Dos países, dos pasados de violaciones a los derechos humanos, dos centros de tortura, aislamiento y desaparición. La cárcel de Robben Island y la ex ESMA se parecen demasiado. Son lugares malditos pero reconvertidos por políticas de Estado. Sudáfrica y Argentina pudieron hacerlo, cada una a su manera, con la memoria activa, la verdad como horizonte y la justicia muchas veces esquiva. Esos espacios hoy están destinados a no olvidar sus historias de oprobio. La de Nelson Mandela confinado en la isla 18 de los 27 años que el régimen del apartheid lo mantuvo en prisión o los vuelos de la muerte con desaparecidos arrojados al Río de La Plata. Una muestra temporaria inaugurada en noviembre de 2022 que se prevé continuará hasta mediados de este año, propone un recorrido por ese pasado que transcurrió entre Ciudad del Cabo y Buenos Aires a 6.870 kilómetros de distancia. Se llama Sur Sur y funciona en el Museo Sitio de Memoria. Nondumiso Mandisa Tshikwatamba, directora general adjunta del Departamento de Deportes, Arte y Cultura sudafricano, explica de qué se trata con la colaboración del traductor Agustín Mango.
-¿Cómo nació la idea de transformar la cárcel de Robben Island en museo allá por 1997, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1999?
- Es una parte de nuestra historia y si se fija, arrancó en 1488 cuando la descubrió el portugués Bartolomé Díaz. Los humanos descubrieron Robben Island y fueron los humanos los que decidieron qué hacer con la isla. Si usted busca información, fue un santuario para los enfermos de lepra, dada su exclusividad. Cuando el régimen del apartheid quiso tener su propio lugar para aislar a aquellos que pensaba debían ser segregados de sus sociedades y comunidades, fue un sitio ideal para hacerlo. Sin embargo, después de 1994 volvió a ser un lugar de enseñanza y aprendizaje. Un lugar de memoria y recuerdos.
-¿Qué paralelo puede hacer con lo que sucedió en la ESMA, transformada hace casi veinte años en otro espacio de memoria?
- Este lugar en la Argentina tiene distintos recuerdos e historias parecidas a los de Robben Island. Estuve comparándolas con las de la Ex ESMA y es muy interesante ver cómo los prisioneros estaban muy comprometidos para no sentirse nunca divididos, siempre estar unidos y cómo habían inventado distintos tipos de comunicación entre ellos. También habían logrado crear distintas maneras y dispositivos para poder decir que, aunque estuvieran oprimidos, nunca iban a ser destruidos. Así que para mí Robben Island es un lugar de crecimiento espiritual. Porque cuando yo trato con ex prisioneros políticos de allí, incluido Sathasivan Saths Cooper, presidente del Museo de Robben Island (RIM) y expreso político, también termino siempre pensando que allí la vida terminó contradiciendo la teoría de la psicología. Porque la teoría de la psicología dice que si vos estás aislado durante una determinada cantidad de días, algo dentro tuyo se destruye y esa teoría fue demostrada incorrecta en Robben Island.
- ¿Usted es psicóloga?
(Se ríe) - No, pero he estudiado en mis años de la universidad y me encanta la psicología.
-Durante los casi 25 años que lleva abierto el museo, ¿qué fue lo que más le impactó de los visitantes y su contacto con el lugar, de aquellos que estuvieron en la isla donde Mandela pasó 18 años detenido?
- Yo reconozco el interés que tiene gente de distintas partes del mundo en Robben Island. Una de las cosas que piensan, es: ¿qué hay ahí que pudo dar el carácter de alguien como Nelson Mandela? Y que al mismo tiempo ese personaje histórico y con ese carácter, sea un defensor de la paz. Cómo el carácter de muchos detenidos en la isla que fueron aislados en ese presidio todavía pueden ser agentes de cohesión social. A mí me pasaron esas dos cosas y es algo común a todos los ex prisioneros políticos el espíritu de resiliencia y a favor de la paz. Y que el deseo de que a través de esa resiliencia haya una agenda de liberación para todos. Que siga constante y presente. En resumen, ése es el espíritu del altruismo.
- ¿Cuál es la impresión que le quedó después de haber visitado la Ex ESMA?
- Es fascinante saber que dos sistemas de distintas partes del mundo pueden tener algo tan en común. Porque en las historias que escuché sobre este lugar, hay algo fundamentalmente común con lo que ocurrió en mi país. Se trata de una experiencia compartida. Este es un lugar de memorias y recuerdos como lo es Robben Island, es un lugar de reflexión.
- ¿Qué importancia les atribuye a estos sitios de memoria?
- Si no entendemos aquello que sufriera nuestra gente, no sabemos de qué tendremos que protegernos como nación. Es para no volver a ver lo que hemos visto en el pasado. Cuando estoy acá me digo a mí misma que solo en este lugar se puede realmente contar la verdad. No podemos terminar de confiar del todo en nuestras instituciones educativas o de altos estudios porque cualquier docente tiene que saber que cuando está frente a una clase, debe ser consciente de que sus alumnos provienen de distintos orígenes y de distintas clases de enseñanzas. Hay que contar siempre la historia con un sentido de imparcialidad, pero igual hay que contarla. Siempre que sucede en otros casos no se cuenta la historia verdadera pero en estos casos sí, se cuenta la historia verdadera. Así que si dependemos solo de nuestras instituciones educativas va a tomar mucho tiempo de propaganda, de deshacer toda la que se hizo en el pasado.
- De todas las historias que conoció sobre la prisión de Robben Island, ubicada frente a Ciudad del Cabo, ¿cuál la impactó más?
- Por ejemplo, una vez pregunté cuál había sido el prisionero más joven en la isla y me dijeron que hubo niños de 13 años. Aunque el sistema quería aislarlos a algunos de los prisioneros, no lo consiguieron. Hemos heredado ser libres y el derecho de no ser oprimidos y está en nuestras manos definir qué deberíamos hacer con ello.