El miércoles 8, en su casa de Los Ángeles, murió Burt Bacharach. Tenía 94 años y según informó su agente Tina Brausam, el deceso se produjo “por causas naturales”. Clase 1928, nacido en el siglo de la canción, Bacharach fue de los que compusieron canciones definitivas. Con ellas contribuyó a construir el imaginario de una época y dejó una marca profunda en el gusto de un público que comenzaba a consolidar lo que fue la “cultura de masas”. Sus temas son de esos tan impregnados en el imaginario popular, que muchos los conocen sin saber siquiera su nombre, o el de Bacharach: simplemente los han escuchado, porque han estado sonando aquí y allá. “I Say a Little Prayer”, por caso, ese que suena inmediatamente en la memoria emotiva en la voz y la cadencia de Aretha Franklin. Podría decirse que Bacharach vivió y murió haciendo canciones. Últimamente estaba trabajando con su amigo Elvis Costello en versión monumental de Painted from Memory, el disco que grabaron juntos en 1998. La nueva edición está anunciada para el próximo 3 de marzo.
Bacharach fue uno de los gigantes de ese universo en constante ebullición que fue la música pop del siglo XX. En una carrera plena de éxitos, el compositor, arreglador, pianista, director y productor recibió por su obra seis premios Grammy, además dos Globos de Oro, un BAFTA y un Emmy. Por su producción para el cine fue reconocido con dos Oscar por la música para Butch Cassidy and the Sundance Kid, de 1969 (a la mejor banda sonora y a la mejor canción). El tercer Oscar llegó en 1982, junto a su entonces esposa, la letrista Carole Bayer Sager, por la canción “Best That You Can Do”, de la banda sonora de Arturo, la película con Dudley Moore y Liza Minnelli.
Su popularidad atravesó el tiempo, desde la orquesta que acompañaba a Malene Dietrich hasta los éxitos imperecederos del cine, y se consolidó más acá en el siglo cuando Oasis, White Stripes y otras bandas de rock le rindieron homenaje. Uno de ellos fue gráfico: en la portada del álbum debut de Oasis (Definitely Maybe, de 1994) hay un gran cuadro de Burt Bacharach apoyado sobre un sofá. El saxofonista Stan Getz grabó un álbum completo con sus composiciones: What the World Needs Now: Stan Getz Plays Burt Bacharach.
Descendiente de una familia de judíos alemanes, Burt Freeman Bacharach nació en Kansas el 12 de mayo de 1928. Desde chico estudió música, se formó en la Universidad McGill y en la Escuela de Música Mannes. Uno de sus maestros fue el francés Darius Milhaud, que le daría el consejo que lo marcaría de por vida: “nunca tengas miedo de ser melódico”. Entre sus primeras experiencias, entre los años ‘50 y principios de los ‘60 está la de pianista, arreglador y director de la formación que acompañaba a Marlene Dietrich en sus espectáculos. El primer gran éxito le llegó en 1958 con “Magic Moments”, una canción que interpretada por Perry Como -célebre crooner de la época-, lideró por varios meses los rankings.
El hombre que se formó escuchando las grandes orquestas del jazz y estudiando música clásica comenzó a escribir canciones para las ascendentes estrellas del rock. Así fue como sus composiciones fueron cantadas por The Beatles (“Baby It's You”), Aretha Franklin, Tom Jones, Dusty Springfield, B.J. Thomas, Herb Alpert, los Drifters.
En 1957, Bacharach conoció al letrista Hal David (fallecido en 2012), con quien formó uno de los dúos más exitosos de la industria musical. Cuatro años después del inicio de esta relación musical y comercial, descubrieron durante una sesión de grabación a una joven y talentosa cantante que se convertiría en su "musa": Dionne Warwick, quien llegó a ser una de las voces del pop más reconocidas en la década de 1960.
Juntos, Bacharach y David coparon en los '60 el ansiado “Top 40" estadounidense con temas como “Walk On By”, “Anyone Who Had a Heart”, “Do You Know the Way to San José?”. En 1973 estalló una disputa financiera entre ambos. Durante diez años hablaron sólo a través de abogados. Nunca volvieron a trabajar juntos. En 2012, el entonces presidente Barack Obama homenajeó al dúo de compositores en la Casa Blanca, hubo entrega del premio Gershwin 2012 a la canción popular y un concierto ofrecido por artistas como Stevie Wonder, Diana Krall y Sheryl Crow. Tampoco allí el dúo se reunió: ya enfermo, David fue representado por su esposa para recibir el premio.
Tras la ruptura con David, Bacharach abandonó lo que la industria considera “éxito” hasta los años '80, cuando conoció a la letrista Carole Bayer Sager. Con ella surgió el tercer matrimonio del compositor y uno de los grandes éxitos de esa década, “Arthur's Theme (Best That You Can Do)”, que le daría un Oscar a la pareja.
“Solo tengo una regla para componer canciones: tratar de no dificultar las cosas para el oyente”, dijo alguna vez Bacharach hablando de lo simple y sus apariencias. Sus composiciones, en realidad, además de evitar anclarse en un género determinado, están llenas de medidas asimétricas y complejas progresiones armónicas. “Se suele decir al pasar que Bacharach tiene algo que ver con la escucha fácil. Puede ser fácil decirlo, pero no hay nada fácil en sus canciones. Intentá reproducirlas. Probá a cantarlas”, dijo sobre esto Elvis Costello.
Bacharach fue considerado además un perfeccionista al borde de la obsesión. Es conocida la anécdota de la cantante Cilla Black, que recordaba haber grabado la canción “Alfie” en los estudios Abbey Road de Londres ¡32 veces! antes de que Bacharach estuviera satisfecho. “Podría pasar horas ajustando un solo detalle”, contó Carole Bayer Sager, que compartió sus rutinas de trabajo como letrista.
Fue gracias a su matrimonio con la actriz Angie Dickinson –la recordada protagonista de La mujer policía, con quien estuvo casado entre 1966 y 1980–, que Bacharach comenzó a trabajar para la industria del cine. Desde ese lugar generó columnas sonoras y sobre todo canciones de alto impacto emotivo, que perduran tanto ligadas a las películas como con vida propia, más allá del cine. Cómo no recordar la secuencia de La boda de mi mejor amigo, la película de 1997 con Rupert Everett y Julia Roberts, que primero arrastra a toda la familia de la novia en un hilarante coro, y luego en aquel anti-final feliz sobre las notas de “I Say a Little Prayer”. Imágenes y melodías que quedaron en la memoria colectiva del siglo pasado en Occidente.
Más cerca de aquí, todavía muchos recuerdan su única presentación en Buenos Aires. Fue en el Teatro Ópera en abril de 1978.