Ambientada en la ciudad de Málaga, sorpresivamente convertida en un escenario noir, lluvioso y hostil, La chica de nieve se convirtió en una de las series más vistas en Netflix desde su estreno a finales de enero. Con dirección de Jesús Mesas Silva, Javier Andrés Roig, David Ulloa y Laura Alvea, se basa en una novela del español Javier Castillo, publicada en 2020, que narra la desaparición de una niña de seis años, Amaya Núñez, durante la Cabalgata de Reyes Magos por las calles malagueñas. Su madre, Ana (Loreto Mauleón), es médica y su padre, Álvaro (Raúl Prieto), ilustrador de libros para chicos. En 2010, la vida de la pareja cambia de modo definitivo a partir del secuestro de Amaya, que desata una doble búsqueda encabezada por dos mujeres y sus ayudantes: la detective Millán (Aixa Villagrán) y su compañero Chaparro (Marco Cáceres), y la becaria y aspirante a periodista Miren Rojo (Milena Smit) y su profesor en la universidad y experiodista, Eduardo (José Coronado).

Muy pronto Miren, que acepta el desafío de su maestro y del director del diario local, se perfila como la protagonista de la serie al descubrir una red de prostitución y pornografía infantil que comanda un amigo del padre de Amaya, David Luque (Tristán Ulloa). Aunque se prueba que no es el responsable del secuestro de la niña, la investigación arroja luz sobre una red de alcances siniestros.

El pasado de Miren determina su empeño por resolver el caso. Años atrás, la joven había sido drogada y violada (y acaso también filmada) por tres hombres en una playa. La máscara pálida e impasible de Smit presta al personaje de la periodista un halo de irrealidad que remarca el universo oscuro en el que se mueve, así como también su perseverancia. “¿Crees que porque estoy preso en esta cárcel se van a acabar los hombres como yo? Siempre habrá otros”, le dice uno de los acusados de formar parte de la red de pornografía infantil cuando Miren investiga nuevas pistas, aún convencida de que la desaparición de Amaya y la violación que sufrió están vinculadas.

Seis años después del secuestro de la chica, llega al escritorio de Miren en el diario Sur (donde ya es una periodista reconocida) un video en formato VHS en el que se ve a Amaya jugando en una casa de muñecas, lo que reaviva el interés (policial y periodístico) por el caso. “Con las imágenes del vídeo es la nota más vista del online”, le dice su jefe, atento a las métricas como cualquier otro editor. La periodista vuelve a la carga tras las pistas que le facilita James Foster (Julián Villagrán). Tres años más tarde, un nuevo video (titulado “Adiós”) vuelve a exhibir imágenes de una Amaya casi adolescente, que despierta la esperanza, y también la desesperación, de los padres por encontrar a “la chica de nieve” (llamada así por un efecto visual del VHS).

En seis capítulos atrapantes, de menos de una hora de duración cada uno, se sintetizan nueve años de una investigación que engloba temáticas actuales como el abuso de menores, la violación, la pornografía infantil, la crueldad intangible del espectáculo mediático y las presiones políticas para que los casos policiales se resuelvan de modo súbito, sin ahondar demasiado en cuestiones como la inocencia, la culpabilidad, la justicia e incluso las condiciones sociales que posibilitan que los crímenes pervivan. Está garantizada una segunda temporada para La chica de nieve.

La chica de nieve

Netflix

Seis episodios

Con Milena Smit, José Coronado, Aixa Villagrán, Loreto Mauleón, Raúl Prieto, Marco Cáceres y Tristán Ulloa