Desde Río de Janeiro
Durante la dictadura militar en Brasil, surgió la afirmación, atribuida a Richard Nixon, “hacia donde va Brasil, va América Latina”. Afirmación que convenía mucho a Estados Unidos, por la dirección hacia la cual se dirigía Brasil, de la mano de sus militares.
Después del proceso de redemocratización, Brasil, junto a otros países latinoamérica–adoptó políticas antineoliberales, a contramano de las políticas implementadas en EE.UU. y recomendadas por éste a los países del continente. Seis de los más importantes países del continente han seguido ese camino.
A EE.UU le han restado algunos aliados históricos. Entre ellos, se destacaban México, Colombia y Chile, países que mantenían políticas neoliberales.
Por primera vez EE.UU. tenía que convivir con un bloque de países que tenían su propia política económica e internacional. Ya no asumían Tratados de Libre Comercio con los EE.UU., sino que se abrían a alianzas con países del Sur del mundo, especialmente de Asia y de Africa.
Brasil ya se destacaba, bajo el liderazgo de Lula, como el líder de ese bloque. Su encuentro con George W. Bush, donde éste invitaba Brasil a sumarse a la guerra contra Iraq, fue un marco decisivo en la nueva era de las relaciones de EEUU con América Latina. Lula le contestó que su guerra era otra: era la guerra contra el hambre. No aceptó sumarse a la guerra contra Iraq, no solo por estar en contra de las guerras, sino también porque no aceptaba la acusación de que Iraq detentaba armas de destrucción masiva – lo cual se ha revelado como una mentira.
EE.UU. y América Latina – o un bloque de países latinoamericanos – se insertaban de forma distinta en la geopolítica mundial. Los presidentes norteamericanos han pasado a visitar bastante menos a los países del continente, así como los gobernantes latinoamericanos han pasado a ir menos a EE.UU. y mas a China y a otros países asiáticos y africanos, a países del Sur del mundo.
Éste está siendo el siglo en el que hubo mas desencuentros entre EE.UU. y América Latina. Es en ese marco que Lula y Biden se encuentran esta semana. El Presidente norteamericano y el brasileño tienen en común, antes que nada, la pelea en contra de la ultraderecha en los dos países, esto es, Trump y Bolsonaro.
Agenda bilteral
Es por ello que el tema de la democracia es el primero en la agenda del encuentro entre lo dos. Estrechamente vinculado a ese tema, estará, por preferencia de Lula, la lucha por la paz en el mundo. Seguramente Lula desarrollará su discurso de que el mundo está sin dirección política y mortal, de que en temas como la protección del medio ambiente, de la paz, entre otros, no hay quien asuma sus responsabilidades de resolución de la crisis general del mundo en el sigo XXI. Una de las propuestas de Lula es la construcción de un Grupo de Paz en que, significativamente, Lula no incluye a EE.UU. sino a China, India, a Brasil, Paquistán y Turquía.
Biden necesita aparecer como líder cercano a Lula, en un momento en que, internamente, su gobierno tiene una tendencia a la baja en términos de apoyo entre los norteamericanos. Es que los republicanos son favoritos para la elección presidencial del 2024 y los demócratas ni siquiera tienen claro quién será su candidato. El fantasma de Trump ya no está en su auge, pero ya ha empezado prácticamente su campaña electoral.
Lula, a su vez, quiere, con ese encuentro, proyectarse no como un aliado, sino como un competidor que disputa el liderazgo no solo latinoamericano, sino en el Sur del mundo y, de alguna manera, en el plano mundial.
Por coincidencia, Lula se encontrará, pocos días después con Xi Jinping, el superpoderoso presidente da China. Mientras EE.UU. se encuentra en el peor momento de las relaciones con China, al punto de que el Secretario de Estado norteamericano ha suspendido su viaje a Beijing.