¿Cuál es el eje de la reforma laboral de Brasil recientemente sancionada?
–El eje es la desregulación de las relaciones laborales, cuyo principal punto es el contrato intermitente, que es tremendamente perjudicial para el trabajador. El contrato intermitente permite que el empleado trabaje una hora o dos horas y luego vuelva a la casa. Y dos días después trabajar tres o cuatro horas más. El resultado es que se van a necesitar varios empleos para llegar a un salario digno. Se pierde la continuidad del trabajo. No hay una lógica de trabajo mensual o semanal. Los patrones utilizan la fuerza de trabajo a su voluntad, no hay hora para almuerzo, tampoco para descanso.
–¿Este tipo de contratos nunca habían existido en Brasil?
–No. En la legislación laboral brasileña la jornada durante los últimos gobiernos democrático-populares de Lula y Dilma se bajó a 40 horas semanales sin reducción de salario, cuando desde 1940 (con una reforma en 1988) era de 44 horas semanales. Ahora quieren la desregulación total, que implica que habrá que trabajar mucho más para conseguir un tercio del salario actual. Otras cosas, por ejemplo: la empresa ya no está obligada a proporcionar el equipamiento de seguridad en el trabajo. En varios casos, ahora el propio trabajador tiene que comprarlo. Tampoco hay plan de salud con los nuevos contratos. Y si el trabajador tiene un accidente, es problema suyo.
–¿Cuál es el argumento del Gobierno y los empresarios para justificar la aplicación de la reforma?
–Ellos dicen que se van a crear más empleos. Pero la experiencia mexicana y la española, en donde se aplicaron este tipo de reformas, demuestra claramente que no es un avance para la clase trabajadora. Por ejemplo, si trabajo en una transnacional ensambladora de autos y gano 5 mil reales por mes, ellos me pueden despedir ahora y luego de un año me contratan nuevamente bajo el nuevo tipo de contrato, por el que me pueden pagar como mucho mil reales por mes. Si vas a trabajar tres o cuatro horas, entonces obviamente hay más gente empleada, pero los sueldos van a ser bajísimos y las condiciones de trabajo estarán totalmente precarizadas.
–¿Esperan que los empresarios trasladen trabajadores desde el régimen “tradicional” al nuevo?
–Claro. Ellos dicen que van a bajar el desempleo, pero la forma que proponen es totalmente cruel para los trabajadores. Con los gobiernos de Lula y Dilma teníamos una tasa de desempleo de 4,5 por ciento. Ahora en un año y medio subió hasta casi el 15 por ciento a causa de las medidas económicas que tomaron. Cuando se reduce el sueldo del trabajador, ese trabajador no compra y la empresa no produce, entonces los proveedores de insumos tampoco venden y se arma un círculo vicioso que traba la economía. En cambio, cuando colocas al trabajador como base económica, puede comprar y generar un círculo virtuoso.
–¿Qué sectores del empresariado de Brasil impulsaron la reforma laboral?
–Todos los sectores industriales. Esto no es algo aislado, está sucediendo en todo los países periféricos. Es decir, no es algo aislado. Por eso la resistencia tiene que ser en conjunto. La idea principal en este nuevo contexto laboral es que tengamos una fuerza de trabajo desorganizada y con salarios bajos. Esta reforma laboral también va en contra de los sindicatos.
–¿Cómo evalúa la respuesta del movimiento obrero ante la embestida del Gobierno con la reforma laboral?
–Hay varios puntos para analizar. Por un lado, antes del golpe a Dilma, todas las centrales sindicales de Brasil estaban en la calle. Al mismo tiempo, los medios de comunicación han tenido un papel principal, porque bombardean diariamente a todo momento diciendo que “esto es bueno para los pueblos, que esto va a bajar el desempleo, que esto va a traer modernización, que es el siglo XXI, la industria 4.0”. Todo es una broma. Los movimientos sociales salieron a la calle a manifestarse en contra de la reforma, pero la represión fue muy grande. Tuvimos un escenario de guerra civil en Brasilia, Salvador, San Pablo y Pernambuco. El 78 por ciento del Congreso Nacional está compuesto por empresarios, que además de ser corruptos están legislando para causas propias.
–Algunos analistas plantean que con la reforma laboral, el gobierno de Michel Temer cumplió su principal objetivo.
–Es un objetivo central de los golpistas, pero no el único. En término generales, creo que el principal motivo del golpe fue frenar los avances logrados con los gobiernos de Lula y Dilma. Pero hay que tener en cuenta que con esta reforma se retrocede más de 70 años en las relaciones laborales. También buscan avanzar con una nueva legislación previsional, en donde proponen que los trabajadores tengan 49 años de aportes para recibir su jubilación, cuando ese número está en la actualidad en 35 años. Lo terrible es que con el nuevo régimen de trabajo intermitente, será mucho más difícil alcanzar los años de aportes obligatorios. Al mismo tiempo, Temer está condonando deudas masivamente a los empresarios. Están colocando nuevamente a América latina en el papel de colonia de los países centrales. Lo mismo que (Mauricio) Macri en Argentina y (Enrique) Peña Nieto en México. Quieren recolonizar América latina para los grandes capitales.
–El gobierno argentino hace hincapié en un supuesto “atraso” de los convenios colectivos de trabajo (CCL). ¿En Brasil también se pusieron en tela de juicio los convenios?
–Pero claro. De hecho la contratación colectiva ya no va a existir. Por ejemplo: hoy un CCL que dice que el trabajador tiene que ganar 5000 pesos por ocho horas diarias. Ahora el jefe va a poder sentarse a negociar individualmente. Entonces dice que lo va a despedir. “No, espere jefe, bueno lleguemos a un acuerdo”, va a tener que decir el trabajador, no le va a quedar otra opción. “Bueno un acuerdo, solo puedo pagarte 2500 pesos pero necesito que trabajes más”, dice el jefe. Si el trabajador acepta, el CCL pasa a no valer nada. O sea que en una sola línea de montaje puede haber 100 tipos distintos de contratación.
–¿Cuál es la estrategia de resistencia del movimiento obrero de Brasil?
–Esta semana estamos en las fábricas organizando a los trabajadores. Porque hay dos cosas que parecen ser distintas, pero que no lo son. El golpe que le dieron a Dilma fue para desregular las relaciones laborales, los sindicatos, las jubilaciones. Junto a eso, el año que viene tenemos elecciones para presidente y están intentando criminalizar a los políticos que pueden dar marcha atrás a esta ley de reforma laboral. Eso está pasando con Lula. Entonces, nuestras manifestaciones son al mismo tiempo a favor de los derechos laborales como de los derechos políticos de Lula. Son dos cosas que caminan juntas. Hay que resistir porque si el proyecto de recolonización se consolida en Brasil, se consolidará en todos los otros países de la región.